NO NO NO NO NO NO
“En comportamiento humano, el negacionismo es
exhibido por individuos que eligen negar la realidad para evadir una verdad
incómoda”. Esta frase viene a cuento del estreno esta semana de una película
que se llama Negación. Rachel Weisz
interpreta el papel de la historiadora norteamericana Deborah Lipstad que en el
año 2000 tuvo que hacer frente a un juicio por difamación en Londres. La
denuncia la puso David Irving, un supuesto historiador negacionista del holocausto judío y apologista de Adolf Hitler, que
se sintió difamado por lo que Lipstad escribía en su libro Negando el Holocausto: El
creciente asalto sobre la verdad y la memoria. La película no deja de ser
un interesante film de juicios, pero vale la pena no dejarla pasar inadvertida
gracias a las excelentes interpretaciones de Weisz como la historiadora y de Timothy Spall como David Irving. Recuerdo a
Spall en su personaje de Rata en Harry
Potter y el prisionero de Azkaban. Estaba claro que solo una rata podía
hacer este personaje de rata.
Pero si me interesa la película es
también por la actualidad de su discurso. El negacionismo no es una idea superada ni mucho menos. Y no me
refiero solo a Marine Lepen o cualquier adulador de Donald Trump. El negacionismo, como las ratas, está entre
nosotros. Y muy cerca. A veces se confunde con el revisionismo. Pero no es lo mismo. Revisar la historia desde parámetros distintos es una cosa, negarla, deformarla, utilizarla en favor de una idea exclusiva, mentir, en definitiva, es otra cosa. De estos negacionistas, o simplemente de estos mentirosos, hay muchos y no muy lejos. Por desgracia.
(no se si ya he usado este cuadro alguna vez,
es posible, pero me gusta mucho para ilustrar la idea de las dos chicas que son
una, o ninguna)
La negación en este caso es muy
diferente. Mucho más entretenida, y mucho más estimulante. Que una chica se
empeñe en decir que no es ella sino otra, provocando una serie de equívocos
entre sus amigos, su novio y los distintos caballeros con que se cruza, es una
premisa como mínimo sorprendente. Hong Sang-soo es el más francés de los
directores coreanos contemporáneos. También el más prolífico porque sus
películas son muy sencillas de hacer: pocos actores, lugares que conoce,
historias que pasan tanto en la cabeza de sus personajes como en el paisaje
donde se mueven, diálogos divertidos y nada trascendentes, comida y bebida,
mucha bebida. Y amor. Casi siempre en su cine hay curiosas e inesperadas
historias de amor. Y de arte, entendiendo arte en su sentido más amplio.
Directores de cine, escritores, pintores, son algunos de sus protagonistas.
Explicar el argumento de Lo tuyo y tu
es fácil: un hombre y una mujer viven juntos; los amigos de él le cuentan que
han visto a la chica bebiendo en bares con otros hombres; él se enfada, se
pelean y ella se va. El hombre decide buscarla pero a pesar de que el barrio es
muy pequeño, no da con ella. Mientras tanto ella, efectivamente, se encuentra
en bares con otros hombres que dicen conocerla. Pero ella sostiene que no es
quien dicen que es, que es otra. Nadie sabe cuando está diciendo la verdad y
cuando está mintiendo. No importa, lo que importa es la ligereza de la
historia, el misterio de tintes rivettianos (de Jacques Rivette) de lo que
sucede y la felicidad que acaba dejando flotando en el ambiente. Pero nada es
tan sencillo si Hong Sang-soo está detrás de la cámara y la sensación de
profunda extrañeza que provoca es un reto para
los espectadores. Me encanta.
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