viernes, 1 de septiembre de 2017

PARALELISMOS


(una foto mía del año 1970, cuando estaba “encerrada” en el país sin poder salir)

Esta semana se estrena una película curiosa. No sé si es una gran película, puede que no. Pero lo que es seguro es que hace pensar en muchas cosas. Cosas del pasado y cosas del presente. El film se llama Rehenes, es georgiano, de Georgia, una de esas ex repúblicas soviéticas de las que apenas sabemos nada y de las que surgió un director maravilloso llamado Otar Ioseliani.
Rehenes me ha dado mucho que pensar. La historia pasa en el año 1983 y cuenta el fallido intento de fuga de un grupo de estudiantes e intelectuales georgianos, cansados de vivir en la represión y el oscurantismo de la dictadura soviética. Si no se sabe nada del contexto histórico, político y social de la época, el film puede resultar un poco confuso. Se dan por conocidas demasiadas cosas que, evidentemente, un espectador de menos de cuarenta años ni sabe ni tiene porque saber.
Pero para mí resultó un viaje al pasado. El primer paralelismo surge del recuerdo estremecedor (por aterrador) de lo que sucedía en España durante el franquismo. Ya he dicho varias veces en este blog lo mucho que tenían en común la dictadura franquista y los regímenes estalinistas y post estalinistas de la vieja Unión Soviética. Una de esas cosas en común era la de impedir a sus ciudadanos la libre circulación al exterior. Nadie podía salir de los países socialistas sin una autorización de la nomenclatura, es decir del Partido Comunista, ese que cantaba la Internacional y levantaba el puño izquierdo (1). Ir al extranjero estaba prohibido. Como en España, donde no todo el mundo, por suerte Franco era menos listo que Stalin, pero si cualquiera que ellos quisieran, tenía prohibido irse del país. Yo estuve ocho años “encerrada” de los Pirineos a Algeciras (aproveche ese tiempo para recorrer España con Ramón y descubrir que el país era muy interesante y bonito y variado y rico en sus gentes, pero hubiera preferido hacerlo por voluntad y no por imposición). En España la dictadura duró cuarenta años; en el bloque soviético duró sesenta. Por eso en el año 1983 nosotros ya podíamos viajar libremente a todas partes, podíamos escuchar la música que queríamos, leer los libros que nos daba la gana o ver el cine que nos apeteciera, incluso podíamos hacer huelgas. Pero ellos no. Ellos aun tenían que comprar un disco de los Beatles en una tienda clandestina y escucharlo podía llevarlos a la cárcel.  El pequeño grupo de estudiantes e intelectuales que protagonizan este film basado en hechos reales, no quiere nada más que la libertad de decidir, de escoger, de respirar. Pertenecen a las clases dirigentes del país, son parte de la elite económica y política, pero se ahogan. Y planean una fuga absurda condenada al fracaso: secuestrar un avión para que los lleve a Turquía. Cómo lo hacen y lo que les pasa, no lo cuento por si quieren ver la película.

Pero hay otro paralelismo en este film más inquietante y más cercano. La verdad es que mientras lo veía  no pude dejar de pensar en los jóvenes terroristas yihadistas de Ripoll (estoy un poco harta de no llamarlos por lo que eran). El grupito de Nika y Ana en el film, encuentran refugio a sus ansias de libertad en… ¡la iglesia! Cosa que seguramente desconcertará a más de uno. Efectivamente, la religión, cristiana ortodoxa en este caso, era un refugio y una vía de escape y de rebelión contra el pensamiento dominante. Y ellos tenían un guía, una especie de extraño monje con pinta de Rasputín, que les ayudaba a canalizar sus ansias de libertad. Como el famoso Imam de Ripoll. Los padres y autoridades de Tiflis se preguntan ¿por qué estos chicos que lo tenían todo se entregaron a ese plan descabellado? Lo mismo que se preguntan algunos de los conciudadanos de Ripoll respecto a los chicos perdidos del Imán. La gran diferencia entre unos y otros es que los jóvenes de Georgia no luchaban en nombre de ningún Dios, ni tampoco odiaban a nadie: solo querían respirar. Los de Ripoll, en cambio, si invocaban un Dios y nos odiaban a nosotros: en realidad lo que pretendían es que el resto del mundo dejara de respirar.

(1) Es curioso y al mismo tiempo trágico que mientras ellos eran perseguidos por querer escapar de ese himno y ese puño alzado, aquí nos perseguían  por cantarlo y levantar el puño. Los totalitarismos tienen eso en común: prohibir lo que no te gusta.

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