Dos
películas de esta semana ocupan este espacio. Ninguna de las dos son “grandes
películas” pero las dos tienen interés. Como cine y como vehículo para
establecer relaciones con la actualidad.
La
primera es It, adaptación parcial de
la importante novela de Stephen King publicada en 1986. It, al contrario de La
torre oscura, intenta ser fiel a la historia aunque lo haga limitándola a la infancia de
los protagonistas. Como cine de terror funciona bastante bien, con su alternancia
de sustos, gore, secuencias de enlace pausadas, quizás las mejores gracias al
grupo de niños que, como los de Cuenta
conmigo, seguro que tendrán futuro en la pantalla. El problema para los que
hayan leído la novela, es que deja de lado todo el trasfondo histórico y
político de la ciudad de Derry, epicentro del mundo de King, con lo que se
pierde buena parte de su interés. Pero en cambio consigue que el payaso
asesino, Pennywise, sea realmente terrorífico y que el uso de los terrores
particulares de cada niño funcionen como condensadores del miedo colectivo.
Payasos
y miedo, son dos de los elementos que conectan It con la realidad. Payasos malvados que utilizan el miedo de los
ciudadanos para pasar por encima de los derechos más elementales, dejando de
lado cualquier respeto por lo que piensan los demás y, lo que es peor, hacerlo
en nombre de todos. El Pennywise de King no sale de la nada. Tampoco los
Pennywise de un mundo que es caldo de cultivo de estos payasos malvados.(Cada uno que busque sus personales Pennywise:
hay para todos).
La
otra película es El amante doble, de
François Ozon. No es el mejor Ozon, pero si es un Ozon coherente. En todas las
críticas que se han hecho del film desde su estreno en Cannes, se cita como
referentes a Brian de Palma y a David Cronenberg. Y es cierto, están ahí, pero
también están Buñuel y Hitchcock y Polanski. La mezcla de todos produce un
coctel erótico perverso al que Ozon añade su cereza particular: la obsesión por
el desdoblamiento. Esta es una historia de amor desdoblada que funciona si
conseguimos entrar en el juego de la joven y bonita Chloé, enamorada de una
realidad que solo existe para ella y para el espectador. Las cinco última
películas de Ozon hablan del vivir vidas ajenas, vidas dobles. En la casa: un profesor de literatura
vive la ficción que uno de sus alumnos escribe hasta no saber que es verdad y que es mentira; Joven y bonita: una guapa adolescente
aburrida, se convierte en una belle de jour con una doble vida de estudiante y
prostituta; Una nueva amiga: una
mujer que en realidad es un hombre que suplanta la vida de una mujer, de nuevo
el desdoblamiento; Frantz: la más
clara, un soldado francés se hace pasar por amigo del soldado alemán que mató
en una de las batallas de la primera guerra mundial; El amante doble: Chloé se enamora de un hombre que son dos, ¿o es
ella la que no es una, sino dos?
Desdoblamiento
y creación de una realidad que no existe más que en la cabeza de los
personajes. Como lo que parece estar pasando en muchas partes del mundo donde algunos
irresponsables políticos han creado una realidad paralela como la del joven
alumno de En la casa; viven una doble
vida, parecida a la de la joven y bonita Isabelle; se travisten de lo que haga
falta, como la nueva amiga; usurpan los derechos de los que aniquilan, igual
que Adrien hace con Frantz, y finalmente viven entregados a una doble realidad
en la que han forjado una idea que nada tiene que ver con la verdad. Ozon es un
director ejemplar para entender nuestro día a día.
Y
mientras tanto, la naturaleza se toma su venganza indiferente a la estupidez humana. Huracanes
de vistosos nombres arrasan todo lo que se encuentran por delante. Un terremoto sin nombre y de enorme magnitud, se lleva por delante la frágil
idea de seguridad. Destrucción y miedo provocado por la naturaleza enfadada. No
podemos estar tranquilos en ningún sitio, en cualquier momento se desencadena
un huracán o tiembla la tierra.
(mi
recuerdo y mi cariño para mi familia y amigos de México)
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