viernes, 22 de diciembre de 2017

PEQUEÑECES


(yo también tengo mis liliputienses)
No podía ser mas oportuno el estreno de Una vida a lo grande, la nueva película de Alexander Payne. Es perfecta para un día como hoy. Con un supuesto mensaje ecologista, la idea que plantea es el sueño dorado de cualquier tiranuelo fascista, dictador populista o nacionalista irredento: hacerse pequeño para aislarse, hacer pequeños a los demás para aislarlos.
Este mundo de liliputienses sin Gulliver es una auténtica pesadilla del futuro. Para salvar a la humanidad un grupo de científicos consigue reducir el tamaño de los humanos a unos pocos centímetros. Se crean nuevas ciudades enanas donde los habitantes de Lililandia se supone que vivirán felices y contentos. Pero como era de esperar, a ese mundo feliz se arrastran también todas las contradicciones y maldades del mundo grande, con sus desigualdades, explotaciones, miseria y opulencia. Al margen de que la nueva fórmula, pensada para aligerar la presión humana sobre el planeta, sirve para que los sátrapas de cualquier pelaño reduzcan a los habitantes disidentes y los envíen directamente a una caja de cartón. Pero incluso en esta Lililandia feliz hay unos cuantos irredentos que aun quieren más pureza, los elegidos, los autenticas salvadores que deciden esconderse bajo tierra indefinidamente, esperando que los demás, liliputienses y humanos normales, se maten entre si.

Una lección sin duda. Hacerse cuanto más pequeño mejor para no tener que compartir con nadie. Separarse en una arcadia feliz al margen de los auténticos problemas en lugar de solucionarlos y cuando se constata que la arcadia feliz no lo es tanto, separarse aún más, hasta el punto de erigirse en pueblo elegido por no se sabe quién para salvar a unos pocos. ¿Les suena el discurso? Muy pertinente, sí señor. 

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