(un vestido dibujado por Ramon, inspirado en los de la
película)
No pude ver El
hilo invisible de Paul Thomas Anderson en el pase de prensa porque lo
hicieron en una sala minúscula con un aforo muy pequeño. Poca visión de la
distribuidora que dejó fuera a buena parte de la crítica y obligó a los que
entraron a verla en unas condiciones lamentables. Fui a ver la película el día
del estreno a un cine y me encontré que… ¡la hacían en una sala minúscula con
un aforo muy pequeño! ¿Qué tiene el nuevo trabajo de Anderson para que le
persiga la maldición de lo pequeño? Desde luego no la película que es realmente
grande por su historia de amor obsesivo y de dependencia absoluta, su puesta en
escena, elegante, fría, usando el primer plano como un retrato, o su vestuario,
excelente y envidiable. Todo esto es El
hilo invisible. Al salir del cine, en el autobús que me traía a casa,
apunté una serie de temas que me sugería la película. Los explico ahora, un
poco, no mucho, no se asusten.
Carnalidad. Es una película que
habla de la carne. No me cabe duda. Carne de mujer con sus formas y sus líneas
dibujadas en un papel y hechas realidad en un cuerpo. Hay en el personaje de
Alma una carnalidad que va más allá de la sensualidad o de la pura y simple
sexualidad. Y eso me lleva a hablar de las comparaciones que se han hecho con Audrey
Hepburn, en especial, la Hepburn de Una
cara con ángel. Audrey nunca habría podido hacer un personaje como el que
hace Vicky Krieps. Nunca habría podido darle a su cara de ángel (Vicky la
tiene) ese toque de “proletariado” tan bien encajado en la atmosfera opresiva
de esa casa. Audrey era demasiado elegante incluso cuando hacía de Eliza
vendiendo flores. Tanto a favor de la actriz luxemburguesa con su capacidad de
establecer lo que me parece otro punto interesante de la película, la lucha
de clases que es uno de los temas subyacentes en el film. Hay un momento
tremendo en el que una aristócrata más bien horrible, le dice al personaje de
Reynolds el modisto, refiriéndose a Alma: “No sé si en su país alguien le ha
enseñado a comportarse, me da miedo que esté robando la plata”. Su país es esa
otra clase social de la que Alma se erige en cara de ángel vengador introduciendo
en la vida del estirado y maniático Reynolds algo que le molesta muchísimo: el
ruido. En esa casa que es como una tortura de escaleras interminables,
habitaciones pequeñas, salones vacíos, el silencio es una obligación que Alma
rompe sin miedo, sabiendo que con sus tostadas y sus ruidos al comer está
delimitando un terreno de combate, igual que con la comida, en la que
abunda la mantequilla y las setas, convertidas ambas en armas de su lucha. En
definitiva esta historia de amor y de posesión, de control y de poder, de
masoquismo y de sadismo, es una historia de dos personajes que se desean, se
necesitan, de destruyen, dos seres unidos por el hilo invisible de sus secretos
escondidos como el hilo invisible que esconde las palabra secretas en los
dobladillos.
(mapa de
Britannia en el año 50 DC donde se ve el emplazamiento de los Regni y los
Canti)
Britannia, la serie
Esta
semana he visto la serie de HBO Britannia.
Me gustan mucho las historias de druidas y magos, de bosques y dioses paganos,
donde se visualiza el enfrentamiento de religiones y creencias, y se ve el
sincretismo de la mezcla de supersticiones y comportamientos. A diferencia de Juego de tronos, Britannia tiene un trasfondo histórico real. Aulo Plaucio
efectivamente fue el general que emprendió la primera conquista de Britannia en
el año 43 DC, estableciendo alianzas con distintas tribus celtas enfrentadas
entre sí y sobre todo con la poderosa organización político/religiosa de los
druidas. La serie me ha gustado por sus paisajes y localizaciones, realmente
espectaculares. También por algunos de sus personajes. No todos. Pero si quiero
hablar de ella en estas páginas es por un momento muy concreto que de alguna
manera me impresionó. En medio del enfrentamiento entre tribus y con los
romanos, Cait, la hija del hombre ciego llamada a ser la elegida para liberar a
los celtas de la opresión romana, es acogida por Kerra , la reina de los
Cantii. La niña vive sumida en la tristeza por la muerte de su hermana y la ceguera
de su padre, pero sobre todo, está convencida de su inferioridad, de ser
alguien despreciable y horrible. Kerra la pone delante de un espejo y Cait se
ve reflejada por primera vez en su vida. Asombrada ante su imagen, pregunta “¿esa
soy yo?” Fue ese momento el que me impresionó porque de repente me di cuenta de
que vernos en el espejo, y reconocernos (o no) es algo tan natural en nuestro
mundo que no le damos ninguna importancia. Pero en realidad es algo muy raro,
ya que la idea que tenemos de nosotros mismos no es ni mucho menos la idea que
tienen los que nos miran. Y en definitiva nosotros nos convertimos en otro
cuando nos miramos en el espejo. Perdón por esta digresión, pero me apetecía
contarlo.
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