(un caballo de Ramon para
Brady)
Brady
(el cowboy)
The
rider es una película de piel, de emociones, de paisajes, de
ocaso de una forma de vida que desaparece. Es la historia de un jinete de
rodeos que ha nacido para eso, para montar a caballo, recorrer las praderas. Es
la vida del personaje de ficción y el personaje real que son uno. Porque el The rider cuenta la historia del Brady
real, con su hermana Lily, su padre, su amigo Lane Scott. Es una documental
convertido en ficción o una ficción que nace de la realidad. Brady Jandreau es
Brady Blackburn, y su historia es la del accidente que le alejó para siempre de
los rodeos y su imposibilidad de vivir lejos de ese mundo. No es una película
nostálgica ni melancólica, pero si es profundamente romántica. Brady, el de
verdad y el de la ficción, es un joven indio nacido y criado en la reserva de
Pine Ridge en Dakota del Sur, donde viven los indios de la tribu de los
Lakotas. “Hay cosas que no se hacen por el dinero que se puede ganar, hay cosas
que se hacen solo por las ganas de divertirse…he salido de esos corrales muchas
veces entre los gritos de la gente montando un toro o un caballo enloquecido
que se retorcía debajo de mi, y siempre he sentido lo mismo. Durante unos
segundos eres mucho más que cuando paseas por la calle o comes o duermes.
Quizás sea algo que no se puede explicar a una mujer.” Son palabras que dice
Robert Mitchum en un film de 1952 que se ha citado mucho en las críticas a The rider, Hombres errantes, de Nicholas
Ray. Pero en este caso si ha sido una mujer la que ha entendido lo que le sucede
a este jinete. La joven china Chloe Zhao ha sabido captar esa mezcla de tristeza
y orgullo, de amor y deseo, de vínculo con un paisaje, con una tierra, con un
horizonte. Le copio a Marta Medina el titular de su estupenda critica El confidencial, aunque con un ligero
cambio: “Si solo puede ver una película esta semana (ella dice este año) … que
sea esta maravilla”.
Willi
Herold (el capitán)
Me resulta difícil hablar de
este personaje, de esta película. Pero creo que tengo que hacerlo. No solo
porque pienso que es una buena película, sino porque me parece importante
conocer a Willi Herold, un soldado alemán desertor que los últimos días de la
guerra, huyendo de sus perseguidores, encuentra un uniforme de capitán del ejército
y al ponérselo no solo asume una nueva identidad sino que con la máscara puesta
construye un personaje que es compendio de lo peor que generó el nazismo: la
crueldad gratuita, la arbitrariedad del poder, la manipulación de los que
considera inferiores. El horror en estado puro. Saber que está basado en un
personaje que existió y cometió esas barbaridades, es aun más espeluznante
porque nos pone frente a una idea terrible: cualquiera puede dejar aflorar al
monstruo que se esconde detrás de una máscara y lo que es peor, la banalidad
del mal de la que hablaba Hanna Arendt no era exclusiva de los mandos militares
y políticos. Hubo mucha más complicidad en el horror entre la población civil
de la que a muchos alemanes les gusta reconocer en la revisión de la historia. La
película está rodada en blanco y negro porque en colores sería insoportable,
fue tan dura de filmar (algunos actores rompían a llorar durante el rodaje)
como de ver. Pero es hermosa, si, lo es en su maldad y en su frialdad y sobre
todo es necesaria. Si van a verla, quédense a los títulos de crédito, donde
vemos al joven Willi al frente de su tropa de depredadores circulando por una
ciudad alemana de ahora mismo sembrando el terror entre los ciudadanos. Una
lección de historia.
(un icono de Ramon)
Jacques
(el periodista)
¿Una película sobre
apariciones de la virgen? ¿Mande? ¿A estas alturas? Pues si una película sobre
la aparición de la virgen, pero… y ahí está lo interesante, contada desde la
mirada de un hombre que no cree, pero respeta. Jacques viene de sufrir una
pérdida terrible, su mejor amigo ha muerto mientras los dos cubrían una de esas
guerras que pasan lejos y que desgraciadamente de tan cotidianas ya ni salen en
los telediarios. Jacques está herido en el alma. Y eso le lleva a aceptar
presidir una comisión de investigación del Vaticano sobre la supuesta aparición
de la virgen que una chica de 18 años afirma haber visto en un pueblecito del
sur de Francia. Jaques llega sin ideas preconcebidas en ningún sentido. Es un
periodista y lo que quiere saber no es la verdad, eso es muy difícil, sino los
porqués. La película le sigue en este viaje de investigación donde vemos como
Anna, la chica que ha visto a la virgen, se consume ante sus ojos y los
nuestros víctima inocente de sus propia ingenuidad, de su propia historia y del
abuso de los que la rodean. Hay tres cosas que no es La aparición: no es maniquea, no es mística, no es previsible. Y
hay una que si es: una curiosidad.
(una estrella de Ramon)
Juan
(el gaucho/guaraní)
Testigo
de otro mundo se estrenó la semana pasada, pero la recupero
esta porque también es una historia de un hombre, Juan Pérez, protagonista de
un encuentro (aparición) con seres extraterrestres cuando era un niño de doce
años en medio de la Pampa argentina. Este hecho marcó toda su vida y llamó la
atención del documentalista Alan Stivelman que decidió averiguar qué había
pasado con Juan cuarenta años después. Desde el punto de vista cinematográfico
no deja de ser un documental muy convencional, casi televisivo, pero desde el
punto de vista del personaje, ese Juan de cincuenta años, que aun no es capaz
de entender que le pasó entonces, es muy interesante. Stivelman se sitúa en
segundo plano y busca no solo entender, sino ayudar a Juan. Y ello les lleva a
los dos a conocer una comunidad de indios guaraníes, de donde viene la familia
de Juan, en la que el hombre acabar por aceptar lo que le sucedió al enmarcarlo
en una creencia más amplia, mas colectiva, que le ayuda acerrar el círculo de
su soledad y su diferencia, en definitiva de su vida. Testigo de otro mundo es un documental sencillo en su forma y complejo
en su contenido. Abre puertas y no solo las de la ciencia ficción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario