(Behnaf Jaffari, una de las
caras de este film)
Tres
caras
Se estrena una nueva entrega
de la crónica personal/colectiva que está realizando Jafar Panahi en Irán. Ya
lo he dicho otras veces, me asombra la capacidad de este hombre de convertir su
castigo, no poder salir de su casa, no poder salir del país, en un elemento
estimulante para construir una obra inclasificable y además divertida. Panahi,
a pesar de todo lo que le pasa, nunca pierde el sentido del humor. El último
capítulo de este extraño y apasionante diario, empieza con una filmación de teléfono
móvil donde vemos a una adolescente que anuncia su suicidio porque no aguanta
la prohibición de su familia a su deseo de convertirse en actriz. El mensaje
está dirigido a una famosa actriz y directora y se lo han mandado a Jafar
Panahi. La actriz, una de las mas importantes y bellas del cine iraní, y el
director, parten juntos en busca de la chica para intentar averiguar que le ha
sucedido. No voy a desvelar más de la trama, solo decir que en su investigación
acaban en un remoto pueblecito de la frontera donde encuentran una actriz famosa
antes de la revolución islámica que vive aislada y marginada después de haber
sido perseguida. Estas tres mujeres son las tres caras de la película: la chica
que sueña con ser actriz y no la dejan; la actriz/directora adulada y venerada;
la vieja actriz olvidada a la que nunca vemos el rostro. Con diálogos inteligentes
encuentros inesperados, situaciones absurdas y un excelente uso del paisaje y
las montañas, Panahi nos hace un dibujo de su tiempo mucho más vivo
que muchos artículos o denuncias explicitas sobre la realidad de las mujeres (y
de él mismo) en un país que se empeña en seguir viviendo en el atraso más absoluto
. Tres caras es una película
cristalina que permite ver a través de ella.
(esta joya, uno de los objetos
robados en el Museo, es la que aparece en mi novela
La piedra negra)
Museo
La noche de Navidad de 1985,
se cometió un espectacular robo en el Museo Nacional de Antropología de ciudad
de México. Museo es la crónica de este
robo que sucedió realmente conmocionando a todo el país por el valor incalculable
de las piezas robadas. Sus autores fueron identificados y detenidos, se
recuperaron varias piezas, entre otras una preciosa máscara de jade verde. Pero
lo que nunca se supo fue ni el cómo ni el porqué y sobre todo que pasó después
del robo. Alonso Ruizpalacios, un director estupendo al que descubrimos con Güeros, imagina lo que pudieron hacer
los dos estudiantes de veterinaria que robaron el museo los días posteriores al
robo durante su viaje de huida intentando colocar las piezas entre los traficantes de
objetos robados. Trabajo casi imposible dada la dificultad de ocultar esos
valiosos tesoros que les lleva en cambio, a descubrir los lazos de su amistad.
La película se plantea como un thriller pero acaba siendo una comedia negra
sobre la insatisfacción y el deseo de hacer algo que los saque de la rutina de
una vida mediocre. Este film me gusta especialmente porque pasa en México,
porque sale un museo donde he pasado muchas horas en mi infancia y porque
cuenta un robo que utilicé como elemento en un capítulo de La piedra negra. Tres cosas por las que le tengo cariño.
La
balada de Buster Scruggs
Los hermanos Coen han reunido un
espléndido conjunto de actores (casi todos masculinos, el oeste fue cosa de
hombres) en su nuevo trabajo La balada de
Buster Scruggs. Es una gran noticia que esta película se haya estrenado en
Netflix. Lo es porque eso quiere decir que la podrá ver muchísima más gente, en
versión original con subtítulos en cualquier parte del mundo. A veces tendemos
a pensar desde una postura urbanocéntrica muy limitada y nos gustaría que las
películas solo se vieran en las pantallas de cine. Pero olvidamos que solo
viviendo en una gran ciudad podemos verlas en una buena pantalla y en versión
original, el resto del mundo, es decir casi toda la población en el caso de
España, se tiene que conformar con verlas dobladas o nunca. En cambio, Netflix
y cualquier otra plataforma, acerca el buen cine al último rincón del mundo
siempre y cuando haya internet, claro. Bueno, dicho esto, solo me queda decir
que La balada de Buster Scruggs me ha
gustado mucho. Soy muy fan del western, de todo, el clásico, el moderno, el
posmoderno, el spaguetti, incluso el malo. La revisión del mundo del oeste que
han hecho los Coen es especialmente buena. Son seis historias que debían
presentarse en forma de serie. Pero los Coen prefirieron no encorsetarse en el
formato serie y han hecho una película libre en todos los sentidos. Las
historias duran lo que tienen que durar, unas más que otras, los espacios son
los que tienen que ser, todos ellos escogidos con un cuidado exquisito para ser
el escenario de lo que se cuenta. No hay nostalgia, no hay final feliz, hay
historias que tocan todos los géneros: western musical, western realista,
western poético, western de aventuras, western romántico, western fantástico. Historias
crueles casi todas, divertidas a veces, siempre de supervivencia. Una sola
imagen de este film llena la pantalla de sentido (me dijo Ramon mientras la
veíamos) y tiene razón, porque el cine no es solo lo que nos cuenta, es la
capacidad de evocar sensaciones y emociones con un árbol, un río, una caravana,
un hombre sin brazos… Los Coen, como muchos otros directores, han acabado con el lugar
común de que el cine es distinto a la televisión. Ya no es cierto, se puede
hacer gran cine para una pantalla de ordenador o de televisión. Lo único que importa
es tener algo que contar y contarlo bien. Y ellos lo han hecho.
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La noche de los doce años
Hay una tercera película en
los cines de la que no he hablado. No me apetecía demasiado, y por eso la dejé
fuera del post. Tener que explicar a un buen amigo porque no la había puesto me
ha llevado a reflexionar sobre ella y por eso añado estas líneas que me parecen
que cuentan mejor que nada cual es mi sentimiento hacía un film que me parece
importante sin duda.
La película de Brechner es un
ejercicio muy interesante sobre el paso del tiempo y el peso de la soledad y el
aislamiento. Me gusta que no ponga acentos tremendistas en las secuencias de
tortura o de castigo y que muestre los espacios donde se los confina de una
manera tan realista y al mismo tiempo abstracta. Las celdas, las ventanas, las
rejas, se convierten en dibujos de un paisaje mental para los tres
protagonistas. Los tres personajes están muy bien definidos en sus distintos
caracteres. Y la forma en que interactúan
prácticamente sin estar nunca en el mismo plano es increíble. Aclaro que los tres personajes son tres
prisioneros políticos de la dictadura de Uruguay que permanecieron detenidos y
aislados entre 1973 y 1985. No son tres detenidos cualquiera: se trata de José
Mugica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro. La canción de Silvia
Pérez Cruz es muy bonita y hay que oírla hasta el final. Lo que no me gusta son
las evocaciones, sé que son necesarias, pero me sacan un poco del estado de ánimo que me crea el encierro.
Una última reflexión, la de
las vueltas que da el mundo. Nunca hay que desesperar. Por mas que la situación
en la que estemos sea horrible y parezca no tener final, siempre hay un camino de
salida. El tiempo ayuda a colocar las cosas en su sitio. Por eso es importante
resistir y no caer ni en la desesperación ni en la locura y mucho menos en la tentación
del suicidio. Vivir es superar esos terribles retos y la vida, si uno es fiel a
si mismo, acaba por recompensarte.
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