Pedro
Me gusta mucho la última
película de Pedro Almodóvar. Me gusta sin fisuras, sin peros. Dolor y gloria es, para mí, junto con La ley del deseo, su mejor film. Almodóvar
siempre está contando su vida en el cine, ya lo he dicho antes, pero solo se ha
puesto en primera persona tres veces, en lo que podemos llamar la Trilogía Masculina de los Directores de
Cine (hay un cuarto director de cine, el de Los abrazos rotos, un director ciego, como estaba él mismo, no de
verdad pero si creativamente, en el momento de hacerla, pero esa no es una
película masculina la Trilogía si lo es). La primera entrega de esta Trilogía es
La ley del deseo, de 1987, la segunda
entrega es La mala educación, del
2004. La tercera es este Dolor y gloria
del 2019. Las tres están unidas por un recuerdo, el del niño que cantaba en el
coro del internado de los curas. Las tres son reflejo de su propia vida, de su
propia memoria. Pero de las tres, dos son muy buenas y otra es fallida. No por
eso La mala educación es una mala película,
para nada, es una película muy valiente, muy arriesgada, pero quizás Almodóvar no
estaba preparado para contar lo que contaba. Ahora sí. Ahora puede utilizar a
Antonio Banderas de médium para recordar su infancia feliz en el ensueño de las
drogas y para reflexionar sobre su vejez creativamente dolorosa. Banderas era
el único que podía convertirse en él, hablar como él, vestirse como él, vivir en
una casa que es la suya y tener todas sus enfermedades. Pero no ser exactamente
él. Es un personaje que vive fuera de su referente y eso lo hace más universal.
La sombra beneficiosa de la Ley del deseo
flota en toda la película. Está en ese monologo espectacular de Asier Etxeandia
que es un espejo del de Carmen Maura en La
Ley; está en el beso de Sbariagla y Banderas, calcado del de Banderas y
Poncela. Está en el film Sabor que no
es otro que La ley del deseo. Pero si
Salvador no es Pedro exactamente, Penélope Cruz si es Doña Paquita, su madre,
tan presente en todo su cine, ya fuera en persona, ya fuera por la figura
interpuesta de Chus Lampreave. Aquí,. Doña Paquita es Jacinta, una mujer joven
que canta en el rio mientras lava y cuida y vigila a su hijo con ojo atento; y
una mujer mayor con rostro de Julieta Serrano, que sabe que su hijo se le ha
escapado pero que aun es suyo. En la infancia de Salvador tiene lugar la mejor
escena del film y para mí una de las mejores de su cine. Es un momento de luz,
de felicidad, de alegría, de paz, cuando el niño Salvador ve al joven albañil
desnudo y literalmente se desmaya en un claro síndrome de Stendhal. Dolor y gloria es una película sobria,
casi austera, como una hermosa piedra pulida sin aristas que sobresalgan. Pero
no es una película triste. Al contrario, al cerrar una herida abierta, Salvador
encuentra la fuerza para volver a dirigir. Y puede que Almodóvar también la
haya encontrado como anuncia la última secuencia del film que nos devuelve a la
realidad de la ficción y del cine. Un gran film.
Gabriel
Gabriel es Gabriel Velázquez,
un director salmantino con una filmografía muy especial, muy personal, única.
No conozco ningún otro director que haya sabido retratar tan bien las secas y
hermosas tierras de Salamanca y el río Tormes. Sobre todo en invierno. Sus
historias se mueven siempre a caballo de la ficción y el documental. Y en este
caso más. Porque lo que retrata Gabriel en Zaniki
es un mundo musical que desaparece, El principio del film recuerda el principio
de Cold War, cuando los protagonistas
van en busca de canciones populares que se pierden en la tradición. Pero aquí
los protagonistas son los propios creadores de esa música ancestral y atávica
que se hace con lo que hay a mano. Una sartén, dos cucharas, una cuerda, dos cazos.
Cualquier cosa sirve para hacer música, para cantar. Todo se puede transformar
en sonido armonioso y rítmico. El protagonismo es de la familia Mayalde, mejor
dicho del viejo chamán que es el abuelo Eusebio y el aprendiz de brujo que es
su nieto Zaniki. Los mejores momentos del film son los que pasan juntos en el
monte mágico de la meseta aullando a los lobos. Gabriel Velázquez sabe captar
la belleza del paisaje, la sobriedad hermosa de la meseta. Pero sobre todo sabe
transmitir el deseo de que una cultura, una tradición que viene de lo más
profundo no se pierda. Zaniki es un
film que invita a viajar, con la música hacia el pasado y la magia; con los
paisajes, hacia esa Castilla tan olvidada de todos, tan escondida en cierto
modo. El film se estrena esta semana en Madrid y la semana que viene en
Barcelona. Búsquenlo si pueden.
La voz y el discurso de Pedro Almodóvar siempre son referencias para entender mejor la vida. Ha sido de mucha utilidad leer tu entrada.
ResponderEliminarEstoy de acuerdo. Es una película magnífica. Una gran película. Y ka escenas de las mujetes lavando, tendiendo y cantando, emocionante, inolvidable. La vida misma con luz y la mirada limpia del recuerdo. Salí entusiasmada pero quería saber tu comentario en el blog. Gracias por tus orientaciones siempre.
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