( en cafés como éste se encuentran comen, beben y discuten los personajes)
Esta es una película hablada. Se
puede pensar ¿no son todas las películas habladas? Pues no. En todas las
películas se habla, pero no todas son películas habladas. Dobles vidas de Olivier Assayas sí lo es. Lo es a la manera de Rohmer, como se ha
dicho en casi todas las críticas, lo es, menos, a la manera de Allen, como se
dice en la publicidad. Pero sobre todo lo es a la manera del propio Assayas o, si me
atrevo, a la manera de Hong Sang-soo. Rohmer sin duda está en la memoria de
Assayas, pero sus personajes no son los jóvenes que le gustaban tanto al viejo director
francés. Los de Dobles vidas son
adultos, muy adultos, con una vida detrás. Allen no, Allen no está ni se le
espera. Los cuatro protagonistas de Dobles
vidas no están neuróticos, no son judíos, ni tienen falsos problemas. No,
para nada. En cambio, comen, beben, se emborrachan, hablan, se engañan y aman
de una manera parecida a la del director coreano, con el que comparten, además,
profesión (los personajes de Sang-soo suelen ser gente vinculada al cine, los
de Assayas son gente vinculada a los libros, en ambos casos, intelectuales de
clase media sin graves problemas de subsistencia) y preocupaciones (les gusta el trabajo que
hacen, pero saben que está despareciendo: el editor de libros que ve su futuro
comprometido por la irrupción del mundo digital, la actriz de teatro que
trabaja en una popular serie de televisión, el escritor que no sabe escribir
nada que no haya vivido y la mujer que
trabaja para un político que no merece ser votado). Todos hablan sin
parar. De dos en dos, de cuatro en cuatro, con más gente, en la(s) cama(s) que
comparten, en los bares. Y dicen cosas muy gordas y muy serias con la ligereza
de un souflé. Es inútil que intenten quedarse con todas las ideas que generan
estos parlanchines, pero es importante quedarse con la idea de que vale la pena
escucharlos, verlos y envidiarlos. A pesar de sus pequeñas miserias, son seres
de carne y hueso producto de una cultura que se preocupa de que la inteligencia
tenga algo que decir. Y además es muy entretenida y está llena de un humor
sutil que consigue la complicidad del espectador. Una película hablada que nos
hace pensar…y desear volver a Paris¡
Hola Nuria,
ResponderEliminarSoy amiga de Erika Bornay que me ha enviado la dirección de tu blog. Si fuera posible, me encantaría recibirlo cada vez que lo publiques. Me parece estupendo. Mi dirección: lola.bermudez@outlook.com. Muchas gracias. Saludos cordiales. Lola
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