He dudado mucho en titular
esta entrada Política o Ideología. No sé bien de cuál de las dos cosas estoy
hablando, o a lo mejor de las dos. En realidad no son lo mismo: la ideología
siempre es política, pero ¿la política siempre tiene ideología? Me estoy
liando, así que mejor hablo de los dos estrenos que me han provocado esta duda
y que cada uno decida.
Se trata de una película
alemana, La sombra del pasado, y una
película española, 7 razones para huir
(de la sociedad). No se parecen en nada, pero las dos permiten hablar de
política y de ideología.
(la cúpula nazi visitando la exposición Arte Degenerado, sin ser conscientes que ellos eran los únicos degenerados)
LA
SOMBRA DEL PASADO
La
sombra del pasado está dirigida por Florian Henckel von
Donnersmarck al que muchos recordarán por el arreglo de cuentas con la Stasi
alemana que era La vida de los otros.
Tras una década errática, el director vuelve con La sombra del pasado al tema que le interesa: la historia de
Alemania y las heridas que ha dejado en la sociedad. El film es un fresco histórico
que abarca 30 años cruciales de la vida (y la muerte) en Europa. Su
protagonista y guía a través de los distintos infiernos que recorre es un niño
que en 1937 tiene siete años, vive en Dresde y quiere ser pintor. Le conocemos
de la mano de su joven tía viendo una exposición que fue famosa, Arte degenerado, en la que los nazis
mostraban para denigrarlo, el arte que se había realizado entre 1910 y su llegada
al poder en 1933. Un periódico de la época explicaba: “los
conservadores de todos los museos públicos y privados y los encargados de las
colecciones particulares están deshaciéndose de los más espeluznantes frutos de
una humanidad degenerada y de una generación patológica de artistas”. Bajo el
arte degenerado, los nazis colocaban todos los movimientos de vanguardia de
Europa: impresionismo, expresionismo, dadá, surrealismo, nueva objetividad,
cubismo o fauvismo. Paul Klee, Kandinski, Otto Dix, George Grosz, Ernst Ludwig
Kirchner, Max Ernst, eran algunos de los degenerados que el pequeño Kurt
descubre en esa exposición con ojos asombrados. Su formación y su vocación aun
tendrá que sufrir otra dura prueba cuando con 27 años y bajo el dominio
soviético que controlaba la ciudad de Dresde, se ve obligado a poner su arte al
servicio del realismo socialista. Excelente pintor, Kurt se desespera haciendo
murales de obreros y campesinos con la hoz y el martillo, mientras se le impide
cualquier tipo de manifestación artística o personal. Cansado de ser un artista
del régimen, Kurt y su joven novia, deciden escapar a la Alemania Oriental en
1961, poco antes de que se levante el muro de Berlín. Pero la libertad política
que encuentran en Berlín y en Dusseldorf no será la libertad creativa que Kurt
anhela. Admitido en la famosa Academia donde Joseph Beuys impartía sus clases,
Kurt se ve empujado a seguir las nuevas corrientes artísticas que proclaman que
la pintura ha muerto y que el arte moderno son las instalaciones y las
performances (eso que parece tan moderno tiene ya más de sesenta años de vida).
La desesperación y la frustración se apoderan de Kurt que no encuentra su
camino en ese laberinto de modernidad impostada. Será el propio Beuys el que le
haga recapacitar, quemar todo lo que había hecho y volver a enfrentarse ante la
tela en blanco. Y entonces sí, a los 36 años Kurt se convertirá en un artista
de verdad. Ligeramente inspirada en la vida del pintor alemán Gerhard Richter,
en la película pasan muchas más cosas. Pero a mí solo me interesa destacar esta
línea de la historia porque creo que es por ahí donde aparecen las ideologías
dominantes, del nazismo, al comunismo y a la modernidad, que se imponen sobre
la creación.
7
RAZONES PARA HUIR (DE LA SOCIEDAD)
“Estoy harto de la simetría”,
esta frase de El fantasma de la libertad
de Luis Buñuel preside los siete relatos salvajes de este film política(mente)
incorrecto en el que han intervenido muchas manos. La primera, la de Esteve
Soler, autor de las micro piezas teatrales que se representan; en segundo lugar
los dos directores que se suman a Soler para realizarlas, Gerard Quinto y David
Torras; en tercer lugar los dos productores más inquietos del panorama del cine
catalán, Aritz Cirbián y Martin Samper; y en cuarto lugar, el magnífico
conjunto de actores que se han prestado a dar vida a estos personajes absurdos
y odiosos en un film inclasificable, ¿Es cine político? Pues sí, yo creo que sí.
Lo que nos desvelan estas pequeñas e insignificantes historias es un retrato de
la sociedad egoísta, insolidaria, indiferente, estúpida, explotadora,
aprovechada e hipócrita. Y lo hace con toda la seriedad del mundo en una
comedia negra que congela la sonrisa en los labios, como lo hacía el Buñuel de El ángel exterminador, Simón del Desierto, o El discreto encanto de la burguesía.
Política, ideología. Las dos cosas se dan la mano en estas siete razones que
son un espejo donde nos podemos reconocer. Y avergonzar de paso. Porque bajo su
aspecto de teatro del absurdo, hay algunas verdades que escuecen. Aunque nos
hagan reír.
La sombra del pasado tiene muchos temas (amor, nazis, bombas, locura) pero sin duda alguna, la temática del artista que no triunfa hasta ser él mismo es la parte más interesante. O los mil caminos que hay que recorrer hasta encontrar una obra personal. Las críticas han sido malas para esta película, yo creo que se deja ver muy bien como culebrón con clase.
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