viernes, 3 de mayo de 2019

FESTIVAL(ES)


¿Necesita Barcelona un Festival de Cine Internacional? ¿Necesita Barcelona dos festivales de cine internacionales? ¿Necesita Barcelona que ambos se hagan simultáneamente? A la primera pregunta podría contestar que sí; a la segunda pregunta podría contestar también que sí. A la tercera, definitivamente contesto que no. Un NO rotundo. Lo que ha sucedido estas dos últimas semanas en Barcelona con la simultaneidad y la competencia de dos propuestas de festival que se solapaban en cinco días, es imposible de asumir, de justificar y de entender. El D’A Film Festival llega a su novena edición con una trayectoria consolidada, un prestigio ganado a pulso con su programación y unas fechas que se mantienen desde hace nueve años, siempre a finales de abril y coincidiendo con el 1 de mayo. El BCN Film Fest, llega a su tercera edición con ganas de comerse el mundo (bueno a Barcelona), pero la urgencia de posicionarse en el mapa y la obligación auto impuesta de coincidir con el día del libro (23 de abril) lo obliga a coincidir con el D’A. El resultado es que uno, el BCN Film Fest comenzó el 22 de abril y acabó el 30 de abril, y el D’A Film Festival comenzó el 25 de abril y se acabará el 5 de mayo: dos semanas de festival(es) seguidas que han perjudicado a los dos certámenes. No hay prensa que pueda cubrirlos como es debido, creo que no hay público para los dos festivales y, sobre todo, no hay necesidad de esta competencia absurda. Creo que los que dirigen el BCN Film Fest tienen que hacer una reflexión de qué es lo que quieren hacer, no porque su propuesta no sea buena o digna o que valga la pena, sino por cómo la están haciendo.
Dicho esto, tengo que dejar claro que ambos festivales son muy distintos y esto no quiere decir que uno sea mejor que el otro. El BCN es un festival clásico, de cine comercial de calidad (casi todas o todas las películas que ahí se han visto se estrenan más o menos pronto), cine convencional en el buen sentido de la palabra; el D’A es un festival de riesgo, de apuestas, de films que no tienen otra ventana para verse. Quizás podrían convivir, como lo hace la sección oficial de un festival, más conservadora con sus secciones más alternativas (Zabaltegi, Panorama, La Quincena) pero eso es muy difícil. Sobre todo porque en este caso el D’A tiene una fuerza que le da la calidad consolidada y el BCN aun esta en formación. En fin. Mientras tanto, la prensa hemos hecho lo que hemos podido, teniendo en cuenta que un festival en la ciudad donde vives y trabajas siempre es mucho más difícil de cubrir que uno al que te desplazas solo para asistir a sus sesiones. Las lavadoras se han de poner y hay que ir a comprar al súper, los niños tienen que ir al colegio y hay que trabajar. Si ya es difícil seguir uno, ¡imagínense dos!
Yo, como todos, he hecho lo que he podido. Así que aquí voy a enunciar muy brevemente las películas que he visto, reservándome para su estreno comentarios mas amplios en algunos casos.


Empezando cronológicamente, en el BCN Film Fest he visto:
El bailarín, de Ralph Fiennes, biopic de Rudolf Nureyev que se estrena la semana que viene y de la que solo puedo decir: si te gusta el ballet, es interesante, sino, tú mismo.
La biblioteca de los libros rechazados, de Rèmy Bezançon. La idea central de este ligero y agradable film es brillante: crear una biblioteca donde se conserven todos los manuscritos rechazados por las editoriales, desde libros absurdos hasta posibles joyas ocultas. Fabrice Luchini hace una composición perfecta de un crítico literario pedante y engreído al que no te queda otro remedio que querer. Bonita.
Cartas a Roxane, de Alexis Michalik. El nacimiento del clásico de la literatura francesa Cyrano de Bergerac. Me gusta mucho y en su estreno me extenderé.
De la India a París en un armario de Ikea, de Ken Scott. Divertida mezcla de Tati, Bollywood musical, comedia romántica y cuento fantástico. Se habla en ella de muchos temas importantes sin darles importancia. Me gusta. Se estrena la semana que viene.
Nacido rey, de Agustí Villaronga. Una rareza, un disparate, un film hagiográfico sobre la infancia del rey Faisal, fundador de la dinastía Saudi de Arabia Saudita. Tiene la ventaja de contarnos una historia desconocida, pero la desventaja de que, probablemente, no nos interese nada conocerla. Se estrena en otoño.
El secreto de las abejas, de Annabel Jankel. Adaptación de una novela romántica, de esas que se llaman literatura femenina, que cuenta una historia de amor lésbica en un contexto muy complicado. Bonita.
Sir, de Rohena Gera. Quizás la película que más me ha sorprendido en el BCN Film Fest. Este film indio cuenta una historia de amor y de clase, de dependencia y dedicación, en el ambiente moderno y rico de la Mumbai contemporánea. Volveré a ella cuando se estrene.
Una intima convicción, de Antoine Raimbault. Basada en un hecho real, el film es una clásica película de juicios que sin embargo engancha por el personaje de Nora, la mujer empeñada en demostrar la inocencia de un acusado.


A partir del 25 de abril compaginé como pude con el D’A Film Festival donde he visto:
Anthropocene: The Human Epoch, Jennifer Baichwal. Extraño y fascinante documental sobre la idea, cada vez más extendida, de que la era glaciar del Holoceno, en la que la vida humana se ha desarrollado en el mundo, está dando paso a una nueva era glaciar, el Antropoceno, es decir le edad del hombre (destructor). Nada más acabar la proyección escribí algunas de las sensaciones que me produjo: Dolor en la visión de la destrucción de la naturaleza; belleza de esa naturaleza destruida; enormes máquinas destructoras que parecen salidas de la mente de Miyazaki como inmensos animales articulados; ecos de películas, el túnel de San Gottardo como el viaje interestelar de 2001, la refinería rusa como Blade Runner; descubrir que la gente está orgullosa con sus trabajos destructores; constatar la enorme hipocresía del mundo moderno que quiere ser ecologista pero no renuncia a nada de las ventajas de la civilización; y un hecho que llama la atención. En este retrato de apocalipsis humano, no hay casi presencia china, cuando todo el mundo sabe que son los chinos los que están causando la mayor destrucción del planeta con su desarrollo incontrolado y depredador. Curioso.
Carelia, Internacional con monumento, de Andrés Duque. Después de la inclasificable y hermosa Oleg y las raras artes, Andrés Duque vuelve a Rusia, mejor dicho, sigue en Rusia. Esta vez en una zona fronteriza entre Rusia y Finlandia llamada Carelia, donde viven los carelios, un pueblo antiguo de raíces ancestrales que se hunden en el bosque de los mitos que poco a poco están desapareciendo. Duque busca lo que pervive de esa antigua cultura y lo encuentra en una familia de elfos rubios que habitan los bosques y en sus juegos y lecturas mantienen viva la historia de los dioses paganos. Pero en ese bosque luminoso y feliz, hay una zona oscura. Ahí hubo orcos al servicio de un Sauron contemporáneo que masacró a su propia gente. En esos bosques se esconden en fosas ocultas y desconocidas, los miles de muertos de las purgas de Stalin. Un hombre lleva veinte años intentando sacarlos a la luz, pero el nuevo Sauron (Putin) no perdona esta intromisión en la herencia de su héroe. Carelia es un film, como dice su director, disonante. Entre la luz de los carelios y la oscuridad del nuevo señor de Mordor, Carelia nos deja la sensación de haber visto un film impresionante.
CoinCoin et les z’inhumains, de Bruno Dumont. Segunda entrega de las aventuras de Quinquin, que ahora, tres años después se hace llamar CoinCoin y es seguidor del fascista partido nacionalista. Le acompañan, Tonel, Eva, Jenny, y desde luego la imprescindible pareja de policías Carpentier y el comandante Van del Weiden. Todos ellos ven con estupor y mucho humor como la tierra es invadida por los extraterrestres que han decidido colonizarla con una lluvia de pringue negro y viscoso. La delirante y absurda historia le sirve a Dumont para hacer un retrato de la sociedad contemporánea sin ninguna concesión más que al humor.
Continuer, de Joachim Lafosse. Este director belga consigue transmitir estados de ánimos con casi nada. Bueno casi nada, no. Aquí hay un paisaje que domina el cuadro, el del desierto y las montañas de Kirguizistan donde coloca a sus dos personajes, una madre joven y su hijo adolescente, en un western minimalista que es tanto un viaje en el espacio, como un viaje en los sentimientos. Me gusta mucho.
Hotel By the River, de Hong San-soo. Cualquier película de Hong Sang-soo me gusta. Lo dejo claro. Y ésta también. Rodada en blanco y negro en un paisaje nevado, con poquísimos escenarios, cafés, restaurantes y habitaciones de hotel, donde sus personajes no dejan de hablar, como siempre, y de cruzarse entre si, como siempre. El coreano tiene la capacidad de hacer siempre la misma película y ser siempre diferente. Me gusta mucho,
L’ île au tresor, de Guillaume Brac. Una auténtica sorpresa. La isla del tesoro es un parque acuático cerca de Paris. Durante varios días del verano seguimos a distintas personas que vienen aquí a divertirse. ¿Es un documental? Si y no, es una ficción sobre la realidad. Sin necesidad de insistir, afloran en este parque todas las contradicciones, dudas, problemas, que dominan la sociedad contemporánea. Me ha recordado mucho un film de 1930 de Robert Siodmak, Los hombres del domingo, rodada en el Wansee, el lago de las afueras de Berlín un día de verano. Espero que este sea el único paralelismo entre dos films preciosos y necesarios (todos recordamos lo que pasó en Alemania tres años después, esperemos que no suceda lo mismo en la Europa de ahora mismo).
Largo viaje hacia la noche, de Bi Gan. Los chinos están que se salen. Económicamente, como las hormigas, están colonizando el planeta; culturalmente están dando saltos tremendos. Este film esteticista, efectista, donde se mezcla Wong Kar Wai con David Lynch, es uno de los más interesantes del año. Se estrena a fin de mes, volveré a hablar de él.
Las niñas bien de Alejandra Márquez. Una película mexicana, ambientada entre las clases más acomodadas de ciudad de México en los años setenta, a medio camino del culebrón y la Casa de las Flores. Hipocresía, niñas Popof. Me ha encantado oírlas hablar en defeño.
Un hombre fiel, de Louis Garrel. Deliciosa comedia de enredos, trío amoroso entre un hombre y dos mujeres que podrían ser los hijos (de hecho lo son) de La mama et la putain de Eustache, pero con mucho mas humor, ligereza, y libertad. Mirabeau está mucho más cerca que la Nouvelle Vague. Preciosa.
Vivir deprisa, amar despacio, de Christophe Honoré. Ultima película del director al que el D’A dedica su retrospectiva. Se estrena la semana que viene, hablaré de él de forma más extensa. Ahora y aquí, solo decir que es un film importante sobre un tema del que (¿por suerte?) se habla poco: el sida y su terrible huella mortal en los años ochenta y noventa. Emocionante.


Lo siento, pero aún hay mas en esta larga entrada
Un estreno indispensable
An Elephant Sitting Still, de Hu Bo.
Vista en el D’A, este film chino se estrena esta semana, por eso quiero llamar la atención sobre él. Para mí, ha sido la mejor película del D’A y sin duda una de las mejores del año. Es un film impresionante. En todos los sentidos.
Por su duración, casi cuatro horas (no se espanten ¿no ven a veces cuatro capítulos seguidos de una serie? pues es lo mismo pero sin pausas).
Por su planificación y fotografía en un blanco y negro sombrío pero no oscuro y largos y envolventes planos secuencia con los personajes en primer plano y el fuera de campo muy presente.
Por sus localizaciones, esa ciudad minera sin nombre del norte de China, llena de ruinas de edificios siniestros, escuelas que se caen, estaciones sin futuro. Un espacio de líneas rectas y frías en donde se mueven los personajes mimetizados en esa derrota.
Por los personajes. Esta es la historia de cuatro personas solitarias, desplazadas, marginadas por un mundo en el que no caben a lo largo de un día que cambiará sus vidas. Su relación es espacial, viven en el mismo edificio, van a la misma escuela, comparten un mismo conflicto, pero su trayectoria es individual. Un adolescente maltratado por su padre mata a un compañero de clase en un accidente estúpido; una chica acosada por un video comprometido y una madre que no le hace caso; un hombre mayor al que sus hijos quieren obligar a entrar en una residencia de ancianos: un joven perdido, hermano del muerto en el accidente y testigo y causa del suicidio de su mejor amigo. Los cuatro se cruzan, se encuentran, se relacionan. Viven ese día larguísimo.
No se espanten con todo esto, porque el elefante que da título y les espera sentado, es una película que no se puede dejar de mirar, te envuelve en sus historias y te hace sentir parte de su propia ruina (nunca moral, todos son personajes de una gran dignidad). Pero deja una salida, un baile en la noche que no sabremos nunca si es el baile de la muerte como el de El séptimo sello. En todo caso lo fue para su director, Hu Bo. A los 29 años y al acabar este film imprescindible, Hu Bo se suicidó. China no parece el mejor país para vivir.

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