Largo viaje hacia la noche
Se estrena el cuarto film
chino del año, Largo viaje hacia la noche
del director Bi Gan. Esta barroca experiencia visual que tiene sus referentes
en David Lynch y Wong Kar Way, es la prueba de que China ha entrado
definitivamente en una nueva etapa donde una buena parte de la sociedad ya no
quiere recuperar el pasado (Yimou), ni revisar la historia reciente (Zhangke),
ni ser testigo de la decadencia moral y social de una sociedad en crisis (Hu
Bo) y se entrega a lo que podríamos considerar un cine más propio de sociedades
ricas. Largo viaje hacia la noche es
cine negro, romántico, ciencia ficción. Los tres géneros se mezclan en esta
historia inclasificable que peca, quizás, de un exceso de estilo, de una cierta
grandilocuencia estética. Bi Gan se centra en la forma de contar y nos arrastra
en su sueño imaginario, pero al final uno se pregunta: ¿para ir donde?
En todo caso, lo que es evidente es que estamos ante un cineasta con un universo
propio, alguien que propone nuevos retos estéticos que vale la pena disfrutar
sin intentar analizarlos muy a fondo. Largo viaje hacia la noche es, antes que nada, una experiencia visual.
(libros quizás rechazados en un cuadro de Ramon)
La biblioteca de los libros
rechazados
La película que mas me
gusta de los estrenos de esta semana es otra. No sé si es una gran película, pero no me importa. Me gusta la idea, me gusta el tono, me gusta cómo se
resuelve y además, cualquier película con Fabrice Luchini dentro, me gusta más.
Se titula La biblioteca de los libros
rechazados, la dirige el francés Rémi Bezançon y pasa en un idílico pueblo
de la Francia rural donde vive el padre de una joven editora, casada con un
escritor de libros no rechazados, pero sí de escaso éxito. En una visita a su
padre, la editora descubre en la curiosa biblioteca, el manuscrito de una
novela que se llama Les Dernières Heures d’une Histoire d’Amour, escrita por un tal Henri Pick que resulta ser un
oscuro cocinero en una pizzería, muerto dos años antes, que según su mujer,
jamás leyó un libro ni escribió tres líneas seguidas. El libro se publica, se
convierte en un best seller y ahí entra en el juego el personaje de Luchini, un
crítico literario pedante, prepotente, odiosamente seguro de su poder, que no
lo ve claro y sospecha que hay un fraude. Con la ayuda de la hija del pizzero,
que tampoco acaba de creerse que su padre sea el autor, se embarcan en una
investigación para descubrir al asesino, perdón, al escritor, sin tener la más
remota idea de cómo hacerlo. Y ya no cuento mas de esta divertida y curiosa
historia en la que se cruzan los tres personajes fundamentales para que exista
un libro: el escritor, el editor y aunque sea un tanto innecesario, el crítico
de libros. Creo que todos los que en algún momento de su vida hayan sufrido la
miopía de editores con menos olfato que un ratón ciego, o que hayan visto como
sus obras eran maltratadas y relegadas al olvido por críticos que se creen con
derecho a todo, se sentirán reconfortados con este film ligero y sencillo que
solo puede ser francés, un país donde la lectura de los clásicos y
la enseñanza de la literatura no se consideran algo prescindible, inútil o superfluo.
(Quién quiera que haga la extrapolación del crítico al arte que prefiera, cine,
teatro, música, pintura… en todos los ámbitos de la cultura hay personajes muy
parecidos a Jean-Michel Rouche).
La luz del 14
Y aprovecho esta entrada para
hablar de un libro que fue rechazado, pero que gracias a la tenacidad de su
autor, ha conseguido salir a la luz. Y de luz habla La luz del 14, de escritor sevillano Emilio G. Romero. Luz que
iluminaba la ciudad de Barcelona en el primer año de la primera guerra mundial
cuando la ciudad se convirtió en un nido de espías alemanes, ingleses y
franceses, de burgueses sin escrúpulos dispuestos a hacerse ricos con la
guerra, de mujeres que empezaban a sacar la cabeza y hacer valer sus derechos y
de asesinos. Porque de eso va también esta estupenda novela de intriga. Un
asesino en serie que mata mujeres imitando cuadros famosos, perseguido por una
pareja de policías tenaces que acaban por desentrañar el misterio. Siempre con
el telón de fondo de esa Barcelona que empieza a ser cosmopolita y burguesa.
Conocí a Emilio G. Romero hace cinco años, en un curso sobre La Gran Guerra en el cine en la Universidad de Verano del Escorial que
dirigía Fernando Lara. Él estaba allí por su libro La primera Guerra Mundial en el cine, yo acudía para hablar de Johnny cogió su fusil. Nos hicimos
amigos enseguida. Es fácil hacerse amigo de Emilio. Es inteligente y como buen
sevillano es divertido y muy tranquilo, dos cosas que deben ser muy útiles en
su trabajo como abogado. En aquel verano de 2014 Emilio me contó que estaba
escribiendo una novela ambientada durante la primera guerra mundial en
Barcelona. En seguida le pregunté ¿por qué Barcelona, qué había de interesante
en la ciudad en 1914 como para convertirla en escenario de una intriga entre
política, amorosa y de espías?. La respuesta la tuve cuando me dejó leer un
primer borrador de la novela donde de pronto me enteré de un montón de cosas
que no sabía. Pero lo mejor de la novela era el ambiente que describía. No sé
cómo se las ingenió Emilio para captar el aroma de esa Barcelona, desde sus
barrios más ricos en Pedralbes hasta los más tirados de los alrededores del
puerto. La novela está llena de personajes que dan color y sabor a su narración y aunque poco a poco se centra en la historia
de la protagonista, nunca pierde de vista el contexto donde está pasando: las
películas porno que rodaron los hermanos Baños por encargo del rey; las
primeras mujeres periodistas, Tórtola Valencia y el Paralelo… La luz del 14 no es exactamente una
novela histórica aunque pase hace cien años. Tampoco es una novela de amor,
aunque sea casi un melodrama. No es novela negra pero está llena de crímenes
espeluznantes y tampoco es una novela de espías. Es todo eso junto, pero no
revuelto, cada trama está colocada en su sitio para hacer avanzar el relato y
eso es algo muy difícil de conseguir. Un placer leerla sin duda.
(el libro, editado por
Caligrama, se puede comprar bajo demanda a través de Internet o pedirlo en las
librerías para que lo traigan)
Press
La serie de esta semana no
tiene que ver con un libro pero si con escritores, concretamente, con
periodistas. Se trata de Press, serie
inglesa que se puede ver en Filmin. Está ambientada en dos periódicos, el
progresista Herald y el tabloide sensacionalista
Post, inspirados más o menos
directamente en el tabloide The Sun,
que en la ficción es el Post y en el
progresista The Guardian, convertido
en el Herald. La serie consta de seis
capítulos en los que seguimos en paralelo a las dos redacciones, viendo como
enfocan las noticias desde sus puntos de vista empresariales e ideológicos, y
como se cruzan sus relaciones personales en encuentros más o menos fortuitos, zancadillas, robos de noticias,
amistades. El contexto es el de la gran crisis de la prensa escrita, enfrentada
al reto digital, a las fake news, al auge de la información paralela sin contrastar.
Contra eso han de luchar y lo hacen con armas distintas, pero un objetivo
común: sobrevivir como medios de comunicación. El macguffin de la historia es
un tenebroso programa del gobierno que ambos investigan y que va apareciendo en
todos los capítulos. Espléndidamente interpretada por Charlotte
Riley como la integra y progresista directora adjunta del Herald y Ben Chaplin, como el cínico director y editor del Post, la serie cuenta con una
colaboración especial, la de David Suchet, inolvidable Poirot, que aquí asume
un personaje secundario pero fundamental en la trama. Press es voluntariamente atemporal, no hay nada que nos diga cuando
está pasando, aunque es obvio que sucede ahora mismo. No hay una voluntad de
realismo, el Brexit, por ejemplo, no existe y nunca se identifica a nadie como
laborista o conservador. Esto le ha valido algunas críticas en Gran Bretaña que
le reprochaban una falta de vinculación con la realidad. Pero el creador de la
serie lo justificaba diciendo que el mundo de la prensa es siempre igual y
siempre diferente: hay apasionados y honestos, hay arribistas y puros, hay
corrupción, hay miedo y hay dependencia de los que controlan el soporte
político y económico de la publicación. Press
tiene todos los ingredientes para enganchar a cualquier espectador, pero seguro
que los periodistas que viven el día a día de una redacción se sentirán
profundamente identificados con las situaciones que se muestran. Una serie estupenda.
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