El extraño titulo de esta
entrada surge de las dos películas que esta semana me han llamado la atención.
Una es el último divertimento de Jim Jarmusch, Los muertos no mueren, que inauguró el pasado festival de Cannes.
La otra es Els dies que vindran de
Carlos Marqués-Marcet. Rotaciones de distinto tipo que encuentran en un cuento
al final de la entrada su plena justificación.
(Jim Jarmusch fotografiado por
Chema Prado, otro amigo que podía haber estado en su fiesta particular)
Rotación
1: Los muertos no mueren
Empecemos por la fiesta de
Halloween que se ha montado el director del pelo blanco. No sé si alguien
tendrá respuesta a la pregunta del millón ¿por qué Jarmusch se ha metido en
este lio? La verdad es que da un poco igual. Lo que está claro, al menos para mí,
es que: uno, quizás Jarmush estaba un poco harto de ser un director
“exquisito”; dos, quizás tenía ganas de hacer una película donde pudiera reunir
a algunos de los (super)vivientes no muertos de toda su filmografía; tres,
quizás realmente piensa y quiere ganar un público nuevo, más joven. A ver. A la
primera cuestión, nada que objetar, está en su derecho de no querer ser siempre
el director de arte y ensayo. A la segunda, tampoco nada que decir, si le
apetece hacer una macrofiesta con sus amigos adelante. A la tercera, creo que
se equivoca, con un walking dead de famosos no va a arrastrar a los
adolescentes al cine. Y en cambio, puede espantar a todos los que si quieren
que siga siendo exquisito. Pero vale. Allá él. Reunir en un film a Bill Murray,
Tilda Swinton, Adam Driver, Iggy Pop, Tom Waits, Rosie Perez, Steve Buscemi,
Eszter Balint y Sara Driver, disfrazarlos de zombies y hacerlos hacer y decir
estupideces, puede ser muy divertido y estimulante para él que de esta forma se
quita telarañas de encima. Otra cosa es que lo sea para los espectadores, que
cada uno decida. De todos modos tengo que reconocer que el film de Jarmusch
tuvo un efecto colateral en mí. Me recordó un cuento que escribí en el mas que
lejano, prehistórico año 1981, que se titulaba Dave y de alguna manera tenía que ver con el macguffin de Los muertos no mueren. Lo he recuperado
y si les apetece leerlo, lo he publicado al final de esta entrada, después de
la serie.
(Ramon no ha dibujado mujeres
embarazadas mas que en una ocasión, a mi me gusta mucho la serie que hizo con
una amiga que se prestó a posar para él)
Rotacion
2: Els dies que vindran
Els
dies que vindran es otra tipo de rotación, la rotación del
ciclo de la vida. Marqués-Marcet prolonga de alguna manera sus dos anteriores
trabajos, 10.000 km y Tierra firme, todos ellos con David
Verdaguer de protagonista, con estos días que vendrán en los que el actor está
acompañado de su mujer y de un tercer personaje presente en su ausencia, el
hijo que Vir y Lluis esperan y que de alguna manera alterará sus vidas. Al
margen de la ligereza y fluidez con la que filma Marqués-Marcet, de la sutileza
de las interpretaciones y de ser una película intimista que habla de un
problema universal al que muchas parejas se enfrentan, Els dies que vindran me ha resultado interesante por una
coincidencia de estrenos. Una semana después de Nuestro tiempo de Carlos Reygadas, aparecen estos días de otro
Carlos, tan distintos y sin embargo con un punto en común: ambos están
protagonizados por un matrimonio en la vida real que interpreta a un matrimonio
en la ficción al que le pasan cosas que son y no son las del verdadero, pero
que irremediablemente son espejo de lo que viven en el plano de la vida y que
de alguna manera subliman en el plano del cine. Curioso, si más no. Se trata de
un ser y no ser que seguro provoca muchos terremotos internos de los que los
espectadores son completamente ajenos. ¿Se pondrá de moda un género que
podríamos llamar de auto ficción?
EL RINCÓN DE LA SERIES
Fosse/Verdon
Detrás de estos dos nombres se
esconden Bob Fosse y su mujer la bailarina Gwen Verdon, otro matrimonio en
rotación, interpretado en la serie de HBO por Sam Rockwell y Michel
Williams. Un coreógrafo, bailarín y director de cine excepcional y egocéntrico,
que nos ha dejado films inolvidables desde Cabaret
a All that Jazz y una bailarina
que, aunque esté mas olvidada ahora mismo, fue una de las mejores de los años
cincuenta y sesenta. Se conocieron en 1955 cuando ella era una gran estrella y
él empezaba a despuntar. En una historia que podemos considerar la versión
cambiada de Ha nacido una estrella,
la figura de Verdon fue apagándose mientras la de Fosse fue engrandeciéndose.
Pero lo que esta brillante serie nos recuerda a lo largo de ocho capítulos
dirigidos cuatro de ellos por Thomas Kail, un joven director premiado con
varios premios Tony por sus obras musicales en Broadway y producida entre otros
por Nicole Fosse, la hija de Bob y Gwen, es la estrecha relación de dependencia
que existía entre ellos: dependencia de Fosse hacia Verdon quién estuvo a su
lado hasta el final a pesar de sus continuas infidelidades y desplantes. Es la
bailarina la que acaba por hacerse con esta historia que no es en absoluto un
biopic. Narrada de una forma compleja desde 1955 hasta 1987 a través de los
espectáculos y las películas que hicieron juntos, con evocaciones hacia
momentos de su vida antes de conocerse. Fosse/Verdon es un regalo para los que
disfrutan con los musicales sofisticados de este gran creador, pero también es
un regalo para cualquiera que esté dispuesto a ver un melodrama (nunca mejor
usada esta palabra) en el que la creación y el amor van cogidos de la mano. Fosse/Verdon es un musical, una historia
de amor y la reivindicación de una mujer poderosa sin por ello dejar de
reconocer la importancia creadora incuestionable de un hombre que fumaba
demasiado y al que le gustaban demasiado las mujeres, pero era capaz de
inventar coreografías y espectáculo que están en la memoria de todos, desde Noches en la ciudad, a Star 80, de Malditos yanquis a Chicago,
de Cabaret a Empieza el espectáculo. Eso es precisamente esta serie. Un
espectáculo.
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DAVE
Dave salió del observatorio.
Su rostro expresaba una profunda preocupación. La noche era clara y se detuvo a
contemplar las estrellas. ¿Cuántas noches había mirado el mismo cielo, sin
temor, sin miedo? Debía ser más tarde
que otras veces ya que las estrellas habían recorrido un espacio mayor en el
firmamento. Buscó su estrella favorita en el cinturón de Orión y para verla tuvo que darse la vuelta. Sin
embargo, una rápida mirada a su reloj le confirmó que la hora era la misma de
cada noche. Dave pensó con tristeza que sus peores temores se confirmaban.
Había empezado a suceder.
Dave se dirigió lentamente a su casa. Los bungalows de los
científicos estaban situados al final del campamento, cerca de la entrada sur,
dando directamente a la playa. Le gustaba mucho este sitio. Por la mañana,
antes de ir al observatorio, iba a la playa a bañarse con Maud en el mar del
amanecer. Era agradable pues hacía mucho calor en aquella isla. Maud también
estaba contenta de haber venido a trabajar aquí. Se encontraba bien en el laboratorio
biológico. Los bungalows estaban iluminados por la luna, pero no se veía ni una
sola luz encendida. Caminó por el sendero de grava y entró en su jardín. El
perro se levantó al verle y vino a saludarle como hacía cada noche. Todo
parecía igual, pero él sabía que no era verdad.
Dave entró en su casa. Maud dormía en la gran cama de la
habitación del fondo. Fue a la cocina y sacó un poco de hielo. Se preparó
un whisky y se sentó en el porche
mirando el océano que dulcemente rompía sus olas muy cerca de allí. El perro se
quedó atento a su lado. Dave pensó en su trabajo. Pensó en cómo había sucedido
todo. Pensó como se lo diría a los demás. Porque tendría que decírselo. No
podía ocultar una realidad que en pocos días sería evidente. Más valía estar prevenidos,
aunque no tenía ni idea de que es lo que se podía hacer para evitarlo. Terminó
su whisky y fue a la habitación.
Era un cuarto claro y despejado. A Maud no le gustaban las
habitaciones llenas de cosas. Una cama, una silla, un pequeño armario empotrado.
Eso era todo. Casi no tenían muebles, pero había muchos libros en el suelo y
una buena colección de música. No estaban mucho tiempo en casa, pero les
gustaba saber que tenían a su alcance las cosas que apreciaban. Hacía calor. Se
estiró en la cama procurando no despertar a Maud que se removió inquieta. Dave
sabía que no podría dormir.
Al día siguiente, cuando Maud despertó, lo encontró estirado
a su lado sin desvestir. Se sorprendió al verlo así, pero su instinto le hizo
pensar que no era el momento de comentarios. Dave diría lo que tenía que decir
cuando creyera que era el momento oportuno. Maud se levantó y fue a la cocina.
El perro la esperaba en la puerta moviendo la cola. Era un día precioso, lleno
de luz. El mar brillaba como una cinta de plata. Pero había algo extraño, de
alguna manera el sol no estaba donde debía estar. Olvidó esta sensación al
escuchar a Dave moviéndose por la habitación. Fue a buscarle con una taza de
café humeante en la mano. Dave estaba sentado en la cama y sonrió al verla. Fue
una sonrisa triste. Maud lo notó y le besó cariñosamente en los labios. Dave la
abrazó y la atrajo a la cama.
Poco rato después, mientras Dave se estaba duchando, oyeron
el motor de un coche que se paraba delante del bungalow. Era algo insólito. Dadas
las reducidas dimensiones de la instalación, todo el mundo iba a pie de un
sitio a otro. Tenían un coche que se usaba para ir a comprar al pequeño poblado
del otro lado de la isla y para recoger el cargamento que cada mes les traía el
barco del continente. Dave salió de la ducha mientras Maud hablaba con alguien
en la cocina.,
Era Steve. Al verle Dave comprendió todo. Incluso sonrió al
ver el coche. Eso quería decir que alguien había dado la alarma. Steve no sabía
lo que pasaba, simplemente tenía orden de llevar a Dave y Maud a la oficina
central. Maud estaba sorprendida y un poco asustada ante este cambio en la
rutina diaria de la instalación. Dave pensaba. Pensaba sobre todo en que
tendría que explicar sus descubrimientos para completar los informes de quien
fuera que había dado la alarma. Ahora no podía retroceder. En cierto modo se
sintió más tranquilo. La responsabilidad ya no era solo suya, empezaba a ser
compartida.
Dave y Maud subieron al coche con Steve y se dirigieron al
Paseo de las Palmeras donde estaban los principales edificios de la base. En la
sala de reuniones de la oficina central se encontraron con todos los
trabajadores de la instalación: laboratorios, observatorio, mantenimiento,
economato, cantina. Todos. Dave pensó que esto significaba que quién fuera que
había provocado la reunión se había asustado de verdad. En realidad no eran
muchos. Se trataba de una pequeña base perdida en una isla del Pacífico en la
que trabajaban tres astrónomos, cinco biólogos, un oceanógrafo y varios asistentes
técnicos e informáticos. En total 25 personas bajo el mando de Aron, un hombre
de unos cincuenta años, alto y delgado, de carácter amable, muy querido y
respetado por todos los que vivían en la base.
Cuando estuvieron reunidos en torno a la mesa de la sala
grande Aron se dirigió a ellos. Sus palabras eran cálidas, pero no ocultaban su
preocupación. Aron le cedió la palabra a Cornell, el segundo astrónomo de la
base que trabajaba directamente con Dave. Dave no le había comentado nada de
sus descubrimientos a Cornell, quería pensar bien las cosas antes de
comunicárselo a Aron. Pero Cornell, que desde hacía varios días sospechaba que
pasaba algo raro, se quedó en el observatorio realizando algunas comprobaciones.
Al llegar a determinadas conclusiones, decidió cotejarlas con los datos de Dave
y vio alarmado que lo que sospechaba podía ser cierto. Cornell no tuvo la
entereza de Dave, se asustó de verdad y fue a ver a Aron directamente. Ahora
éste le preguntaba a Dave: ¿es cierto lo que Cornell nos ha contado? Caso de
que lo sea ¿qué podemos hacer?
Dave sabía que le preguntarían eso. Sabía que se vería
obligado a dar una respuesta que no tenía. Bueno, tenía respuesta para la
primera pregunta. Sí, era cierto. No tenía respuesta para la segunda, no tenía
ni idea de que se podía hacer. Se miraron asustados entre sí. Habría que
comunicarlo a las otras bases, habría que intentar averiguar si en otros puntos
de la tierra habían llegado a la misma conclusión, si las observaciones
coincidían. Había que contárselo al mundo para que se preparara a sufrir las
consecuencias.
Después de escuchar a Dave, Aron tomó una decisión. Cogió un
teléfono que le unía directamente con la Casa Blanca. Marcó un número y esperó
ante las miradas expectantes de su equipo. Cuando contestaron se limitó a
decir. Aquí Santa Elena, en el Pacífico. Debo darle una noticia, una extraña
noticia. LA TIERRA HA INICIADO UN MOVIMIENTO DE ROTACIÓN EN SENTIDO LATITUDINAL
DE NORTE A SUR. EL MUNDO SE ESTA MOVIENDO.
Dave suspiró y abrazó a Maud. Ya no era su responsabilidad.
Ni suya ni de nadie. Solo les quedaba esperar con todos los demás, con la
humanidad entera. Esperar y ver donde les llevaba este maravilloso y
extravagante planeta en el que les había tocado vivir.
1981-2002
Maria Rodríguez Soto es una de las mejores actrices del panorama actual. En la obra de La Beckett "La marca preferida de las hermanas Clausman" estaba espléndida.
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