Las dos películas y la serie
de esta semana tienen en común que hablan de separaciones. Pero son tres tipos
de separaciones muy diferentes.
Primera
separación. Proxima
Esta es una separación doble.
La de una madre de su hija pequeña; la de una astronauta de la tierra. Proxima es una película inesperada,
insólita incluso. En primer lugar por su protagonista. Sarah, una astronauta
francesa que se prepara en un duro entrenamiento en la Agencia Espacial Europea
para una misión en el espacio que durará un año, es un personaje muy alejado de
los habituales astronautas (hombres y mujeres) norteamericanos. En eso se nota
que Proxima es una película europea,
y además dirigida por una mujer, la francesa Alice Winecour. En segundo lugar por
lo que cuenta, la separación traumática entre Sarah y su hija Stella de siete
años, una durísima ruptura sentimental que madre e hija tendrán que aprender a
gestionar al mismo tiempo que Sarah se entrena no solo físicamente, sobre todo
emocionalmente, para abandonar la seguridad de la Tierra. Pero aun hay otro
ingrediente que hace de Proxima una
película casi indispensable; esta historia, estructurada siguiendo las etapas
de separación de secciones de un cohete en su lanzamiento al espacio, nos
descubre una realidad muy desconocida, la de las muchas, porque son muchas, mujeres
astronautas que han contribuido en los últimos treinta años al desarrollo de la
carrera espacial. Mujeres que, sin dejar de ser madres, se entregaron a la
conquista del espacio para cumplir sus sueños y construir un mundo mejor. Los
títulos de crédito del final las recuerdan a todas con fotos donde las vemos
con sus hijos. Porque, y esa es la gran lección de este film sobre el espacio
profundamente terrenal, es que no hay que renunciar a tus sueños de ir al
espacio (o lo que sea) y tener hijos. Hay que aprender a hacerlo y contar, como
en el caso de Sarah, con hombres que entienden este conflicto y la ayudan a
resolverlo. Cuando llega el momento final del despegue de la nave espacial,
conocido en el mundo de la astronáutica como la separación umbilical, Sarah y
Stella habrán alcanzado un equilibrio para seguir adelante. Lo que pase
después, no es tema de esta película que tan solo tiene un momento hacia el
final donde corre peligro de descarrilar. Pero Winecour lo soslaya con gran inteligencia.
Segunda
separación: Historia de un matrimonio
Esta es una separación más
tradicional: la de una pareja que se divorcia después de años de convivencia.
El tema lo hemos visto mil veces en el cine Pero la película de Noah Baumbach
es todo menos tradicional o convencional o previsible. Baumbach forma con Wes
Anderson, Spike Jonze y Alexander Payne, el póquer de nuevos directores de un
Hollywood que siempre sabe renovarse y mirar al futuro. Comedia y drama se
entremezclan en su cine de una manera natural. Quizás sea Baumbach el menos
conocido de los cuatro. Pero esta película que es Bergman sin serlo, que es
Allen sin serlo, que es Baumbach en estado puro, puede colocarlo por fin en el
lugar que se merece. El film se estrenó en salas hace un par de semanas, pero
desde hace unos días se puede ver en Netflix. Está protagonizado por Adam
Driver y Scarlett Johansson que encarnan a Charlie y Nicole. Él, director de
teatro neoyorquino, es un intelectual, exquisito y muy culto. Ella, actriz en su
teatro pero nacida en Los Ángeles, es espontanea y quiere ser libre para hacer
otras cosas. Tienen un hijo pequeño, Henry, que es lo que mas les preocupa a
los dos. En realidad Charlie y Nicole se quieren mucho, pero son incompatibles.
Y sus diferencias acaban pesando más que su cariño. Porque lo que les separa es
mucho más que una infidelidad o un desacuerdo; lo que les separa es una forma
de entender el mundo, el arte, la creación. Es algo mucho más profundo y mucho
más serio. Historia de un matrimonio
es un ejemplo del divorcio que existe en Estados Unidos entre la Costa Este y
la Costa Oeste. Por mucho que ellos se quieran, es imposible que puedan vivir
juntos. En ese sentido el film de Baumbach es de una tristeza infinita, pero no
de un desaliento infinito. El humor, la inteligencia, incluso los
estereotipados abogados que interpretan Laura Dern y Ray Liotta, contribuyen a
que este melodrama sea de una desarmante sinceridad.
Tercera
separación: Eta, el final del silencio
La separación aquí es la de un
país de otro país. Una independencia nunca alcanzada en nombre de la cual se permitían
todo. Hasta el asesinato, mejor dicho, 826 asesinatos que ETA llevo a cabo en
los cincuenta años de vida de la banda terrorista. La serie está dirigida por
Jon Sistiaga y se puede ver en Movistar. Sin seguir un estricto orden
cronológico, la serie de siete capítulos recorre la historia de ETA desde que
el 7 de junio de 1968, cometió su primer asesinato matando al Guardia Civil
José Pardines, hasta el 3 de mayo de 2018, cuando un comunicado de la banda
anunciaba la disolución de sus estructuras. Entre esas dos fechas, se extienden
50 años de terror, miedo, dolor, treguas, indiferencia, desprecio, negación y
vacío. Patria de Fernando Aramburu ya
puso el dedo en el gran agujero negro de la sociedad en Euskadi. Pero la serie
de Sistiaga va mas allá al dar voz y rostro a las víctimas (de todo tipo) que
trajo consigo esta violenta y terrible idea.
El primer capítulo es un poco
mas largo, se titula Zubiak es decir Puentes, y es eso lo que intenta trazar
entre la mujer de un asesinado y uno de sus asesinos, condenado a 47 años de
cárcel. El encuentro entre estas dos personas ocupa casi el tercio al final del
capítulo y es absolutamente emocionante en su cotidianidad y sinceridad. El
segundo capítulo se adentra en los extorsionados económicamente por la banda a
lo largo de los años. El tercero es, para mí, el mas estremecedor. No solo
porque está centrado en el asesinato de Miguel Ángel Blanco, uno de los más
crueles, innecesarios y absurdos de la historia de ETA, que marcó un antes y un
después en la respuesta de la sociedad a sus crímenes. Me ha impresionado
porque comienza en una clase en la Facultad de Derecho de Vitoria, con alumnos
de 21 años, nacidos el año que mataron a Miguel Ángel Blanco, que no saben
quién era, nunca han oído hablar de él y apenas tienen una vaga idea de lo
que era ETA. Esto tiene una doble lectura. La positiva: ésta generación mira al
futuro y no carga con el peso de una historia reciente negra y muy traumática.
Pero también tiene una negativa: ésta generación está construyendo ese futuro
sobre el olvido de lo que sucedió y en la ignorancia de lo que llevó a cometer terribles
barbaridades. Yo creo que no hay que vivir en el pasado (toda la historia con
Franco me horroriza, no ha servido mas que para resucitarlo) pero también creo
que hay que conocer el pasado precisamente para evitar caer en los mismos
errores. La historia está ahí para conocerla, estudiarla, asumirla y sacar
lecciones. No para olvidarla o ignorarla.
El resto de los capítulos son
igualmente interesantes. El que se ocupa de reconstruir los orígenes y las
traiciones internas de la organización. El que recorre los Años de Plomo, los ochenta y noventa, cuando ETA mataba a 100
personas al año, políticos, policías, guardias civiles, gente de la calle, son
los años del atentado de Hipercor en Barcelona, de la muerte de Gregorio Ordóñez,
de Ernest Lluch. En el Epílogo, se intenta entender dónde estamos ahora mismo y un último
capítulo, Las terceras generaciones,
da voz a los hijos de las victimas de uno y otro lado, niños y adolescentes
cuando sus padres murieron. Esta conversación a cuatro es un rayo de esperanza,
una forma de trazar los puentes de los que se hablaba en el primer capítulo de
la serie. Un no olvidamos, pero seguimos adelante.
Impresionante lección de
historia moderna, filmada en libertad, rompiendo el silencio y dando voz a los
que durante años no tuvieron voz en Euskadi, ETA el final del silencio es una serie que tendrían que enseñar en
los colegios de toda España.
Querida Nuria,
ResponderEliminarMe ha impresionado una serie tan necesaria y valiente, que empecé a ver con cierto recelo después del primer capitulo, pero ha ido creciendo en los demás, sin artificios y permitiéndonos escuchar, por primera vez y si se quiere algo edulcorada, la voz del "otro lado". Por ponerle algunos pero: todavía me resulta algo chocante que un asesino se siente con la esposa de su asesinado a charla sobre cómo lo mató entre lechugas y un buen vino. Por supuesto, que cada uno gestiona su dolor como quiere, pero a mi me siguen activando ciertos niveles de resistencia emocional y ética determinados espectáculos televisivos. Otra lastre, ciertamente menor, me parece la forma de hacer alguna preguntas de Sistiaga, demasiado afectada, que lastran conversaciones apasionantes y, por último, el sentar en una mesa al mismo nivel de víctima al hijo de un asesino con otros tres, lo que el hijo de Eslepe delimita de forma tan certera, elegante y educada en un momento memorable de la conversación del último capítulo.
Todo un acierto la serie porque mucha gente debe ser que si España no cedió a cuarenta años de chantaje brutal con un grado de barbarie tan despiadada, no lo va a hacer ante experimentos precocinados en Harvard y en la Sexta News (incluido nuestro Roger Ailes particular -colosal La voz más alta-), por muy excéntricos y tremendistas que sean.
Un abrazo.
Completamente de acuerdo en lo que dices. Sistiaga es a veces demasiado protagonista y cuesta creer algunas situaciones. Pero es impresionante lo que cuenta y lo que no cuenta. Ojala hubiera mas trabajos así.
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