Los
clásicos son el mejor refugio frente a los cuatro jinetes de la crisis del
apocalipsis que nos persigue implacablemente: la climática, la psicológica, la
política/económica y la sanitaria. ¿Cómo enfrentarse a estos cuatro abanderados
de la angustia y la depresión? Con un ventilador para que corra el aire; con
amigos que nos ayuden a sobre llevar mejor este tiempo; no viendo la televisión en
ningún momento y usando la dichosa mascarilla. Y confiando en la gente. Una
tarde de esta semana salí a la calle sin mascarilla. Se me olvidó. Iba a comprar
y de pronto, en medio de la cuesta que me lleva al super, me di cuenta que no
la había cogido. Me paré en seco, como si frenara. Un chico que caminaba por la
otra acera me vio y me preguntó “¿Le pasa algo? ¿Necesita ayuda?” Le miré y le
contesté. “No, no, es que me he dejado el bozal en casa y no sé si volver a
buscarlo o arriesgarme a seguir sin él”. “¡Ah! si es por eso, no se preocupe.
Tengo mascarillas de sobras, trabajo en emergencias y siempre llevo”. Cruzó la
calle, y me regaló una mascarilla. Este gesto me reconcilió con el mundo y con
mis semejantes y para acabar de alegrarme el día, al llegar a casa me puse a
ver una película de John Ford.
John
Ford y Howard Hawks nunca fallan. Esta semana he vuelto a ver ¡Hatari!
y La fiera de mi niña, de Hawks y
tres películas de Ford, La legión invencible,
Misión de audaces y Río Grande. Y
he descubierto cosas nuevas en cada una de ellas a pesar de haberlas visto
decenas de veces.
(una
“Mamá Tembo” dibujada por Ramon)
En
¡Hatari! a parte de su estupendo
sentido del humor, me sorprendió la fuerza de los dos personajes femeninos.
Ramon siempre dice que las mujeres en el cine de Hawks son fuertes y mas
inteligentes que los hombres. Es verdad. Dallas y Brandy tienen las cosas
claras y muchos mas matices que los chicos de la peli. ¡Hatari! es una aventura basada en la amistad, la solidaridad, la
comprensión y sobre todo el respeto: a los animales, al paisaje, a la vida y a
las personas. En estos tiempos de corrección política y de fundamentalismos
intolerantes seguramente una película como ésta ni se podría plantear, por
suerte Hawks la hizo hace exactamente 58 años. De La fiera de mi niña es difícil decir nada nuevo. Que una película
con 82 años encima sea todavía una de las mas modernas, atrevidas, divertidas y
transgresoras de la historia del cine, es un milagro que Hawks, Hepburn y Grant
consiguen renovar cada vez que se ve. Acabas la peli saliendo al jardín, o la
terraza o el balcón llamando a George, el perro y buscando a Baby, el
maravilloso y cariñoso leopardo (que en realidad es un guepardo con un papel destacado
en ¡Hatari!). Pero lo nuevo que vi
esta última vez, fue la sana y limpia crítica al academicismo mas estéril
representado en ese hueso de brontosaurio (o lo que sea). Donde haya una
Katharine Hepburn en estado de gracia que se quite cualquier brontosaurio.
Lo
que he descubierto en las tres películas de Ford es diferente. Ford es emoción,
Ford es aventura, Ford es épica. Pero Ford es también metafísica. Al menos en
estas tres películas. La legión
invencible, Misión de audaces y Río
Grande, forman parte del ciclo que podemos llamar de “El Séptimo de
Caballería”, ese que llegaba siempre en el último minuto a salvar a los colonos
del ataque de los indios. Las tres tienen a John Wayne como protagonista en
personajes muy parecidos: solitarios y duros soldados a punto de retirarse de
la vida militar. Pero lo más sorprendente es lo que cuentan. El relato en los
tres casos, aunque con diferencias, es el de una columna de soldados de
caballería marchando por el desierto, adentrándose en territorio enemigo, indio
en dos historias confederado en otro, con un objetivo no siempre
demasiado claro. En las columnas hay una mujer obligada por las circunstancias
a seguir con los soldados: una joven que tiene que coger una diligencia para
volver al este, una rehén sureña forzada a huir con ellos o la esposa del
coronel que debe llegar al fuerte. Ford dedica mucho metraje a esos viajes casi
homéricos por los mismos desiertos y con los mismos indios de todas sus
películas. Y en las tres contrapone el humanismo de algunos personajes, –en ese
sentido el médico de William Holden en Misión
de audaces es ejemplar–, con la disciplina del ejército obligado a cumplir
las órdenes recibidas. Son tres películas muy interesantes (además de bonitas,
emocionantes y a ratos divertidas y musicales) por lo que tienen de búsqueda y
de viaje. Los dos Johns (Ford y Wayne) llenan la pantalla con su presencia y
con su capacidad de entender la naturaleza humana.
Estos
y muchos otros clásicos se pueden ver en distintas plataformas. Pero los que
vivimos en Barcelona tenemos la suerte de poder verlos alguna vez en una
pantalla grande. Y no una cualquiera. El cine Phenomena de la calle Nápoles es
uno de los mejores de Europa. El sonido es espectacular, la imagen nítida (es
de los pocos que aun puede proyectar en 35 mm), es confortable, grande, con
cortinas rojas. Phenomena añade a su nombre la palabra Experience y eso es lo
que es, una experiencia desconocida para todos los que no vivieron la época
gloriosa de los Urgel, Aribau, Cineramas… ¡Ah! Y cambian la programación cada
día.
(como
la protagonista de Papicha, yo también diseño vestidos que nunca serán
realidad, y que les podrían gustar a las esposas del coro)
Mujeres protagonistas
Esta
semana en la que vuelven los estrenos, hay dos películas a destacar. No tienen nada que ver con los clásicos, seguramente nunca lo
serán, pero están llenas de buenas intenciones y son un soplo de aire fresco en
momentos no demasiado optimistas como los que estamos pasando.
Papicha, sueños de libertad es una película argelina realizada
gracias a las ayudas europeas y en este caso, además, qataris. Es el primer
largometraje de ficción de Mounia Meddour, una documentalista argelina educada
íntegramente en Francia que se ha distinguido por su postura en defensa de las
mujeres en Argelia y en general en el mundo árabe, condenadas a desaparecer
bajo los velos de la intolerancia religiosa que las excluye del mundo. Papicha está ambientada a principios de
los años 90 en Argelia, cuando aún no se había extendido como una mancha tóxica el
fundamentalismo mas radical, pero ya asomaba las orejas. En esa sociedad represiva,
dos combativas chicas sueñan con ser
diseñadoras de ropa. Saltándose todas las reglas de la rígida residencia
universitaria donde viven, acuden todas las noches a las discotecas para vender
sus vestidos a las “papichas”, nombre de las jóvenes argelinas que no aceptaban
los límites de una sociedad acosada por del terrorismo islámico. La enorme
transgresión de las protagonistas es la de organizar un desfile de modas con
vestidos hechos con lo que tienen a mano, –como si fueran Escarlatas con las
cortinas verdes. No quieren nada mas, pero eso es mucho. Viendo la película me
acordaba de algunos amigos de mi hermano que estudiaban en Checoslovaquia a
mediados de los años sesenta. Estos chicos mexicanos y españoles, hijos de
comunistas convencidos, arriesgaban su libertad por escuchar a los Beatles,
máximo exponente de rebeldía en el gris entorno en que vivían. Todo es siempre
relativo.
La
otra película se llama ¡Que suene la
música!, absurda traducción del Military
Wives título original mucho mas descriptivo de lo que cuenta el film. Está
dirigida por Peter, Full Monty,
Cattaneo, y está protagonizada por la siempre excelente Kristin Scott Thomas. Veinte
años después de Full Monty, Peter
Cattaneo repite el mismo esquema, esta vez basándose en un hecho real, los coros
organizados por las mujeres de militares británicos en las bases donde viven
esperando el regreso de sus maridos o la noticia de su muerte. La historia nos
cuenta cómo nació la idea de estos coros de mujeres. Mientras sus maridos y sus
hijos están en Siria, Afganistán, Irán o en cualquier otro país acabado en án,
estas mujeres condenadas a vivir confinadas en las bases encuentran la
solidaridad y una manera de enfrentarse al dolor y la incertidumbre de la pérdida
cantando juntas, construyendo algo entre todas ellas. Es una película menor,
pero muy positiva que nos muestra una
realidad muy ignorada: detrás de los militares destinados en las guerras del
mundo, hay siempre familias y mujeres que los esperan. John Ford habría hecho
un gran film con este tema Y Howard Hawks seguramente también.
El
regalo de esta semana es un homenaje a las chicas argelinas y las esposas
británicas.
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