sábado, 8 de agosto de 2020

CLÁSICOS

 

Los clásicos son el mejor refugio frente a los cuatro jinetes de la crisis del apocalipsis que nos persigue implacablemente: la climática, la psicológica, la política/económica y la sanitaria. ¿Cómo enfrentarse a estos cuatro abanderados de la angustia y la depresión? Con un ventilador para que corra el aire; con amigos que nos ayuden a sobre llevar mejor este tiempo; no viendo la televisión en ningún momento y usando la dichosa mascarilla. Y confiando en la gente. Una tarde de esta semana salí a la calle sin mascarilla. Se me olvidó. Iba a comprar y de pronto, en medio de la cuesta que me lleva al super, me di cuenta que no la había cogido. Me paré en seco, como si frenara. Un chico que caminaba por la otra acera me vio y me preguntó “¿Le pasa algo? ¿Necesita ayuda?” Le miré y le contesté. “No, no, es que me he dejado el bozal en casa y no sé si volver a buscarlo o arriesgarme a seguir sin él”. “¡Ah! si es por eso, no se preocupe. Tengo mascarillas de sobras, trabajo en emergencias y siempre llevo”. Cruzó la calle, y me regaló una mascarilla. Este gesto me reconcilió con el mundo y con mis semejantes y para acabar de alegrarme el día, al llegar a casa me puse a ver una película de John Ford.

John Ford y Howard Hawks nunca fallan. Esta semana he vuelto a ver ¡Hatari! y La fiera de mi niña, de Hawks y tres películas de Ford, La legión invencible, Misión de audaces y Río Grande. Y he descubierto cosas nuevas en cada una de ellas a pesar de haberlas visto decenas de veces.

 

                            (una “Mamá Tembo” dibujada por Ramon)

En ¡Hatari! a parte de su estupendo sentido del humor, me sorprendió la fuerza de los dos personajes femeninos. Ramon siempre dice que las mujeres en el cine de Hawks son fuertes y mas inteligentes que los hombres. Es verdad. Dallas y Brandy tienen las cosas claras y muchos mas matices que los chicos de la peli. ¡Hatari! es una aventura basada en la amistad, la solidaridad, la comprensión y sobre todo el respeto: a los animales, al paisaje, a la vida y a las personas. En estos tiempos de corrección política y de fundamentalismos intolerantes seguramente una película como ésta ni se podría plantear, por suerte Hawks la hizo hace exactamente 58 años. De La fiera de mi niña es difícil decir nada nuevo. Que una película con 82 años encima sea todavía una de las mas modernas, atrevidas, divertidas y transgresoras de la historia del cine, es un milagro que Hawks, Hepburn y Grant consiguen renovar cada vez que se ve. Acabas la peli saliendo al jardín, o la terraza o el balcón llamando a George, el perro y buscando a Baby, el maravilloso y cariñoso leopardo (que en realidad es un guepardo con un papel destacado en ¡Hatari!). Pero lo nuevo que vi esta última vez, fue la sana y limpia crítica al academicismo mas estéril representado en ese hueso de brontosaurio (o lo que sea). Donde haya una Katharine Hepburn en estado de gracia que se quite cualquier brontosaurio.

 

Lo que he descubierto en las tres películas de Ford es diferente. Ford es emoción, Ford es aventura, Ford es épica. Pero Ford es también metafísica. Al menos en estas tres películas. La legión invencible, Misión de audaces y Río Grande, forman parte del ciclo que podemos llamar de “El Séptimo de Caballería”, ese que llegaba siempre en el último minuto a salvar a los colonos del ataque de los indios. Las tres tienen a John Wayne como protagonista en personajes muy parecidos: solitarios y duros soldados a punto de retirarse de la vida militar. Pero lo más sorprendente es lo que cuentan. El relato en los tres casos, aunque con diferencias, es el de una columna de soldados de caballería marchando por el desierto, adentrándose en territorio enemigo, indio en dos historias confederado en otro, con un objetivo no siempre demasiado claro. En las columnas hay una mujer obligada por las circunstancias a seguir con los soldados: una joven que tiene que coger una diligencia para volver al este, una rehén sureña forzada a huir con ellos o la esposa del coronel que debe llegar al fuerte. Ford dedica mucho metraje a esos viajes casi homéricos por los mismos desiertos y con los mismos indios de todas sus películas. Y en las tres contrapone el humanismo de algunos personajes, –en ese sentido el médico de William Holden en Misión de audaces es ejemplar–, con la disciplina del ejército obligado a cumplir las órdenes recibidas. Son tres películas muy interesantes (además de bonitas, emocionantes y a ratos divertidas y musicales) por lo que tienen de búsqueda y de viaje. Los dos Johns (Ford y Wayne) llenan la pantalla con su presencia y con su capacidad de entender la naturaleza humana.

Estos y muchos otros clásicos se pueden ver en distintas plataformas. Pero los que vivimos en Barcelona tenemos la suerte de poder verlos alguna vez en una pantalla grande. Y no una cualquiera. El cine Phenomena de la calle Nápoles es uno de los mejores de Europa. El sonido es espectacular, la imagen nítida (es de los pocos que aun puede proyectar en 35 mm), es confortable, grande, con cortinas rojas. Phenomena añade a su nombre la palabra Experience y eso es lo que es, una experiencia desconocida para todos los que no vivieron la época gloriosa de los Urgel, Aribau, Cineramas… ¡Ah! Y cambian la programación cada día.

 

(como la protagonista de Papicha, yo también diseño vestidos que nunca serán realidad, y que les podrían gustar a las esposas del coro)

Mujeres protagonistas

Esta semana en la que vuelven los estrenos, hay dos películas a destacar. No tienen nada que ver con los clásicos, seguramente nunca lo serán, pero están llenas de buenas intenciones y son un soplo de aire fresco en momentos no demasiado optimistas como los que estamos pasando.

Papicha, sueños de libertad es una película argelina realizada gracias a las ayudas europeas y en este caso, además, qataris. Es el primer largometraje de ficción de Mounia Meddour, una documentalista argelina educada íntegramente en Francia que se ha distinguido por su postura en defensa de las mujeres en Argelia y en general en el mundo árabe, condenadas a desaparecer bajo los velos de la intolerancia religiosa que las excluye del mundo. Papicha está ambientada a principios de los años 90 en Argelia, cuando aún no se había extendido como una mancha tóxica el fundamentalismo mas radical, pero ya asomaba las orejas. En esa sociedad represiva, dos combativas chicas sueñan con ser  diseñadoras de ropa. Saltándose todas las reglas de la rígida residencia universitaria donde viven, acuden todas las noches a las discotecas para vender sus vestidos a las “papichas”, nombre de las jóvenes argelinas que no aceptaban los límites de una sociedad acosada por del terrorismo islámico. La enorme transgresión de las protagonistas es la de organizar un desfile de modas con vestidos hechos con lo que tienen a mano, –como si fueran Escarlatas con las cortinas verdes. No quieren nada mas, pero eso es mucho. Viendo la película me acordaba de algunos amigos de mi hermano que estudiaban en Checoslovaquia a mediados de los años sesenta. Estos chicos mexicanos y españoles, hijos de comunistas convencidos, arriesgaban su libertad por escuchar a los Beatles, máximo exponente de rebeldía en el gris entorno en que vivían. Todo es siempre relativo.

La otra película se llama ¡Que suene la música!, absurda traducción del Military Wives título original mucho mas descriptivo de lo que cuenta el film. Está dirigida por Peter, Full Monty, Cattaneo, y está protagonizada por la siempre excelente Kristin Scott Thomas. Veinte años después de Full Monty, Peter Cattaneo repite el mismo esquema, esta vez basándose en un hecho real, los coros organizados por las mujeres de militares británicos en las bases donde viven esperando el regreso de sus maridos o la noticia de su muerte. La historia nos cuenta cómo nació la idea de estos coros de mujeres. Mientras sus maridos y sus hijos están en Siria, Afganistán, Irán o en cualquier otro país acabado en án, estas mujeres condenadas a vivir confinadas en las bases encuentran la solidaridad y una manera de enfrentarse al dolor y la incertidumbre de la pérdida cantando juntas, construyendo algo entre todas ellas. Es una película menor, pero muy positiva que nos muestra  una realidad muy ignorada: detrás de los militares destinados en las guerras del mundo, hay siempre familias y mujeres que los esperan. John Ford habría hecho un gran film con este tema Y Howard Hawks seguramente también.

 

El regalo de esta semana es un homenaje a las chicas argelinas y las esposas británicas.



 

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