Esta semana he visto dos
películas que se parecen mucho. Bueno, no. Tienen argumentos muy parecidos,
pero las películas son completamente diferentes. Esto me ha hecho pensar en la
relativa importancia de las historias a la hora de hacer que una
película sea de una manera o de otra. El cine es imagen, es sonido, es ritmo de
montaje, es mirada. Todo eso condiciona la historia. Por eso pueden ser tan
distintas dos películas que, contadas, parecen la misma. Las dos son de hace
unos años, una se estrena en salas ahora, supongo que ante la penuria de material nuevo;
la otra se puede ver en Filmin. Vamos a compararlas:
Primero los argumentos.
Más
allá de las palabras, de Urszula Antoniak, Holanda 2017. Michael es
un joven polaco que vive en Berlín. Guapo, rico, moderno, disfruta de todas las
ventajas de la ciudad más cool de Europa. Pero un día aparece en su puerta un
hombre que dice que es su padre, al que no ve desde que era muy pequeño.
Durante un fin de semana, hijo y padre intentarán encontrar un camino de
reconciliación, o como mínimo, de comprensión.
La
redempció dels peixos (La redención de los peces), de
Jordi Torrent, España 2013. Marc es un joven catalán que llega a Venecia con la
intención de conocer a Paco, su padre, al que nunca ha visto. Su madre ha
muerto hace poco y el chico siente la necesidad de saber quién es ese padre que
él cree le abandonó. Durante unos días de vacaciones en la ciudad de los
canales, hijo y padre intentarán encontrar un camino de reconciliación o como
mínimo, de comprensión.
Ambas historias son muy
parecidas. Hijo, padre perdido y reaparecido, una ciudad como escenario. Pero
aquí acaban las similitudes. Porque no hay películas más distintas entre sí
que estas dos.
Segundo los estilos
Más
allá de las palabras es una película rodada en un blanco y negro
contrastado y muy potente en un Berlín frío y estilizado aunque el encuentro
entre padre e hijo suceda en pleno verano. Los espacios de la ciudad son
abstractos y el tono voluntariamente intenso, casi pedante, incluso
desagradable. No hay nada en Michael que lo haga simpático, tampoco hay nada en
su desastrado padre, juguete roto de una Polonia de los 80 en la que ser punk
era una manera de rebelarse contra el orden, pero que en la Europa del siglo
XXI, ya no sirve para nada.
La
redención de los peces, es una película voluntariamente
naturalista, cercana, rodada en una Venecia de turistas, pero también de
venecianos, donde Marc se pierde en sus calles, como se pierde en la relación
con ese padre desconocido. A Marc lo entendemos, pero no está claro que lo
queramos. Tampoco Paco, su padre es alguien que nos caiga bien. Si el polaco
viene de un punk rebelde, Paco, viene de la Barcelona de los 80, de la fiesta infinita
de las drogas que diezmó a una generación.
Tercero: los subtextos.
En todo film hay siempre un
subtexto a veces tan importante o más que el texto dominante. En Más allá de las palabras, ese subtexto
es el de la imposible integración de los trabajadores de la Europa del Este en
las sociedades democráticas del oeste. Michael es rico y un profesional con una
carrera, pero nunca dejará de ser “el polaco” aunque perfeccione su acento y se
sienta igual a su amigo Franz. La llegada de su padre le enfrenta de golpe a
esa realidad. Tendemos a pensar que la discriminación y el desprecio se focaliza en los inmigrantes ilegales o en los refugiados de cualquier guerra,Y nos olvidamos que también hay ciertos europeos que están considerados de segunda o de tercera categoría en sociedades que, sin ningún derecho, se consideran mejores. Esta idea,
surgida de la propia experiencia de la directora, polaca en Holanda, es quizás
lo mejor de este film, irregular pero muy interesante.
El subtexto en La redención de los peces, es más
simple: la difícil reconciliación entre dos generaciones formadas en conceptos
morales muy distintos. Marc es incapaz de entender y aceptar el nomadismo y la
falta de convenciones de su padre (desde su vida marginal en distintos países
hasta su actual ocupación como traficante de libros antiguos). Curiosa paradoja
entre un padre sin raíces, capaz de transgredir sin complejos los valores
considerados como normales y un hijo, que se ha educado en el respeto a esos
valores. Salvando todas las distancias, este conflicto me ha recordado el de
una película canadiense que me gustó mucho, Las
invasiones bárbaras donde se cuenta la historia de un padre, un viejo
profesor universitario socialista, libertario y vital frente a su hijo, un
joven broker capitalista puritano y reprimido, que acaban encontrando un
espacio de convivencia.
Con esto cierro el círculo
volviendo al principio: los argumentos no determinan las películas.
ELRINCÓN DE LAS SERIES
Esto de los argumentos parecidos me ha llevado a pensar en tres miniseries, dos británicas y una danesa, que tienen en común ser investigaciones criminales basadas en hechos reales. Las inglesas están en Filmin, Manhunt, tres capítulos y Honor, dos capítulos; la danesa tiene seis capítulos, se llama The Investigation y se puede ver en Movistar. Las tres cuentan desde la ficción, pero con una poderosa base documental, las investigaciones de la policía en tres casos de asesinato muy mediáticos. Y relativamente cercanos.
Manhunt
se
centra en el inspector Colin Sutton, que en el 2004 se puso al frente de un
equipo de policías cuando apareció en un parque de Londres el cuerpo asesinado
de una joven estudiante francesa. Durante dos años, Sutton y su gente, investigaron
pacientemente el asesinato, relacionándolo con otros anteriores ocurridos en
distintos lugares, luchando con la incompetencia de sus superiores y la falta
de coordinación de las distintas policías. Hasta encontrar al asesino en serie
que los cometió. Toda la historia está contada desde el punto de vista de este
hombre casi mediocre en su aspecto, absolutamente confundible con cualquiera,
de vida ordenada, muy alejado del estereotipo de los policías americanos. En la
historia tienen un papel importante los padres franceses de la víctima con los
que Sutton establece una fuerte conexión.
The
investigation cuenta un caso que se hizo muy famoso en el
año 2017, el llamado “caso del submarino”. El jefe de la unidad de homicidios
de Copenhague Jens Moller dirige un equipo que investiga la
desaparición de Kim Wall, una periodista sueca a la que se perdió la pista
cuando hacia una entrevista al constructor de un submarino casero. Desde muy
pronto, Moller sospecha que es un caso de asesinato y también desde muy pronto
intuye quién es el asesino. Toda la serie es un intento de encontrar la
manera de demostrarlo ante la insistencia de un fiscal que necesita pruebas, no
intuiciones. Como Colin Sutton, Jens Moller es alguien completamente normal, un
policía serio, aburrido, un poco desagradable y muy tenaz. Como Colin Sutton,
Moller establece una estrecha relación con los padres de la víctima. Como Colin
Sutton, Moller padece la incompetencia y arrogancia de algunos de sus
superiores. Una de las cosas más interesantes de esta serie, que la distingue
de las otras dos, es que nunca vemos al sospechoso y supuesto asesino.
Honour
recuerda el horror de un crimen de honor que en el año 2006 conmocionó la
opinión pública inglesa. En enero del 2006, apareció muerta una joven kurda de
20 años a la que se había dado por desaparecida en contra de la opinión de sus
padres que sostenían que simplemente se había marchado. En este caso, la
protagonista es la inspectora de policía Caroline Goode, una mujer de mediana
edad, tan cotidiana y normal como sus colegas Sutton y
Moller, la encargada de un equipo que investiga primero la
desaparición de la joven kurda Banaz Mahmod y poco después su confirmado
asesinato. También en este caso, la relación con la familia es importante,
sobre todo con una hermana de la víctima. En contra de algunos de sus
superiores y miembros de su equipo, Goode está dispuesta a encontrar a los
responsables, lo que la lleva a descubrir que el crimen lo organizaron y cometieron
algunos miembros de su propia familia de kurdos iraquíes: su padre, su tío, sus
primos, que lejos de arrepentirse, están orgulloso de haberla matado. Han
salvado el honor de la familia. A diferencia de las otras dos series, junto al
objetivo principal de encontrar y castigar a los responsables, en Honor hay otro tema importante: la
puesta en evidencia de la actitud de la policía frente a este
tipo de casos. Hasta cinco veces denunció la joven kurda amenazas e incluso
agresiones que la llevaron al hospital, ante la total indiferencia de los
supuestamente responsables de ayudarla. Este comportamiento es una prueba de lo
poco que en realidad importa lo que les suceda a estas mujeres. Es un terreno
resbaladizo que se mueve entre el “no nos metamos con sus cosas”, “son sus
costumbres” y la idea generalizada de que “total, no son de los nuestros”.
Ver estas tres series de caso
reales da que pensar: vivimos en una sociedad
enferma donde los asesinos en serie hacen vida como felices padres de familia,
los depredadores sexuales se sienten impunes, y los crímenes de honor cometidos
en nombre de supuestas costumbres o preceptos religiosos son vistos como algo
inevitable en pleno siglo XXI.
Pero no quiero acabar con una sensación de "qué horrible es todo". Por suerte , la sociedad tiene mecanismos para luchar contra la estupidez. Confiemos en ellos, Y mientras tanto un bonito regalo. Ya que las tres víctimas de las series eran jóvenes mujeres, que mejor que tres retratos que las recuerden.
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