Crash
“Más me adentro en la vida, más desconfío de las
ideas y más confío en las emociones”. (Louis Malle)
Me he encontrado con esta frase de Louis Malle cuando buscaba que había
escrito de Crash, la película de
David Cronenberg que se reestrena ahora. La frase –me gustó entonces, pero
ahora me parece más necesaria–, estaba en una exposición sobre Malle que vi en
Cannes de 1996, donde la película de David
Cronenberg dividió a la crítica entre los que la acusaban de pornográfica,
sucia, subversiva y obscena y los que pensaban que era un desafío intelectual y
moral que retrataba muy bien la falta de sensibilidad y empatía de la sociedad
contemporánea. Yo me alineaba en estos últimos, aunque reconociendo que Crash me producía muy mal rollo. La
versión restaurada que se reestrena ahora, 25 años después, cuenta con una
pequeña introducción del propio director en la que recuerda ese pase por Cannes
y se pregunta porque el libro de J.G Ballard publicado en 1972 no tuvo ningún
problema y en cambio su película provocaba tanto rechazo. Yo creo que la
respuesta es doble: por un lado, leer una descripción del placer que produce acariciar
las cicatrices en la pierna de una mujer mutilada, no es lo mismo que ver esa
mujer y su pierna llena de hierros. La imagen siempre es mucho menos sugerente
y a veces es difícil de soportar. Por otro lado, el que lee un libro lo hace en
solitario y casi siempre sabiendo lo que está leyendo; en cambio el que va a
ver una película no siempre está preparado para una experiencia tan extrema
como la de Crash. 25 años después, Crash sigue siendo potente, atrevida,
sigue siendo un desafío subversivo, quizás más ahora que entonces. Ahora mismo,
no sé si nadie se atrevería a hacer una película como ésta. Tan extrema, tan hermosa,
tan fría, tan dolorosa y al mismo tiempo tan fascinante. Crash es una experiencia que sigue dando mal rollo, pero como el
rollo que nos rodea es tan horrible, acaba siendo, en comparación, casi
confortable.
Fragmentos
de una mujer (Netflix)
Las
cicatrices de este film estrenado en Netflix no son tan visibles como las de
los accidentes de Crash. Y aunque son
igual de dolorosas, no producen ningún placer. Al contrario. Las cicatrices de
Martha y Sean son profundas y los fragmentos emocionales que provocan son mucho
más insoportables que las piernas y costillas rotas de los accidentes de
Cronenberg. Fragmentos de una mujer
es la primera película en inglés de una pareja de cineastas húngaros, ella
guionista, él realizador, que se inspiran en una vivencia personal para contar la
historia de este matrimonio. Todo empieza con un impresionante plano secuencia
de 25 minutos en el que asistimos a un parto casero que acaba trágicamente. A
partir de aquí, el film sigue el lento y difícil proceso de separación de la
pareja y la lenta y difícil reconstrucción de los fragmentos de esta mujer,
papel que le permitió a Vanessa Kirby ganar la Copa Volpi a la mejor actriz en
la Mostra de Venecia. Aunque el tema principal es el dolor de la pérdida y como
se enfrentan a ella el marido y la mujer, hay en el film tres conflictos
morales flotando sobre la historia. ¿Hasta qué punto se debe permitir los partos
caseros, donde no hay garantías de poder solucionar los problemas que surjan?
¿Hasta qué punto es responsable la comadrona si las cosas se tuercen en estas
circunstancias y los padres siguen empeñados en no ir al hospital? ¿Hasta qué punto
es lícito que se pretenda obtener dinero como compensación del dolor sufrido? Sin
caer nunca en lugares comunes, ni jugar la carta del melodrama o la fácil
demagogía, la película no da respuestas directas a estas cuestiones, y deja al
espectador que vaya encontrándolas en paralelo a su protagonista.
EL RINCÓN DE LAS
SERIES
Las
cicatrices en este caso son las que la vida ha dejado en el rostro de una mujer
excepcional y en las calles de una ciudad inigualable. Supongamos que Nueva York es una ciudad nos demuestra que hay
esperanza en el mundo, que todavía quedan rayos de lucidez y gente que piensa.
Trump no ha conseguido acabar con la inteligencia en Estados Unidos. La prueba
es esta divertida y ácida serie que no es exactamente un documental. Dirigida
por Martin Scorsese, Supongamos…
tiene como hilo conductor la figura de Fran Lebowitz, una escritora
neoyorquina, de setenta años sin pelos en la lengua a la hora de decir lo que
piensa, lo que siente y lo que quiere. Los siete episodios de 30 minutos son
conversaciones entre la escritora y el director en un teatro con público y en
una charla mas privada en un café. Estos diálogos brillantes, están ilustrados
con materiales de archivo de la larga carrera de Fran Lebowitz y sus muchas
apariciones en la televisión, (es impagable su entrevista con Spike Lee). Pero
sobre todo, Supongamos … es un
retrato de la ciudad y sus gentes siguiendo a Fran Lebowitz en sus paseos por
una Nueva York prepandemia, todavía llena de vida. Fran Lebowitz es un buen
ejemplo de que la edad no es un problema (a no ser que seas Donald Trump,
claro, o Putin, pero en estos casos no es la edad el problema, es su cabeza). Fran
es una mujer sin complejos que mira y observa la ciudad y sus habitantes con
una mirada crítica y tierna. Odia las multitudes, pero le gustan los niños; detesta
las nuevas tecnologías, pero adora las fiestas; desprecia el dinero, pero
quiere vivir bien. No tiene reparos en hablar claro de todo. Sus monólogos son
deslumbrantes, sus diálogos con Scorsese inteligentes. Se ríen mucho, porque
reírse es muy sano y reírse de uno mismo, más sano aun. El montaje, marca de la
casa Scorsese, tiene un ritmo endiablado, la banda sonora es espectacular y se
convierte casi en un tercer interlocutor, la fotografía es preciosa,
naturalista pero no realista, o al revés, me da igual. Y la verborrea de Fran
sobre lo divino y lo profano, sobre la cultura y los impuestos, sobre la literatura
y el metro, sobre el deporte y la música, son absolutamente deliciosos. No
tiene desperdicio. Es una lección de lo que debe ser un programa de
entrevistas, un programa cultural. Lo que dice Fran Lebowitz y el cómo lo dice,
no se escucha habitualmente en la tele. Estados Unidos tiene lo peor del mundo
(Trump, el trumpismo, el negacionismo, la estupidez) y lo mejor de mundo (la democracia
y su capacidad de controlar los populismos, la brillantez y la inteligencia).
Después de un periodo oscuro en el que ha dominado la falta de dignidad, quiero
creer que con Biden se ha recuperado algo del espíritu de esta serie. ¡Viva Fran
Lebowitz!
Una muestra solo: “Vas a una subasta, sale un Picasso y silencio sepulcral. Cuando baja el martillo por el precio, aplausos. Vivimos en un mundo en el que se aplaude el precio, no el Picasso. Nada que añadir.”
Felicidades Núria por tus comentarios siempre tan acertados. Muchos aplausos para ti! (Sin precio) Angela
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