Esta semana ha empezado la
guerra. Si será mundial y catastrófica para la humanidad o si se quedará
circunscrita a la pobre Ucrania, lo sabremos dentro de poco. Pero pase lo que
pase, el mundo ya no será igual. El siglo XXI está sometiendo a la humanidad
(toda) a unas presiones cada vez más insostenibles: los atentado del 11 de
septiembre del 2001, el reguero de atentados y guerras en nombre de la yihad,
la crisis terrible del 2008, el auge de los nacionalismos excluyentes y xenófobos
en toda Europa, la pandemia del Covid 19 y ahora Putin y sus ansias de gloria
zaristo/stalinista. No nos dejan vivir en paz. No nos queda más que el refugio
de lo cercano, de lo cotidiano. Lo demás, todas las certezas que pudiéramos
tener sobre el mundo y el futuro, han saltado por los aires.
En este contexto me ha
parecido interesante recuperar una película premonitoria Donbass de Sergei Loznitsa, estrenada en el 2019 y que ahora se
puede ver en Filmin. Estremece verla en este nuevo escenario.
DONBASS Sergei Loznitsa Filmin
En abril del 2019, cuando se
estrenó esta película en los cines, escribí:
“El
otro estreno grande de la semana es Donbass, película ucraniana
necesaria, imprescindible, útil para recordarnos que ahí mismo, en una esquina
de Europa, hay un país que vive en una guerra civil latente y de la que no se
habla, un país ocupado por un ejército extranjero del que nadie dice
nada. Ucrania está sufriendo una guerra de independencia de la región de
Donbass, que los pro rusos quieren separar de un estado europeo para ser parte
de la Rusia de Putin. Una guerra de intolerancia, crueldad, barbarie y
mentiras, de la que sabemos poco o nada. El film de Sergei Loznitsa es un
pequeño grano de arena para empezar a pensar en lo que está pasando allí. Ya
desde su titulo Donbass, el director hace una declaración de
intenciones. Para los independentistas Donbass es un nombre prohibido, ellos se
llaman Nueva Rusia. Pero no es la única prueba del compromiso de este director
con una realidad terrible. Construido como una ronda de trece episodios en los
que un personaje de uno sirve de enlace con el siguiente, Donbass es
un viaje circular al infierno de la barbarie, la crueldad, la intolerancia y la
manipulación de una sociedad violenta y corrupta. Desagradable, incómoda y
caótica, como la propia sociedad que refleja, Donbass dibuja
un panorama de políticos corruptos, soldados desmotivados, periodistas que no
entienden nada, hasta llegar a una escena casi insoportable, no tanto por su
propia violencia, sino porque la podemos reconocer como propia: un hombre ucraniano,
acusado de luchar contra la independencia, es insultado, maltratado cruelmente
por una muchedumbre enloquecida ante la mirada cómplice de los policías que le
debían custodiar. Donbass es una lección de historia, es cine
militante, es cine político. Pero sobre todo es cine que nos hace reflexionar
como un espejo donde nos vemos reflejados sin que nos guste nada lo que vemos.”
Recupero este texto en esta
semana en la que Donbass se ha convertido en el centro vital de la más grande
amenaza que ha vivido Europa desde el final de la segunda guerra mundial. Putin
se ha crecido en sus ansias desmesuradas de recuperar la grandeza de la Rusia
zarista y para eso debe acabar con Ucrania como sea, aun a riesgo de provocar
una guerra de dimensiones insospechadas. A Putin ya no le basta con
desestabilizar Europa con sus peones de extrema derecha, de extrema izquierda o
nacionalistas. Ahora quiere humillar a ese Occidente que considera el enemigo
número uno por sus valores, por su cultura, por su democracia, todo lo
imperfecta que queramos, pero democracia. Por la libertad en definitiva de
pensar y actuar. Ver esta magnífica película de Sergei Loznitsa ahora, es
toda una revelación. Cosas que en su estreno del 2019 se nos escapaban ahora
son meridianamente claras. Como esa matanza final que cierra la ronda infernal
de corrupciones y violaciones de los derechos. Una matanza que alcanza todo su
sentido cuando la enlazamos con la serie noruega Furia de la que hablo en esta misma entrada. La escenificación de
un atentado a un autobús, es decir la fabricación de una fake news como excusa perfecta
para desencadenar una reacción, no puede tener testigos., por eso se mata impunemente
a todo el equipo que ha colaborado en esa falsa noticia. Tampoco pueden quedar
testigos de los atentados a la dignidad que se están produciendo en esa pequeña
región de Europa que ya no forma parte de Ucrania, si es que Ucrania sigue
existiendo tras la invasión masiva de estos últimos días.
FURIA Filmin
Empecé a ver esta serie
noruega pensando que era una más del noir nórdico que me gusta mucho. Policía con
un pasado complicado recién llegado a un pueblo pequeño donde todo el mundo se
conoce, un asesinato, contexto racista con conflicto permanente con los refugiados.
Nada demasiado nuevo, aunque enmarcado en unos paisajes de ensueño. Pero poco a
poco, Furia va dando giros
inesperados. De noir convencional, pasa a noir de terrorismo, de noir de terrorismo
islámico, pasa a noir de terrorismo de extrema derecha, y de noir de extrema
derecha pasa a ser abiertamente un noir político. No es una gran serie, y su
guion está lleno de agujeros, pero te engancha por lo que cuenta y lo que desvela
de una realidad que pone los pelos de punta. La trama lleva del norte de
Noruega a Berlín donde una célula de ultraderecha financiada por dinero ruso se
dispone a orquestar un gran atentado bajo la apariencia de ser un atentado del
yihadismo islámico. Como van creando las pruebas para acusar a los musulmanes,
como fomentan el miedo a los refugiados y a todo el mundo árabe, como organizan
las pistas y conducen a la policía de dos países por donde quieren, siempre
guiados en la sombra por la larga sombra de la Rusia de Putin empeñada en desestabilizar
Europa para romper la unidad europea al precio que sea. Furia es ejemplar en ese sentido, toda una lección de historia
contemporánea y una iluminación sobre los discursos racistas y xenófobos de,
por ejemplo, VOX y otros nacionalismos excluyentes.
Pequeñas
notas de una semana plagada de buenos estrenos
Competencia
oficial, de Gastón Duprat y Mariano Cohn, o como los actores,
cuando son buenos, son capaces de reírse de si mismos en una comedia de tres
personajes estupendos: Penélope Cruz desmelenada, Antonio Banderas egocéntrico,
Oscar Martínez detestable.
Great
Freedom, de Sebastian Meise o como una sórdida historia carcelaria
de homosexuales, se convierte en una historia de amor de una enorme. luminosidad y de una honda carga de
denuncia de una sociedad intolerante.
Las
ilusiones perdidas, de Xavier Giannoli o como se puede convertir
un clásico de la literatura como es Balzac en un film de una absoluta
modernidad sin necesidad de cambiar los decorados de la época. El pasado como
espejo del presente.
Un
pequeño mundo, de Laura Wandel o como se puede hacer un film
con niños sin tratarlos de subnormales y reflejando no solo su punto de vista,
sino sus dudas y sus frustraciones, sus crueldades y solidaridades.
El
triunfo, de Emmanuel Courcol, o como el teatro puede salvar a
los delincuentes cuando encuentra una obra en la que se sienten reflejados. Esperando a Godot de Samuek Becket es
perfecta para que la interpreten un grupo de reclusos que se pasan la vida
esperando algo. Divertida, con unos actores perfectos, se inspira libremente en
un hecho real sucedido en 1986 en Suecia.
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