sábado, 26 de febrero de 2022

RUSOS

 

Esta semana ha empezado la guerra. Si será mundial y catastrófica para la humanidad o si se quedará circunscrita a la pobre Ucrania, lo sabremos dentro de poco. Pero pase lo que pase, el mundo ya no será igual. El siglo XXI está sometiendo a la humanidad (toda) a unas presiones cada vez más insostenibles: los atentado del 11 de septiembre del 2001, el reguero de atentados y guerras en nombre de la yihad, la crisis terrible del 2008, el auge de los nacionalismos excluyentes y xenófobos en toda Europa, la pandemia del Covid 19 y ahora Putin y sus ansias de gloria zaristo/stalinista. No nos dejan vivir en paz. No nos queda más que el refugio de lo cercano, de lo cotidiano. Lo demás, todas las certezas que pudiéramos tener sobre el mundo y el futuro, han saltado por los aires.

En este contexto me ha parecido interesante recuperar una película premonitoria Donbass de Sergei Loznitsa, estrenada en el 2019 y que ahora se puede ver en Filmin. Estremece verla en este nuevo escenario.

 

DONBASS Sergei Loznitsa Filmin

En abril del 2019, cuando se estrenó esta película en los cines, escribí:

El otro estreno grande de la semana es Donbass, película ucraniana necesaria, imprescindible, útil para recordarnos que ahí mismo, en una esquina de Europa, hay un país que vive en una guerra civil latente y de la que no se habla, un país ocupado por un ejército  extranjero del que nadie dice nada. Ucrania está sufriendo una guerra de independencia de la región de Donbass, que los pro rusos quieren separar de un estado europeo para ser parte de la Rusia de Putin. Una guerra de intolerancia, crueldad, barbarie y mentiras, de la que sabemos poco o nada. El film de Sergei Loznitsa es un pequeño grano de arena para empezar a pensar en lo que está pasando allí. Ya desde su titulo Donbass, el director hace una declaración de intenciones. Para los independentistas Donbass es un nombre prohibido, ellos se llaman Nueva Rusia. Pero no es la única prueba del compromiso de este director con una realidad terrible. Construido como una ronda de trece episodios en los que un personaje de uno sirve de enlace con el siguiente, Donbass es un viaje circular al infierno de la barbarie, la crueldad, la intolerancia y la manipulación de una sociedad violenta y corrupta. Desagradable, incómoda y caótica, como la propia sociedad que refleja, Donbass dibuja un panorama de políticos corruptos, soldados desmotivados, periodistas que no entienden nada, hasta llegar a una escena casi insoportable, no tanto por su propia violencia, sino porque la podemos reconocer como propia: un hombre ucraniano, acusado de luchar contra la independencia, es insultado, maltratado cruelmente por una muchedumbre enloquecida ante la mirada cómplice de los policías que le debían custodiar. Donbass es una lección de historia, es cine militante, es cine político. Pero sobre todo es cine que nos hace reflexionar como un espejo donde nos vemos reflejados sin que nos guste nada lo que vemos.”

Recupero este texto en esta semana en la que Donbass se ha convertido en el centro vital de la más grande amenaza que ha vivido Europa desde el final de la segunda guerra mundial. Putin se ha crecido en sus ansias desmesuradas de recuperar la grandeza de la Rusia zarista y para eso debe acabar con Ucrania como sea, aun a riesgo de provocar una guerra de dimensiones insospechadas. A Putin ya no le basta con desestabilizar Europa con sus peones de extrema derecha, de extrema izquierda o nacionalistas. Ahora quiere humillar a ese Occidente que considera el enemigo número uno por sus valores, por su cultura, por su democracia, todo lo imperfecta que queramos, pero democracia. Por la libertad en definitiva de pensar y actuar. Ver esta magnífica película de Sergei Loznitsa ahora, es toda una revelación. Cosas que en su estreno del 2019 se nos escapaban ahora son meridianamente claras. Como esa matanza final que cierra la ronda infernal de corrupciones y violaciones de los derechos. Una matanza que alcanza todo su sentido cuando la enlazamos con la serie noruega Furia de la que hablo en esta misma entrada. La escenificación de un atentado a un autobús, es decir la fabricación de una fake news como excusa perfecta para desencadenar una reacción, no puede tener testigos., por eso se mata impunemente a todo el equipo que ha colaborado en esa falsa noticia. Tampoco pueden quedar testigos de los atentados a la dignidad que se están produciendo en esa pequeña región de Europa que ya no forma parte de Ucrania, si es que Ucrania sigue existiendo tras la invasión masiva de estos últimos días.

 


 FURIA Filmin

Empecé a ver esta serie noruega pensando que era una más del noir nórdico que me gusta mucho. Policía con un pasado complicado recién llegado a un pueblo pequeño donde todo el mundo se conoce, un asesinato, contexto racista con conflicto permanente con los refugiados. Nada demasiado nuevo, aunque enmarcado en unos paisajes de ensueño. Pero poco a poco, Furia va dando giros inesperados. De noir convencional, pasa a noir de terrorismo, de noir de terrorismo islámico, pasa a noir de terrorismo de extrema derecha, y de noir de extrema derecha pasa a ser abiertamente un noir político. No es una gran serie, y su guion está lleno de agujeros, pero te engancha por lo que cuenta y lo que desvela de una realidad que pone los pelos de punta. La trama lleva del norte de Noruega a Berlín donde una célula de ultraderecha financiada por dinero ruso se dispone a orquestar un gran atentado bajo la apariencia de ser un atentado del yihadismo islámico. Como van creando las pruebas para acusar a los musulmanes, como fomentan el miedo a los refugiados y a todo el mundo árabe, como organizan las pistas y conducen a la policía de dos países por donde quieren, siempre guiados en la sombra por la larga sombra de la Rusia de Putin empeñada en desestabilizar Europa para romper la unidad europea al precio que sea. Furia es ejemplar en ese sentido, toda una lección de historia contemporánea y una iluminación sobre los discursos racistas y xenófobos de, por ejemplo, VOX y otros nacionalismos excluyentes.

 

Pequeñas notas de una semana plagada de buenos estrenos

Competencia oficial, de Gastón Duprat y Mariano Cohn, o como los actores, cuando son buenos, son capaces de reírse de si mismos en una comedia de tres personajes estupendos: Penélope Cruz desmelenada, Antonio Banderas egocéntrico, Oscar Martínez detestable.

Great Freedom, de Sebastian Meise o como una sórdida historia carcelaria de homosexuales, se convierte en una historia de amor de una  enorme. luminosidad y de una honda carga de denuncia de una sociedad intolerante.

Las ilusiones perdidas, de Xavier Giannoli o como se puede convertir un clásico de la literatura como es Balzac en un film de una absoluta modernidad sin necesidad de cambiar los decorados de la época. El pasado como espejo del presente.

Un pequeño mundo, de Laura Wandel o como se puede hacer un film con niños sin tratarlos de subnormales y reflejando no solo su punto de vista, sino sus dudas y sus frustraciones, sus crueldades y solidaridades.

El triunfo, de Emmanuel Courcol, o como el teatro puede salvar a los delincuentes cuando encuentra una obra en la que se sienten reflejados. Esperando a Godot de Samuek Becket es perfecta para que la interpreten un grupo de reclusos que se pasan la vida esperando algo. Divertida, con unos actores perfectos, se inspira libremente en un hecho real sucedido en 1986 en Suecia.

 El regalo de esta semana es un girasol que Ramon ha dibujado expresamente en honor de Ucrania. El girasol es la flor nacional de ese atacado país.



 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario