El sol del futuro, de Nanni Moretti
Tal como está el mundo la
verdad es que el futuro no me apetece mucho, tampoco el presente, si he de ser
sincera. Pero el futuro se presenta muy sombrío. Supongo que en algún momento
de los años cincuenta, también debían pensar que era oscuro, y aquí estamos
¿no? Pero no sé si las cosas estaban tan complicadas y enredadas como ahora. La
tecnología ha venido a hacernos la vida más fácil, aunque en realidad nos la ha
puesto muy difícil. y la confusión en las ideas es generalizada en el mundo. Por suerte hay gente como Nanni Moretti que aun
piensa que en el futuro puede haber un sol, El
sol del futuro.
Mi relación con Moretti es de amor/odio. Él, como persona, me resulta insufrible y creo que no soy la única. Incluso creo que él lo sabe y por eso no duda en ponerse en primera persona en sus muchos films autoreferenciales como un ser imposible de soportar. Pero su cine, muchas veces, no todas, me gusta mucho. Me gusta cuando se coloca en primer plano. Se podría escribir su biografía usando cuatro de sus películas más emblemáticas: Palombella Rossa de 1989, siempre le gusto mucho nadar; la magnífica Caro diario, de 1993, a la que homenaje sin pudor cambiando la Vespa por un patinete eléctrico que maneja con gran soltura por la noche romana; Aprile, de 1998, donde escribe con la cámara un diario con todas sus filias y sus fobias y este Sol del futuro en el que travestido de lo que realmente es, un director de cine neurótico, obsesivo, insufrible pero lleno de talento, nos regala un retrato de la Italia de los cincuenta y de la Italia de ahora mismo. El sol del futuro es un film de ideas: de planificación, de guión, ideológicas...
La lectura del guión de la película ambientada en 1956 en un barrio popular romano, es una muestra de lo mal que se enseña la historia reciente, lo poco que se conoce del pasado de dónde venimos. Los más jóvenes no saben que en Italia hubo un Partido Comunista poderoso que llegó a tener miles y miles de afiliados, no saben quién era Stalin. No saben nada de nada. Moretti lo cuenta en una secuencia llena de humor, y con una economía de diálogos envidiable. Una sola frase “¿En Italia había comunistas, pero los comunistas no vivían solo en Rusia?”, y un gesto de Moretti tapándose la cara con desespero, lo dicen todo. El sol del futuro es una película plena de guiños cinéfilos a películas clásicas del cine italiano, a él mismo y mucho a Fellini. Es su 8 y medio, pero en clave de humor y musical. Porque, por fin, Moretti ha podido hacer un musical. Su musical, y soltarse a bailar y cantar y ponerse en ridículo. Y destrozarle la vida a su resignada esposa, la siempre impecable Margarita Buy, que ya no puede más.
Todo el film es referencial,
pero hay tres secuencias que lo sitúan en nuestro tiempo: la conversación con
los directivos de Netflix, hilarante y al mismo tiempo estremecedora; la larga
secuencia en el rodaje de un film de acción de un director de moda que quiere
rodar el último plano y Nanni se interpone una y otra vez; y la tercera, la que
pasa en el decorado de la sede del PCI en 1956 donde hay una foto de Stalin.
Moretti, indignado, la arranca de la pared, aunque sabe y los demás saben, que en
esa época el retrato de Stalin estaba en todas las sedes del PCI. Moretti reescribe
la historia y borra a Stalin como Stalin borraba a los que le molestaban. Eso,
lo de borrar de la foto a los que no te siguen la corriente, empieza a ser de
una enorme actualidad en nuestro país. En fin, son estas tres secuencias las
que me cargan de razones para que no me guste el futuro que nos espera. Menos
mal que hay soles que nos iluminan y nos ponen a bailar de vez en cuando.
The Architect de Kerren Lumer-Klabbers, Filmin
Siempre intento encontrar
relaciones entre los temas que escojo para el blog, pero nunca me lo habían
puesto tan fácil como esta semana en la que el sol del futuro de Moretti
encuentra su perfecta representación en el sol de mentiras de esta serie. Para
Julie, arquitecta con trabajo, pero tan precario que se ve obligada a vivir en
un aparcamiento vacío que alquila los espacios donde antes estaban los coches, para la gente que
no puede pagarse un apartamento, el sol no es otra cosa que una luz difusa
detrás de un cristal que le permite tener la ilusión de que la esta iluminando
y calentando. Un sol falso, un sol del presente. Porque la realidad de Julie no
es la del futuro, es la de ahora mismo. En mi barrio, cantidad de tiendas se
han convertido en viviendas si luz directa, con soles falsos, la precariedad nos
ha llevado hasta este punto en el que la antigua farmacia es ahora una casa
donde vive una familia. Julie lo sabe de primera mano y por eso, cuando se
presenta a un concurso de arquitectura, convocado por una gran empresa inmobiliaria
que quiere construir 1000 apartamentos en el centro de Oslo, lo tiene fácil.
Solo tiene que proyectar a gran escala el habitáculo donde ella vive. Los
cuatro episodios de 20 minutos se ven de un tirón como una película corta. Y se
disfrutan aunque te ponga los pelos de punta ese mundo de máquinas sin alma y
esas futuras casas sin luz. Julie es una gran arquitecta pero no es una gran persona.
Ella sabe que su proyecto volverá a expulsar a los expulsados que ya no podrán
pagar sus min espacios en un parking. Un retrato absolutamente cruel y brutal
de ese presente que anuncia un futuro que no me gusta Ya lo decía al principio.
El regalo de esta semana es un cuadro romano por donde podría circular Moretti con su patinete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario