(En San Sebastián también hay
castillos)
El castillo, de Martín Benchimol
El Premio Horizontes de San Sebastián es casi siempre una sorpresa para muchos críticos que no siguen esta sección, una de las mejores del festival. En este caso, el jurado de Horizontes Latinos premió una película argentina llamada El castillo. No la vi y eso que vi cinco de las doce películas programadas. No la vi, porque no pude, no por falta de ganas. Y esas ganas se incrementaron cuando escuché las razones del jurado para destacarla: “Una fábula documental que invoca la magia del cuento como política cotidiana a partir del retrato encantador de una madre y una hija y su fortaleza en el bosque.” Bueno, pues ya la he visto. Y estoy de acuerdo con el jurado, es una fábula documental que invoca la magia del cuento. El castillo no es una ficción, pero hay en ella materiales no para una, sino para varias ficciones: la relación de Justina con su empleadora en el pasado; la pasión de Alexia por la mecánica y los coches; la historia de cada uno de los animales que conviven con ellas; la familia rica que parece no entender porque ese castillo no es de ellos… Temas para futuras películas contenidos en una historia documental de apenas 78 minutos. Pero vamos por partes. ¿Quién es Justina, quién es Alexia? Justina es la madre, Alexia es la hija. Justina heredó de su antigua señora la propiedad del castillo, con la condición de cuidarlo y no venderlo nunca. Alexia es su hija post adolescente. Ellas son las dos princesas de este castillo y de este cuento. Habitan esa casa encantada en medio del bosque con la compañía de un corderito negro, un cerdito pequeño, varios perros, un gato blanco y unas cuantas vacas. Viven tranquilas. La película empieza en un amanecer y casi se cierra en un anochecer. Entre medio el transcurrir de la vida con sus ritmos lentos, conversaciones, visitas inoportunas, pequeños problemas. Y dignidad, mucha dignidad. Y amor, mucho amor. Y respeto, mucho respeto. Todo filmado con una fotografía preciosa en su iluminación fantástica y en sus encuadres, muchas veces enmarcados en puertas y ventanas que hacen un cuadro dentro del cuadro. La película la dirige Martín Benchimol, un conocido documentalista argentino. Pero si delante del castillo están estas dos mujeres, madre e hija, detrás del castillo hay muchas mujeres, empezando por las productoras que confiaron en la intuición de Benchimol para contar esta historia de dos Rapunzels a las que el director, como el príncipe, vino a liberar de su voluntario encierro. El castillo es uno de esos films con una extraña magia que nace de su interior.
Tres amigas, tres premiadas, tres princesas
Esta semana estoy muy
contenta. Tres amigas han sido o serán premiadas en este mes. Celebrar los
premios es una manera de estar a su lado y de compartirlos con ellas.
(Alicia acompañándome cuando
me dieron el Premio de la Academia de Cine)
Cronológicamente el primero ha
sido para Alicia Luna que el pasado
5 de octubre recibió el XII Premio
Mujer de Cine que reconoce su trabajo no solo como guionista, también como
docente y formadora de guionistas a través de su Escuela de Guión y sus
divertidos libros sobre la sufrida profesión de los que escriben guiones. Alicia
es rubia, pequeñita, muy coqueta. A Alicia la conocí en el rodaje de Tierra y libertad de Ken Loach en 1995.
Ella llevaba la prensa de la película, todavía no era guionista. Desde entonces
hemos sido amigas, Alicia me acoge en su casa cuando voy a Madrid, nos
encontramos siempre que podemos, compartimos ideas y deseos y ganas de no
perder la ilusión. Alicia es una mujer jacaranda. Se lo decía hace poco.
Ligera, flexible y firme. Ganó un Goya por Te
doy mis ojos, dirigido por Iciar Bollaín que ha sido la encargada de entregarle
el Premio Mujer de Cine.
(Cata en los primeros tiempos
de la Filmoteca)
La segunda es Catherine Gautier que el próximo 24 de
octubre recibirá el Premio ‘Una trayectoria profesional’, que cada año
concede el festival Cine por Mujeres por Madrid. Catherine, Cata, es
morena, pequeñita, francesa. Empezó a trabajar en la Filmoteca Nacional de
España en 1975, el mismo año que entró Ramon Herreros en Barcelona y unos meses
antes de que lo hiciera Chema Prado en Madrid y yo en Barcelona. Durante ocho
años, compartimos programación, problemas, risas y algunos disgustos. Después,
yo dejé la Filmoteca que ya no era Nacional de España sino de Catalunya y ella
siguió en la Filmoteca que ya era Española. Pero nunca perdimos el contacto. Su
trabajo en Filmoteca a lo largo de 41 años ha sido notable y varias
generaciones deben estarles agradecidas de los ciclos que programó y de las
gentes que trajo en la etapa brillante de dirección de Chema Prado.
(Silvia en la entrevista que concedió a Filmtopia en la presentación de Las buenas compañías.
Foto Marta Armengou/Filmtopia)
La tercera es Silvia Munt que ha sido distinguida con
el Premio Simone de Beauvoir que entrega en Bilbao el Zinemakumeak Gara¡ Muestra de Cine Dirigido por Mujeres.
Silvia es morena, con ojos grandes y mirada tranquila. A Silvia la conocí cuando
Paco Betriu rodaba La Plaça del Dimant donde
era la inolvidable Colometa. Después hemos seguido en paralelo avanzando en la
vida y en la profesión. Nuestros caminos se ha cruzado muchas veces: en Berlín
con la película de Pedro Olea Akelarre,
en San Sebastián donde ella fue jurado un año de los que yo trabajaba allí. Entrevistas,
charlas a lo largo de casi cuarenta años. La última con motivo del estreno de la
valiente Las buenas compañías.
¡Felicidades a las tres!
Ramon también dibuja castillos
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