Esta
semana de Navidad apetece ver películas bonitas, confortables, que ayuden a
vivir y no que te hagan sufrir. Para sufrir ya está la realidad, la privada, la
pública, la cercana, la lejana. Cada uno la vive y la sobrevive como puede. El
cine, al menos en estas fechas, está para acompañar. Por eso me parece
importante hablar de dos películas felices (y tristes, ambas cosas están unidas)
que se estrenan estos días. Una esta semana, A fuego lento, la otra el miércoles 27, Fallen Leaves.
A
fuego lento, de Tran Anh Hung
A
fuego lento se cocina mejor, a fuego lento se cocinan no solo los buenos
alimentos, también las buenas relaciones. El fuego lento es lo contrario de la
explosión, ya sea culinaria, ya sea amorosa. Los orientales saben cocinar a
fuego lento. Quizás por eso esta película es tan francesa como oriental. En
cierto modo, recordar la preciosa película vietnamita El olor de la papaya verde nos dé la clave del tono de este film
tan francés. El director es el mismo, Tran Ahn Hung, el espacio es parecido una
cocina. Pero en este caso, una gran cocina en un chateau en medio del campo, en
el año 1885, donde Eugenie, la cocinera, se prepara para organizar una gran
comida que dará Dodin, el gastrónomo para el que trabaja. Él idea los platos,
ella los elabora, mejor dicho los mejora, los convierte en realidad. El trabajo
entre ambos, y los pocos sirvientes que les ayudan, es armonioso, tranquilo, a
fuego lento. La belleza de los platos elaborándose en esa cálida cocina, corre
pareja con la serenidad de la relación que une a Eugenie y a Dodin, un amor
cocido a fuego lento a lo largo de veinte años. A fuego lento es una película que se huele y se degusta, tanto como
se ve. Mucho menos convencional de lo que me pareció la primera vez que la vi,
esta relación es todo lo contrario de conservadora, implica un respeto mutuo,
una confianza plena, un disfrute común. Es una gran metáfora de lo que debería
ser cualquier trabajo en equipo: armonioso, respetuoso, feliz. Y además es muy
bonita y además están Juliette Binoche y Benoît Magimel, en los personajes más
dulces de toda su carrera. Un buen regalo para estos días.
(estas
dos hojas de una foto de Ramon pueden ser Ansa y Holappa)
Fallen
Leaves, de Aki Kaurismaki
Hace
casi cuarenta años, un joven finlandés, grande, rubio, sin buenos modales y un
poco dado a la bebida, irrumpió en el panorama internacional de una manera
inesperada. Aki Kaurismaki no se parecía a nadie, ni en persona, ni su cine. A
mí me deslumbró desde el primer momento cuando le conocí en Barcelona, donde
vino a presentar Hamlet Goes Business.
Tenía 30 años y ningún reparo en conceder una entrevista estirado en la cama. Después
vino Ariel, La chica de la fábrica de
cerillas, Leningrad Cowboys, Nubes
pasajeras, en todas ellas fuimos conociendo a unos actores de nombres
complicados pero rostros inolvidables. Kaurismaki, contra todo pronóstico,
seguía haciendo cine aunque a veces pasaban varios años entre uno y otro film.
Y a medida que avanzaba el tiempo, él se hacía mayor y el mundo se desquiciaba
poco a poco, este rubio y serio finlandés fue dulcificando su discurso. Depurando
asperezas, buscando la esencia de los sentimientos sin por ello dejar de
fijarse en esos personajes anónimos que nos rodean y a los que apenas vemos. El Havre fue para mí el punto de
inflexión. Ya no había desesperanza, si tristeza, pero de esa que reconforta.
Consolidó esa línea en El otro lado de la
esperanza y ahora, con estas hojas que caen, hojas muertas que cantaba Yves
Montand y suena tan diferente en un idioma como el finlandés, cierra, o
continua, su saga proletaria, con un film en el que dos almas solitarias
(siempre hay almas solitarias en su cine) se encuentran por azar y consiguen
establecer un vinculo salvador para ambas. Los colores, azules y rojos, la luz,
la música, todo contribuye a la poesía de un amor cocido a fuego lento, con
paciencia y humor en un mundo hostil frente al que lo único que importa es la
solidaridad, la amistad y el amor. y de eso tienen de sobras Ansa y Holappa. Cuando
sales del cine te sientes un poco mejor y
EL
RINCÓN DEL CORTO
Normalmente
no hablo: los cortometrajes. En parte de no hablo de cortos porque la mayoría
de ellos son muy difíciles de ver, circulan por festivales especializados y pocas veces llegan a las
pantallas de cine o de televisión. Y es una lástima, porque los cortos, cuando
están bien, son pequeñas historias, pequeñas películas, cuentos, tan valiosos
como cualquier largo. No soy muy buena espectadora de cortos pero este año he
visto varios por distintas razones y ahora que se acaba el 2023 y empieza la
temporada de premios me gustaría dejar constancia de algunos que me han gustado
y son candidatos en los Premios Goya o en los Premios Gaudi. Así, cuando los
presenten en la ceremonia al menos podrán tener una pequeña referencia.
Aunque es de noche, Guillermo García López, Movistar+
El
futuro y los pájaros
Aunque
no lo parezca, en Madrid sigue habiendo un gran barrio de barracas, viviendas
de autoconstrucción al margen de la ley. Las barracas de la Cañada Real existen
desde los años sesenta. Varias generaciones han pasado por ellas. Este corto se
fija en Toni y en Nasser, un niño gitano y un niño magrebí. Son amigos y están
obligados a separarse. El uso de los efectos que se pueden conseguir filmando
con un móvil que los dos niños usan para sus videos, le dan a esta historia de
amistad truncada una dimensión casi fantástica. Leyenda y tragedia en una noche
de fuego poblada de pájaros de colores.
Carta a mi madre para mi hijo Carla
Simón, Youtube
Retrato de tres mujeres en llamas
Carla
Simón sigue buscando en su biografía la inspiración para sus historias. En este
corto, rodado cuando estaba embarazada de su primer hijo, la cineasta recuerda
a su propia madre de dos maneras distintas: reproduciendo las fotos de su madre
embarazada con su propio embarazo y con un precioso cuento dedicado a su hijo en
el que recrea la vida de su madre cuando era niña, como joven madre y como la
mujer adulta y mayor que pudo haber sido y nunca fue. Las tres se funden en una
imagen en la playa donde el deseo de una madre perdida se pierde en las llamas
de la emoción de Carla.
Cuentas divinas Eulàlia
Ramon, Movistar+
Venganza con garbanzos
Una
estupenda Celia Freijeiro es la protagonista absoluta de esta comedia negra que
ha dirigido Eulalia Ramon. Hablando a cámara directamente, Mónica, una ama de
casa que limpia garbanzos en un plano homenaje voluntario o no a la Jeanne Dielman de Chantal Akerman, va
contando cómo ha conseguido ser feliz gracias a descubrir el gran valor terapéutico
del asesinato. Casi sin variar de plano, con algunas incursiones al reciente
pasado, el corto avanza en su horror cotidiano con una soltura y una frescura
contagiosas. Cine directo, cine de terror, cine de la cotidianidad.
El bus, Sandra Reina
Viaje de ida y vuelta
El tiempo que se pasa en un bus, es un no tiempo. O todo lo contrario. El tiempo que se pasa en este bus es el de unas vidas que conocemos en sus breves conversaciones, en sus risas, en sus silencios. Vidas con problemas, vidas con esperanzas, contadas en un viaje de ida y vuelta hacia la libertad. Los pocos minutos que pasamos con los pasajeros son suficientes para hacer un retrato colectivo de nuestra sociedad. Un documental rodado en un solo espacio cerrado y en movimiento que en ningún momento es claustrofóbico. El aire lo conquistan estos personajes con sus historias.
La loca y el feminista
Sandra Gallego, Filmin
Paisaje
con pareja
Una simple conversación en un parque entre un hombre y una mujer, un matrimonio. Una afirmación sin réplica. Él dice que es un feminista comprometido, ella, lo cuestiona y hace una petición: por favor, no vuelvas a decir que eres feminista. Sin complicaciones, directo a lo que quiere transmitir, con una carga de profundidad. Una comedia muy seria que desmonta hipócritas posturas muy extendidas y muy de moda.
El regalo de esta semana es una foto de hojas de otoño que anuncian el invierno.
!Feliz Navidad a todos!
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