sábado, 6 de enero de 2024

QUEDARSE


 Dos películas centran los estrenos de esta semana. Las dos son de directores potentes, las dos son títulos menores (pero importantes) en su filmografía. Las dos hablan de quedarse y de irse, unos se quedan, otros se van sin pensar en los que se quedan.

 


Los que se quedan, Alexander Payne

En esta sencilla película de Alexander Payne hay tres personajes que se quedan: el profesor cascarrabias y solitario, el alumno inteligente pero prepotente, la cocinera sumida en el dolor de una pérdida. Los tres son restos de un naufragio en ese colegio de niños ricos en Nueva Inglaterra donde en las vacaciones de Navidad todos, alumnos, profesores, personal, se marcha a su casa a pasar las fiestas. En el colegio se queda Paul Hunham, un estupendo Paul Giamatti, el profesor solitario sumergido en la Historia Antigua incapaz de entender el mundo que le rodea; el espigado y estirado alumno Angus Tully, Dominic Sessa, un descubrimiento, resentido contra el mundo que le rodea; la cocinera negra Mary Lamb, Da’Vine Joy Randolph en un personaje lleno de sensibilidad, dolida con el mundo que la rodea. Y el mundo que los rodea es el de la Navidad de 1970, en plena guerra de Vietnam y con Nixon en la presidencia. Un mundo blanco de nieve, silencioso, de cielos oscuros, pesado en su lento transcurrir. En realidad Payne juega con tópicos que vemos venir. Desde que estos tres seres desvalidos se quedan en ese inmenso y frio colegio, sabes qué va a pasar. Pero no importa, o al menos a mi no me importa. No me importa que Payne caiga en los tópicos de niño rico, profe frustrado, madre entristecida. No me importa que la acción se desarrolle sin sorpresas hacia un desenlace anunciado. No me importa porque Payne imprime a esta historia una emoción latente que subyace en los diálogos a veces banales, a veces profundos, se traduce en pequeños gestos, instantes que van haciendo avanzar la historia de Paul , Angus y Mary en un cuento de Navidad que es, en definitiva, lo que es esta película. Un apunte solo para resaltar la magnífica fotografía de cine de los setenta a cargo de Eigil Bryld, y esos momentos de intimidad casi familiar en los que los tres Holdlovers, titulo de la película en ingles, una palabra de una sonoridad triste, que podemos traducir como olvidados, restos, los que se quedan , se sientan delante de un televisor. Los que recuerden El guardián en el centeno también encontrarán ecos de Salinger. No es el mejor Payne, pero es un Payne y eso ya es mucho.

 


Yo, capitán Matteo Garrone

Esta es una película de los que se van, Seydou y Moussa, dos adolescentes senegaleses, aparentemente sin grandes problemas (esa es una de las cosas que más se han destacado del film de Garrone), deciden arriesgarse en un viaje a la lejana Europa mitificada de sus sueños. La historia los sigue en sus largas travesías por el desierto, acosados y abandonados por las mafias del tráfico de personas, la llegada a una ciudad hostil desde la que esperan dar el salto, el mar desconocido lleno de peligros. Un viaje lleno de amenazas, de monstruos, a los que los dos chicos van plantando cara y poco a poco van superando. Salen de Dakar dos adolescentes soñadores, llegan a Italia dos adultos endurecidos. Esto es lo que cuenta Garrone en este film demasiado bonito, demasiado limpio, demasiado bueno. Es ese lado espectáculo el que no me gusta de Yo capitán. No me parece mal plantear la odisea de Seydou y Moussa como un cuento, como un viaje, pero es ¡tan bonito! ¡son tan guapos! ¡son tan buenos, valientes y heroicos!, que me cansan. Por eso prefiero hablar de los que se quedan en Dakar, de las familias que pierden a sus hijos en esos viajes hacia un destino desconocido. De las madres, novias, hermanas que se quedan en la ciudad, en la aldea, en la sabana esperando noticias, malas casi siempre, a veces buenas. Hay varias películas de los que se van, de los que emigran, unas mejores que otras, casi todas bien intencionadas, pero hay pocas de los que se quedan. Recuerdo una que me gustó mucho. Hablé de ella en el blog el 15 de febrero del 2020, poco antes de meternos en la pesadilla de la pandemia. Recupero el texto por si les apetece buscarla en Netflix. Es un buen contraplano a la odisea italiana de Yo capitán.

 


Atlantique, Mati Diop Netflix

Atlantique es una película africana, de Senegal. Está dirigida por una mujer, Mati Diop, la primera mujer de color (y una de las pocas mujeres, sean del color que sean) que participa en la Sección Oficial del Festival de Cannes donde ganó el Gran Premio Especial del Jurado el año pasado. La historia de Atlantique sucede en Dakar, capital de Senegal, en un suburbio de la ciudad donde se está construyendo un rascacielos. Cuando empieza la película nos encontramos con los trabajadores de ese rascacielos que hace meses que no cobran. Uno de ellos, Souleiman, está enamorado de Ada, una chica de 17 años prometida por su familia a un rico empresario. La crisis económica lleva a Souleiman y sus compañeros a adentrarse en el océano en una patera con destino a España. Este es el arranque. Pero a partir de aquí, la película se centra en Ada y sus amigas, las novias de los que han partido, y el film da un vuelco al convertirse en una historia de fantasmas, de extrañas posesiones, de venganza y de amor eterno. La herencia mestiza de Diop, padre senegalés, madre francesa, le permite acercarse a la tierra de sus ancestros africanos con una mirada no colonialista, sino integradora, en la que la magia de la tradición africana se entremezcla con la modernidad de los teléfonos móviles y los ordenadores, en una aventura que descoloca al espectador acostumbrado a ver un cine africano que, o bien retrata la miseria y la crisis social, o es esotérico y fantástico, pero casi nunca las dos cosas juntas. Historia de amor con fantasmas de hombres muertos que vuelven para reclamar lo que les pertenece, mezclada con una investigación policial sobre el origen de unos extraños incendios, el film discurre entre el caos de una ciudad ruidosa y la serenidad de un mar donde cada año mueren tantos jóvenes africanos. En su estreno en Cannes, Atlantique desconcertó a la crítica internacional que no supo apreciar el delicado equilibrio entre un cine muy físico y un relato muy poético. Quizás eso explique que, a pesar del premio, Atlantique no se haya estrenado en cines. Por suerte Netflix la ha recuperado y gracias a eso se puede ver. Si tienen ganas de descubrir un tipo de cine distinto, búsquenla. 

El regalo de esta semana es una chica que se queda, ¿esperando? Quizás…



No hay comentarios:

Publicar un comentario