El problema de los tres
cuerpos.
Netflix
Se ha hablado mucho estos días
de la serie de Netflix El problema de los
tres cuerpos. No he querido leer nada antes de verla y de escribir de ella.
Porque quería escribir de ella, eso lo tenía muy claro. Pero quería hacerlo sin
estar contaminada de la opinión pública y publicada. Quería acercarme a la
serie desde la ilusión de ver como uno de los libros de ciencia ficción que más
me han gustado en estos años se convertía en imágenes.
Pero empecemos por el
principio. Fue una de mis mejores amigas la que me habló de estos libros hace
mucho tiempo, en la era AGP (Antes de la Gran Pandemia). Ella los había leído
en inglés y le entusiasmaban. Los busqué en castellano y los encontré. Los tres
El problema de los tres cuerpos, El
bosque oscuro, El fin de la muerte. Que un chino completamente desconocido
para mi, Cixin Liu, hubiera escrito esta inmensa trilogía de Ciencia Ficción, más
Ciencia que Ficción, más Política que Ciencia, más Advertencia que Política, me
parecía algo muy atractivo. ¿Cómo se escribe ciencia ficción desde un país tan
confuciano, es decir tan apegado a la tierra, como es China? ¿Y cómo se escribe
un género tan tipificado en la cultura occidental desde unos parámetros
completamente distintos? La respuesta la encontré leyendo los libros de un
tirón. Aunque tengo que reconocer que a veces me perdía en las definiciones
científicas o en los cálculos físicos, pero pronto aprendí a leerlos de otra
manera. No se trataba de entenderlos, sino de leerlos como si fueran poemas
indispensables para avanzar en la envolvente historia de una traición.
No voy a explicar mucho más
del argumento, vale la pena que vean la serie y, si pueden, lean los libros de
Cixin Liu. Solo voy a decir que a mí no me ha decepcionado esta adaptación de
los creadores de Juego de tronos. Si
había alguien que podía meterle mano a la Trilogía de los Cuerpos eran David
Benioff y D.B. Weiss. Si habían conseguido explicar en imágenes la saga de Juego de Tronos, podrían transformar en
serie la abstracción y al mismo tiempo el mensaje de los cuerpos de Liu. Que
hayan occidentalizado a los personajes principales, no me parece mal, entre
otras cosas porque no es tan simple su occidentalización. Los cinco científicos
discípulos de Vera resumen la humanidad entera: un negro, una china, una
latina, y dos blancos muy diferentes. Todos formados bajo el ala de Vera, una
científica china y a su vez bajo el ala de Ye Wenjie, la auténtica protagonista.
El origen de la historia sigue estando en China, el origen del problema de los
tres cuerpos sigue siendo la intolerancia, la represión, el abuso de poder de
la llamada Revolución Cultural del presidente Mao en los años sesenta (de la
que ya casi nadie se acuerda y que a mí me parece reconocer en algunos
comportamientos sectarios y prepotentes en ciertas universidades y colectivos
muy actuales). Sin ese detonante, no se entiende la respuesta de Ye que
desencadena una historia apasionante. Y atentos al final de la serie (y del
primer libro), puede que miremos a los insectos de otra manera.
Dos cosas curiosas. Una de
las amenazas que anuncia la serie es la
de una pérdida del control energético que provocaría el caos. El accidente del
barco de Baltimore, que ha acabado con uno de los puentes más importantes de
Estados Unidos, me hizo pensar en un aviso de lo que puede pasar. El barco venía
de China y se dirigía a Sri Lanka y poco después de zarpar se apagaron todas
las luces, perdió el rumbo y chocó con el puente. Extraño sin duda. La otra cosa
curiosa la puede detectar cualquiera que tenga un móvil y se haya dado cuenta
de que si entra en una zapatería, al cabo de media hora empiezan a llegarle
anuncios de zapatos. O lo que es peor, te comas un chocolate y empiezan a salirte
entradas relacionadas con lo bueno que es el chocolate. Son los algoritmos,
dicen. Si ven la serie, descubrirán que propone otra explicación mucho menos
tranquilizadora. Por si acaso, espero que este texto les guste (a los lectores
de aquí y a los de allí).
Nyad, de Elizabeth Chai Vasarhelvi y Jimmy
Chin. Netflix
Mi intención era dedicar esta
entrada exclusivamente a los tres cuerpos, pero por razones de trabajo he
tenido que ver una película que se me perdió en su estreno, Nyad, de Elizabeth Chai Vasarhelvi y
Jimmy Chin, un film protagonizado por Jodie Foster y Annette Bening que le
valió a esta última una nominación al Oscar como mejor actriz. La relación de
este film con la serie no pasa porque sus directores sean de origen chino, sino
por el Cuerpo. De los cuerpos celestes de la trilogía, pasamos al cuerpo acuático
y atlético de Diana Nyad. Me gusta nadar, aunque no soy muy buena, y me gusta
ver competiciones de natación. Pero no sabía nada de la existencia de esta
nadadora americana, campeona olímpica, que a los 28 años intentó cruzar de Cuba
a Florida a nado y no lo consiguió. Pero si lo logró a los 64 años en una
hazaña que los que nos miran habrían aplaudido. Lo que cuenta esta película es precisamente
este momento. El día que cumple sesenta años, Diana Nyad se propone cumplir su
sueño de ir de Cuba a Cayo Hueso nadando sin parar sesenta horas. Tiene claro
el objetivo y aunque le llevará cuatro años y cinco intentos, acabará por
conseguirlo. El film sigue a la protagonista y a su amiga y entrenadora Bonnie,
Jodie Foster, en este empeño casi imposible. Annette Bening sostiene el personaje
en el agua y fuera del agua y el film avanza a brazadas con nosotros en el
barco ayudándola. Lo que importa en esta película, difícil de rodar sin duda y
todo un reto para la actriz, es lo que dice Diana Nyad cuando llega a la costa
de Florida: “Nunca te rindas. No dejes que la edad te impida cumplir tus
sueños. No olvides que necesitas un equipo que te acompañe”. Tres lecciones de
vida.
El regalo de esta semana es un
cuadro con tres cuerpos en el espacio.
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