Esta semana los estrenos de cine están dominados por la
apabullante, en todos los sentidos, 12
años de esclavitud, de Steve McQueen. No me atreveré a
decir que no es una gran película, potente, dura y, quizás, necesaria. Pero que
ponga eso por delante no quita para que piense que si bien la historia que
cuenta este film es impresionante y terrible, la manera de contarla me produce
una cierta sensación de malestar. Me pasa con McQueen lo que me pasa con los
Pasos de Semana Santa de Juan de Juni o Gregorio Fernández: reconozco su valor
artístico y escultórico, aprecio su importancia histórica y propagandística,
pero no puedo dejar de sentir un rechazo ante la morbosidad con la que se
detienen en la representación de la violencia, el dolor y la tortura.
Dicho esto, y añadiendo que 12 años de esclavitud es sin duda uno de los títulos del año, me gustaría
utilizar este punto de partida para una reflexión que hace tiempo vengo
pensando. Es evidente que este libro de Solomon Northup, publicado en 1853 y en
el que narra el terrible calvario de los doce años que vivió como esclavo en
una plantación de Luisiana, no podía haberse convertido en película hace diez,
veinte o mucho menos treinta años, cuando los negros todavía, y a pesar de
haber conquistado muchos derechos, eran
“leidos” históricamente desde la perspectiva de los blancos.
Y eso me lleva a plantearme la pregunta: ¿Quién escribe la
historia? La respuesta es obvia: la
historia la escriben los vencedores. Sean los que sean. Es algo evidente que ya
Homero dejó claro en la Odisea al narrar la Guerra de Troya. Los vencedores
adaptan la realidad histórica a sus deseos y necesidades de poder. Establecen
lo que se puede considerar la
Historia Oficial. Sin remontarnos a épocas
tan lejanas, los que tenemos una cierta edad podemos recordar como se contaba
la Historia de España, Una, Grande, Libre, Imperial y Católica, en los años del franquismo.
Por eso ahora me asombra que ante un congreso como el que se
está celebrando estos días en Barcelona,
titulado tontamente Espanya contra
Catalunya, organizado y pagado desde los estamentos de la Cultura Oficial,
haya personas que se sorprendan de los enunciados de sus ponencias. En
definitiva, son exactamente iguales a
las del mas profundo franquismo, solo que desde el otro lado. Ahora los
malos malísimos son los que ante eran buenos. La historia se relee siempre
desde la perspectiva del que manda y en estos momentos en la Generalitat de
Catalunya mandan los que quieren demostrar que todos los males de Catalunya son
culpa de España. Ellos, naturalmente, no son responsables de nada.
Muchos de los agravios que estos días se están aireando en
ese congreso, los padecieron igual otros pueblos de España: vascos, madrileños,
andaluces,… No nos maltrataban por ser catalanes o gallegos, nos
maltrataban porque podían. No nos olvidemos que los que detectan el auténtico
poder, no tienen nacionalidad, únicamente la enarbolan cuando les sirve de escudo protector y arma
arrojadiza para seguir mandando.
Y vuelvo a 12 años de
esclavitud. Solomon era un hombre libre que fue engañado y vendido como
esclavo. Durante doce años, padeció todo tipo de vejaciones, abusos y torturas,
comprendió que debía humillarse para sobrevivir y consiguió recuperar su
libertad. Aprendamos de él y no nos dejemos engañar y secuestrar por ideas que
nos conducen a la esclavitud del pensamiento. Hay que sobrevivir, si, pero la
humillación tiene un límite y a lo mejor un día nos cansamos.
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