Guadalquivir y Fluvià. Dos ríos tan distintos y tan lejanos,
uno cruza Andalucía desde la Sierra de
Cazorla hasta el Océano; el otro nace en las montañas de Collsacabra y
desemboca en el mar después de regar las
tierras de Girona. Los dos funden sus aguas dulces con las marinas en marismas
llenas de vida. Los dos vertebran un paisaje, un mundo. Da igual que uno sea un
río que recorre 650 km
y el otro solo 70. Son ríos que evocan sensaciones, que se hacen imagen y
palabra, poesía en definitiva.
¿Por qué junto en este blog estos dos ríos tan distintos,
uno árabe y caudaloso, otro mediterráneo y tranquilo? Hay una explicación.
El Guadalquivir es protagonista de un documental espectacular
de Joaquín Gutiérrez Acha que se estrena esta semana; el Fluvià da nombre al
último libro de poemas de Joan Teixidor, cuyo centenario se está celebrando
desde hace unos meses de una manera callada, intima, sin las alharacas que
acompañan a la cultura oficial catalana.
El mismo día que vi Guadalquivir por la mañana, asistí a una
lectura de poemas de Joan Teixidor por la tarde y descubrí su libro Fluvià.
Ríos que llenan los ojos, los oídos evocando olores,
sonidos.
El camino del río del sur lo hacemos acompañando a un zorro
que viaja desde las agrestes montañas hasta el inmenso mar. Un zorro que es
nuestro amigo y nuestro guía, con el que descubrimos la fauna y la flora que
puebla las orillas de este magnífico paisaje de agua, con el que vivimos
momentos de miedo y de dolor, al que dejamos que nos enseñe lo que hay en ese mundo
invisible para los humanos, tan incapaces de ver lo que no es evidente: un
insecto, un pájaro, una flor. Pero también un predador al acecho, un águila de
grandes y doradas alas, un lince de ojos atentos. El zorro, como el río, acaba
siendo mujer. Si el río nace hombre en la dura montaña, muere mujer en la dulce Doñana. El
río violento y abrupto en su origen, se serena y se expande en las marismas de
San Lucar de Barrameda. Hay que dejarse llevar por sus aguas y por la palabra
de Estrella Morente que narra este viaje con el sonido de la música flotando
tras sus palabras.
El camino del río mediterráneo lo hacemos de la mano y la
voz de un poeta exquisito. Estremece pensar que el último poema de su último
libro, el que habla de la muerte con una serenidad y una belleza increíble,
está escrito un par de años antes de morir. No es el poema de un hombre mayor,
es el poema de alguien que sabe que la vida es como el río y que pronto
llegará su propia marisma para fundirse
con el mar.
No me resisto a transcribirlo. Está en catalán,
pero estoy segura que su sonoridad y armonía no necesita traducción.
Desenllaç
S’allargassen les hores de la
tarda
i ara arriba el riu cap a la
plana.
El caminar es fa lent: la nit és
a punt
com una mort acceptada.
El Fluvià ha fet el seu trajecte
i no recorda
ni cascades ni afraus ni la
campana d’aigua
caient sobre els còdols com en un
dia de festa.
La pollancreda ha suspès el seu
clam.
Hi ha fang i llot al fons
enterbolit.
Ha arribat el temps de meditar,
de fer balanç
de tot el que has viscut, del
lloc feliç
i de
la dissort que et malmenava i t’atuïa.
Ja
no et queda res més que aquest tendal de silenci,
les
canyes vora el riu que l’oreig fa moure.
Les dunes tenen un moviment
d’onada
i s’encavalquen amb una gran
parsimònia.
L’amor
és la recança de jorns assolellats
i de
nits de tumult i de batec dels cossos.
Hi
havia plors en el tombant de les tardors que queien
però els hiverns tenien una
tendresa de llar.
Per sant Joan els focs s’encenien
a la serra.
Sant Pere Pescador ja t’ha deixat
per sempre.
Tot s’ha acabat en aquesta tarda
quieta
i només et toca l’última
escomesa.
Prepara’t a morir i tanca’t a la
crida
de tot allò que ja no pot tornar.
Són
bons els núvols que lentament s’avancen.
Fes un respir petit i apropa’t al
llindar.
“avui seràs amb Mi al Paradís”.
Vean Guadalquivir,
lean los poemas de Joan Teixidor. No lo lamentarán
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