Hoy ha empezado en la Filmoteca de Catalunya un ciclo sobre
Cine de Propaganda Nazi, un ciclo que algunos periódicos han calificado de
“inédito y polémico”. Polémico puede que lo sea, pero inédito, no. No es la
primera vez que el cine de propaganda alemán de los años 30 se revisa en la Filmoteca. En el mes
de enero del ya lejano año 1977, la Filmoteca Nacional
de España, en colaboración con el Instituto Alemán de Cultura de Barcelona,
programó un ciclo de Cine de Propaganda
Política de la República de Weimar. Tres años mas tarde, en marzo de 1980,
se hizo un nuevo ciclo que se llamaba El
camí vers el III Reich (el programa de la Filmoteca Nacional
de España era en catalán desde octubre de 1977). En ese ciclo, realizado en
colaboración con el Goethe Institut se proyectaron seis largometrajes
producidos entre 1922 y 1933. Años mas
tarde y ya como Filmoteca de Catalunya, la revisión de esa parte de la historia
y la recuperación de la memoria, siguió siendo una de las prioridades de la programación. Volver
a ese momento histórico ahora, en 2014, no deja de ser significativo. Puede
servir para reconocer en la propaganda mas contemporánea algunas de las
lecciones que los nazis supieron aplicar con eficacia en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. Su actualidad es evidente.
Y está muy bien que, además, este ciclo coincida con el
estreno del documental de Claude Lanzmann, El
último de los injustos, donde el viejo cineasta le da la voz a Benjamín
Murmelstein, el único superviviente del Consejo Judío encargado de controlar el
campo de concentración modélico creado por Adolf Eichmann en la ciudad checa de
Terenzin. Lanzmann filmó estas entrevistas en Roma en 1975 cuando preparaba Shoa. Pero no las utilizó entonces.
Supongo, que por considerar que no eran precisamente un buen argumento para
la causa judía. Ahora, casi cuarenta años después, Lanzmann recupera estas
entrevistas por una razón que expone al principio del documental: “no podía
guardarlas solo para mi”. La Historia siempre hay que revisarla. Revisarla no
significa reescribirla, pero si mirarla con ojos distintos. Lanzmann, ahora,
tiene otra mirada y por eso puede darle la voz a este desagradable personaje.
Si digo que es desagradable no es por lo que hizo (se conoce poco el papel de
los judíos que colaboraron con los nazis) sino por la sinuosidad y falsedad
manipuladora que desprende el viejo en sus declaraciones. De todas formas, no
estoy segura que una pantalla de cine normal sea el lugar idóneo para ver este film. Creo que es un trabajo que merece verse en fragmentos, acompañados
de una discusión política e histórica que lo contextualice y le de una
dimensión contemporánea. Dimensión que tanto el ciclo de la
Filmoteca de Catalunya como el documental de Lanzmann tienen sin duda.
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