(estoy segura que a Lars Von Trier le gustarían los cuadros de Ramón)
Se ha estrenado la segunda parte de Nymphomaniac, el volumen 2. Sigue sin ser la película completa.
Entre la primera y la segunda suman cuatro horas de las cinco horas y media que
tiene la versión original que se verá en Berlín y, supongo, se comercializará
en DVD.
Si en la primera entrega del film no noté que faltara esta hora y media, en esta
segunda parte si he sentido que faltan elementos. En el número 1, la vida de
Joe, discurría sin saltos inexplicables, flotaba el misterio de su agresión y
la palabra, siempre la palabra, nos conducía por los recovecos de su narración.
En este segundo volumen, en cambio, me faltan datos para entender lo que le
sucede a Joe, para seguir su evolución con una cierta coherencia. ¿Quién es y
qué hace el personaje de Willem Dafoe? ¿Cómo y porqué le conoce Joe? ¿De dónde viene esa adolescente perversa que acabará traicionándola? ¿Por qué quema un
coche una noche de desespero? Muchas preguntas sin respuesta en un episodio
compuesto de tres capítulos: La Iglesia
de Occidente y de Oriente (el Pato Callado); El espejo; La pistola.
Tres episodios en los
que Joe intenta hacerle entender a su interlocutor, Seligman, el dolor de su
búsqueda del placer.
Charlotte Gainsbourg es protagonista absoluta en esta
segunda entrega donde el director introduce más sentido del humor e incluso un
auto homenaje en una secuencia calcada del inicio del Anticristo con la misma música, la misma situación y distinta
solución. O no, porque en definitiva el
hijo de Joe y Jerôme acabará tan destruido como el de la pareja sin nombre del Anticristo.
Nombre, palabras. Son las palabras lo que cuentan en este
film. Palabras desgastadas, como ninfomaníaca,
relegada por el mas correcto “adicta al sexo”, término que Joe desprecia y que
Von Trier ridiculiza. Palabras que describen acciones, acciones que son
palabras. La palabra, siempre la palabra. Pero en este caso, a diferencia de la
primera parte, la palabra ha perdido poesía, ha perdido imaginación. Se ha “prosecizado”
y se ha hecho mas vulgar. Menos evocadora. Ya no hay fresnos, ni bosques, ni
ríos. Todo es claustrofóbico, cerrado, monocolor en sus tonos tierras y grises.
Falta el aire. Quizás por eso sorprende y se agradece tanto la belleza de esa
imagen de Joe en la montaña, flotando frente a un árbol mecido por el viento.
¡Es tan hermosa!
El misterio de por qué estaba tendida en el callejón se
desvela en una secuencia un tanto decepcionante. No es decepcionante, en
cambio, lo que pasa en la habitación entre Joe y Seligman después de ese
momento. Lars von Trier, le da a su personaje una salida, ¿la única? con la que
no se si todo el mundo estará de acuerdo.
Y al final de todo, ya en los créditos, aparece una canción:
Hey Joe. Una vieja canción de Jimi
Hendrix que cantaba Jane Birkin y ahora canta Charlotte Gainsbourg. Y entonces
entendemos porque Joe se llama Joe y porque Lars von Trier hace un film a favor
de la mujer (no feminista, sino femenino) reivindicando a la mujer como mujer
con todos sus derechos. Cuando escuchamos
“Hey Joe, ¿a dónde vas con esa
pistola en tu mano? Voy a matar a mi mujer porque la descubrí con otro hombre”,
entendemos lo que Joe ha hecho toda su vida. Una vida condenada por su amor no
correspondido ni satisfecho por Jerôme. Y de pronto, aun sabiendo que faltan
cosas, y que esta segunda entrega es
mucho menos poética, me doy cuenta de que lo que me ha estado contando Lars Von
Trier es una romántica y trágica historia de amor.
2
Curiosamente, se estrena esta
misma semana una película que tiene mucho que ver con Nymphomaniac aunque no lo parezca: Otel.lo de Hammundi Al-Rahmoun. De este film escribí hace un
tiempo en este blog. Decía entonces:
“Este Otel.lo inesperado
está ambientado en un plató donde se rueda una nueva versión de la obra de
Shakespeare. Una pareja de actores no profesionales encarnan al moro celoso y
a la rubia Desdémona. Los miembros del equipo de rodaje son
los figurantes de lujo que acompañan la tragedia dirigidos por un Yago que no
es otro que el propio realizador. Este planteamiento podía haberse quedado en
un experimento de cine en el cine, un artefacto visual previsible. Si no lo es
y por eso merece ser destacado es por la capacidad de crear una situación violenta
–violentar, no viene exactamente de violencia sino de violación- que sabe
provocar el realizador en una determinada secuencia, utilizando la
vulnerabilidad de los actores, manipulándolos y conduciéndolos por dónde él
quiere ir desde el: “si tu no quieres, no lo hacemos” a “acabaréis follando por
que yo lo quiero”. Esa secuencia es uno de los momentos de cine mas
perturbadores que he visto en mucho tiempo.”
¿Por qué tiene
que ver con Lars Von Trier? Por oposición. Porque Hammudi Al-Rahmoun hace a sus
actores todo lo contrario de lo que hace Von Trier. Y su violenta violación es una imagen mucho mas hiriente que cualquiera de las que utiliza el danés en toda su película.
Hola, durante la escena de la quema del coche una noche.... Sabrías decirme que canción sonaba? Joder, solo me salen la de Ramsntein y la versión de Jimy Hendrix que la misma Charlotte hace. Gracias.
ResponderEliminarBurning down the house de Talking Heads
EliminarBurning down the house de Talking Heads
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