…una vez se
presentaron dos truhanes que se hacían pasar por tejedores, asegurando que
sabían tejer las más maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos
eran hermosísimos, sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la
milagrosa virtud de ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su
cargo o que fuera irremediablemente estúpida.
…..
Nadie permitía que los
demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz en su
cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido tanto éxito como
aquél.
-¡Pero si no lleva
nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios bendito,
escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se fue
repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No lleva nada; es un
chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero si no lleva
nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello inquietó al
Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: «Hay que
aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara
continuaron sosteniendo la inexistente cola.
Esta cita del célebre cuento de Hans Christian Andersen El traje
nuevo del emperador, me sirve para
resumir lo que me parece el nuevo film de Albert Serra, Historia de la meva mort que se estrena hoy en Madrid y Barcelona. A riesgo de ganarme muchas enemistades,
me erijo en voz de la inocencia para decir que el emperador está desnudo. Pero
igual que en el cuento, no me importa tanto el emperador (Albert Serra) que es
muy libre de vestirse o desnudarse como le de la gana, de usar referencias
literarias y artísticas arbitrariamente, o de filmar una película de noche que
no se ve por mas esfuerzos que hagas. Cada uno debe hacer lo que le parece y le
apetece. Yo, por ejemplo, escribir este texto.
Si utilizo el cuento y la
definición no es para referirme a él y a sus colaboradores, capaces de creer a los embaucadores, sino a todo ese coro
mediático que desde el Festival de Cannes se ha convertido en el principal
propagandista de la desnudez del emperador con la única finalidad de no perder
su posición privilegiada de entendidos. No querría que estas palabras se vieran
como un ataque o una descalificación a nadie. Al contrario. Reivindico para mi
la idea que el propio Serra defiende de decir lo que pienso sin miedo, sobre
todo, sin miedo a las consecuencias. Quién sabe, a lo mejor es cierto que soy una persona irremediablemente estúpida incapaz de
apreciar el bonito traje. Por eso prometo que si un día veo el traje, no dudaré en decirlo en voz muy alta.
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