domingo, 29 de junio de 2014

PAISAJES

Se han estrenado esta semana dos películas sobre las que me gustaría llamar la atención para que no se quedaran perdidas en el limbo de  la cartelera. Se trata de una española y otra islandesa. Una se llama ärtico y la otra De caballos y hombres. Pero, curiosamente, el título helado corresponde al film español, mientras que los caballos, ¡tan nuestros!, son el tema de la islandesa. ärtico, asi con minúsculas y diéresis, está dirigida por Gabriel Velázquez; De caballos y hombres es de Benedikt Erlingsson. En las dos, la naturaleza es casi el protagonista principal; en las dos, los personajes humanos son figuras en el paisaje. Las dos son de esos films que vale la pena ver.


(este dibujo de Ramón sería un bonito cartel para ärtico)

ärtico
A Gabriel Velázquez lo conocí hace años en un Festival de San Sebastián donde presentaba Amateurs. Entonces ya me llamó la atención el estilo frío y casi sin diálogos de su historia. Peleé para que Iceberg, su siguiente trabajo, estuviera en el Festival de Berlín en Generation. Entonces no lo conseguí. Pero este año, por fin, Gabriel Velázquez ha logrado que ärtico haya sido seleccionada en esta prestigiosa sección juvenil donde, además, ha ganado un premio. Cuando me enteré, felicité a Gabriel y  le mandé un mail del que reproduzco algunos párrafos.
 “Veo que sigues fiel a tu estilo narrativo, contar las cosas con las imágenes y prácticamente sin diálogos. Y fijarte en personajes que se mueven en ese terreno ambiguo entre la adolescencia y la obligación de asumir responsabilidades.
De todos modos ärtico me ha parecido mas dura que Iceberg. Es como si fueras destilando la historia hasta dejarla en lo esencial, en una línea pura sin adornos. Y eso es lo más interesante de todo. Porque, mientras los personajes y lo que les pasa es de una sordidez extrema, el espacio donde se desarrolla su historia es de una belleza extraordinaria. Hacia tiempo que no veía paisajes tan bien retratados, tan hermosos, pero sobre todo tan adecuados Porque la película se crece en ese contraste entre lo feo de las historias y lo bello de los espacios. Y cuando digo feo, quiero decir sin salida, sin horizonte, son seres abocados a la nada.
La luz, el agua, los árboles, la propia cabaña de Debi y Jota, son espacios de una gran belleza, encuadrados justo como se tienen que encuadrar: el árbol en el centro de la imagen para que veamos a Debi huyendo; la pequeña figurita de ella pariendo en una esquina del encuadre… Es un film muy especial.  Espero que todo lo que has conseguido con la trilogía salmantina y adolescente te de armas para enfrentarte a una historia distinta pero con la misma capacidad evocadora de tus imágenes.”

Gabriel me contestó y de su respuesta entresaco este párrafo.
“Sí, es una película fría, distante, buscando con la belleza el contrapunto de un entorno social sucio y duro... Yo lo defino como un "bodegón de cine negro". Esa era mi intención, situar una película del cine quinqui de los 80 en un entorno poético, minimalista y frío, por eso se llama ärtico.”



(dibujo de Ramón de 1977 con un caballo tan insólito como los de la película)

De caballos y hombres
Sabía que este film islandés había ganado el Premio Nuevos Realizadores del último Festival de San Sebastián y había visto el cartel de la película en la programación del Atlántida Film Festival. Ya entonces me pareció atractiva esa potente imagen de un semental negro, montando una yegua blanca con el jinete impávido que parece asistir al apareamiento de los animales como un convidado de piedra. Cuando vi la película, descubrí que ese pobre jinete no es un convidado de piedra y que la humillación de verse pillado en ese acto amoroso equino, va a ser uno de sus traumas. También descubrí que esa no era la única imagen perturbadora de este singular film donde los humanos son vistos a través de los ojos de los caballos y, quizás por eso, muestran todas sus debilidades y  mezquindades. La imagen del caballo colgado de una plataforma de un barco mientras las olas rompen a su lado, o la del caballo muerto en la nieve, son impactantes y deslumbrantes. Tan extrañas como todo lo que sucede en esa pequeña comunidad de vecinos que se espían unos a otros con binoculares mientras son contemplados por los caballos que asisten indiferentes a un comportamiento humano donde se mezcla a partes iguales humor y violencia. Una sorpresa que no debería pasar desapercibida.



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