Parece que con el primer
fin de semana del verano empiezan a llegar las películas interesantes. Esta semana tres estrenos con Rostro.
Es sin duda la película española más esperada. Todo el mundo
pregunta ¿has visto El Niño? Supongo
que es el gran poder de la maquinaria promocional de Tele Cinco la que la ha
convertido en “esa peli que hay que ver.” Y me alegro. Me alegro porque vale la pena. El Niño es un thriller de acción, de aventuras,
es una historia de amistad. Tiene un guión bien construido y tiene la capacidad documental de evocar la vida en esa zona tan particular como es el
Estrecho de Gibraltar. Es una película
americana hecha con la mirada europea. ¿En qué consiste esta mezcla? En saber
rodar escenas de acción y persecuciones en lancha con helicóptero con una
pericia enorme y una credibilidad total, sin caer por ello en el puro
artificio. Monzón controla su cámara y no pierde nunca de vista a sus
personajes. En realidad El Niño no habla
solo sobre el narcotráfico en el estrecho, o las mafias que corrompen a la policía. Esta
película habla de eso tan antiguo como la amistad entre hombres, es una buddy movie doble: los dos inocentes
aprendices de narcos; los dos veteranos policías. Es la amistad entre los dos
jóvenes Jesús, el de ojos azules y el de ojos castaños, y los dos cansados
policías, Tosar y Fernández, la que dan cuerpo a una historia donde las chicas
juegan papeles adicionales, una con sentido, Barbara Lennie como la compañera
de Tosar en la policía; la otra con menos sentido, la joven Marian Bachir
como el amor de la vida de El Niño. Si tuviera que destacar algo en particular
sería la primera y la última secuencia. La primera porque es un prodigio de
narrativa cinematográfica: la vigilancia sobre un hombre que les llevará hasta
Gibraltar. La última, porque en ese mar de contenedores (que evoca el final de En busca del Arca perdida con el almacén
lleno de cajas en las que se esconde al tesoro) está la clave de lo que Monzón
quiere contar: la aventura dura lo que dura la película; la realidad sigue su
curso sin inmutarse.
Me gusta definir esta película en una frase: El congreso es una mezcla de Stanley
Kubrick, con Miyazaki, apoyada por la presencia de una actriz excepcional,
Robin Wright. De Kubrick tiene la capacidad indagadora sobre el rostro de una
actriz que en cierto modo, y sin que se parezca en nada, recuerda la capacidad
indagadora de Lolita (aparte de dos
homenajes claros, clarísimos al autor de 2001).
De Miyazaki aprende esa pasión por las máquinas voladoras y la creación de un
mundo fantástico. Pero su principal atractivo es Robin Wright, protagonista absoluta en la primera parte de la historia, la que sucede con personajes
reales, que culmina en una
secuencia que merece pasar a la historia del mejor cine de ciencia ficción:
Robin Wright, haciendo de si misma, se sitúa en el centro de una inmensa máquina/bola
donde se la escanea por completo mientras escucha el relato que le hace su
amigo y agente Harvey Keitel. Es de carne de gallina. El congreso tiene dos padres más, además de Kubrick y Miyazaki. Uno
es sin duda Stanislaw Lem, el escritor polaco, autor de Solaris, del que se adapta la novela El
Congreso de
Futurología en la segunda parte del film, la directamente animada; el otro
es Max Fleischer y sus dibujos de los años 30 y 40, sobre todo Koko el payaso.
Con todos estos elementos, Ari Folman construye una película que se escapa a
las fáciles clasificaciones: de ciencia ficción, si; de animación, si; retrato
de la crueldad de Hollywood, si; anuncio de lo que puede suceder o incluso ya
está sucediendo en el cine, si. Muchos si para una historia que no deja
indiferente.
Es la que menos me interesa de las tres, pero eso no quiere
decir que no sea un producto con su gracia. No me interesa porque Michel
Houellebeck es un escritor que no me gusta, ni lo que escribe, ni él, Y por
tanto me da un poco igual la premisa del film. Me importa un comino que Guillaume
Nicloux construya esta ficción/documental para explicar su desaparición durante
unos días en los que se habló de un posible secuestro. Pero en cambio, la
película consigue engancharme, y por eso la traigo a este blog, por la fuerza
de sus supuestos secuestradores. Esos tres personajes, mas la madre y el padre
de uno de ellos, dueños de la casa donde le tienen encerrado, se comen con
patatas al escritor en todas y cada una de las secuencias. No se si son
actores, pero en todo caso, son presencias absolutas. Luc, Mathieu, Max, y
sobre todo Ginette y Dedé, le roban todo el protagonismo a Michel. Son
estupendos.
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