(todo empieza siempre en el agua...)
Son hombres, son sabios, son viejos y saben pasárselo bien.
Uno lo encontramos detrás de la cámara, al otro lo descubrimos delante.
Clint Eastwood y Jersey Boys
Clint Eastwood y Jersey Boys
El que está detrás tiene una larga historia. Se llama Clint
Eastwood y ha recorrido un largo camino hasta llegar a estos espléndidos 84
años. Es viejo, pero no se siente viejo y reivindica su derecho a seguir
haciendo cine, que es lo que le gusta. Su último trabajo acaba de estrenarse,
se llama Jersey Boys. No es una gran
película, no es la mejor de Eastwood. Pero si es uno de esos films que se ven
con agrado y se tararean durante un buen rato. El guión adapta un musical de
éxito que cuenta la historia de los Four Seasons y Frankie Valli, un grupo muy
famoso a finales de los 50 y primeros 60, antes de la irrupción de los Beatles.
Eastwood es un maestro adaptando el lenguaje de sus películas a las historias
que cuenta, y en este caso, construye todo el film como un conjunto de singles
que se pueden escuchar aislados unos de otros, pero todos juntos forman un magnífico
LP. Creo que Eastwood se merece un libro que estudie bien las relaciones que
establece con los géneros que revisita en cada uno de sus films: el western, el
melodrama, el cine negro, el musical,… que fuera analizando como incorpora los
elementos que identifican un género y los hace suyos. Jersey Boys es en ese sentido ejemplar. No es un film de la mafia;
no es un film de amigos. Es una película sobre como se hace un disco de
canciones pegadizas. Tan pegadizas que al llegar a casa, al menos yo, busqué
inmediatamente en Youtube a los Four Seasons originales y me sorprendí pensando
que me gustaba mas John Lloyd Young haciendo de Frankie, que el propio Frankie.
Garrell en Sobre la marxa
El hombre viejo y sabio… y divertido que está delante de la
cámara, se llama Josep Puijula, mas conocido como Garrell. Nos lo descubre
Jordi Morató en un documental inclasificable que en catalán se llama Sobre la marxa y en castellano El inventor de la jungla. Los dos títulos le van como un guante a este insólito
personaje y su ingente y poderosa (y hermosa) labor de constructor indomable.
Durante años Garrell ha ido construyendo
auténticas ciudades de madera en medio del bosque. Con cabañas, torres,
puentes, laberintos. Lo hacía porque quería, porque era feliz haciéndolo y
porque era una forma clara de desafiar al “Hombre civilizado” que una y otra
vez se ha empeñado en destruir su obra. El documental utiliza un material
extraordinario, las películas del “Tarzan de Arguelaguer” que durante varios
veranos filmó un adolescente amigo del arquitecto de la jungla, films llenos de
ingenuidad y gracia. Cuando Morató conoce a Garrell, este ya ha destruido su
obra dos veces. La primera por la intolerancia y la estupidez de la gente que
no entendía lo que hacía y se dedicaban a romper sus construcciones. Al final,
harto de todos, fue él mismo el que las quemó. La segunda, una edificación
mucho más sofisticada que le valió un documental sobre su obra por parte de una
artista norteamericana, tampoco sobrevivió. La construcción de una autopista le
obligó a derribar el complejo laberinto de torres que había levantado. La
tercera vez, ya filmado por Morató, la
quema de un mundo complejo y único se produce por culpa de la burocracia que
todo lo uniformiza. El ayuntamiento decidió que “el laberinto del bosque no
tenía salidas de emergencia” y le obligó a cerrarlo a la gente que iba allí a
verlo, a jugar con él, a disfrutarlo. Lo que mas me gusta de esta historia es
el espíritu con el que este hombre se enfrenta a la construcción y a la
destrucción de sus obras. Se trata de hacer sobre la marxa, lo que toque hacer,
y disfrutarlo en cada momento. Garrell juega y se lo pasa bien construyendo,
pero juega y se lo pasa bien, quemando. El agua fue su primer motor, todo
empezó porque quería hacerse una poza para bañarse en el río y construyó una
presa que fue creciendo, creciendo. El fuego es su último motor. Todo acaba
quemado. Aunque en realidad no podemos decir que se haya destruido, desaparece
si, pero renace. La rauxa de vivir sigue siendo
la única razón de seguir sobre la marcha, inventado junglas.
Eulalia Iglesia en una crítica define este personaje como héroe herzoguiano.
Tiene razón, Werner Herzog debería conocer a Garrell. Están hechos de una pasta
parecida. Aunque el “Tarzán de Arguelaguer,” tiene mas sentido del humor.
2
El protagonista de El
amor es un crimen perfecto, también es un hombre. Pero ni es viejo, ni es
sabio, y tampoco es divertido. Eso si, es un excelente actor. Mathieu Amalric
es capaz de darle misterio y ambigüedad al turbio personaje de un profesor de
literatura atrapado entre tres mujeres vivas y el fantasma de una mujer muerta.
Todo enmarcado en un paisaje blanco y silencioso, unas montañas de cuento de
hadas y una universidad que parece sacada de una fantasía futurista.
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