sábado, 6 de septiembre de 2014

DOS HOMBRES SABIOS



(todo empieza siempre en el agua...)

Son hombres, son sabios, son viejos y saben pasárselo bien. Uno lo encontramos detrás de la cámara, al otro lo descubrimos delante.

Clint Eastwood y Jersey Boys
El que está detrás tiene una larga historia. Se llama Clint Eastwood y ha recorrido un largo camino hasta llegar a estos espléndidos 84 años. Es viejo, pero no se siente viejo y reivindica su derecho a seguir haciendo cine, que es lo que le gusta. Su último trabajo acaba de estrenarse, se llama Jersey Boys. No es una gran película, no es la mejor de Eastwood. Pero si es uno de esos films que se ven con agrado y se tararean durante un buen rato. El guión adapta un musical de éxito que cuenta la historia de los Four Seasons y Frankie Valli, un grupo muy famoso a finales de los 50 y primeros 60, antes de la irrupción de los Beatles. Eastwood es un maestro adaptando el lenguaje de sus películas a las historias que cuenta, y en este caso, construye todo el film como un conjunto de singles que se pueden escuchar aislados unos de otros, pero todos juntos forman un magnífico LP. Creo que Eastwood se merece un libro que estudie bien las relaciones que establece con los géneros que revisita en cada uno de sus films: el western, el melodrama, el cine negro, el musical,… que fuera analizando como incorpora los elementos que identifican un género y los hace suyos. Jersey Boys es en ese sentido ejemplar. No es un film de la mafia; no es un film de amigos. Es una película sobre como se hace un disco de canciones pegadizas. Tan pegadizas que al llegar a casa, al menos yo, busqué inmediatamente en Youtube a los Four Seasons originales y me sorprendí pensando que me gustaba mas John Lloyd Young haciendo de Frankie, que el propio Frankie.

Garrell en Sobre la marxa
El hombre viejo y sabio… y divertido que está delante de la cámara, se llama Josep Puijula, mas conocido como Garrell. Nos lo descubre Jordi Morató en un documental inclasificable que en catalán se llama Sobre la marxa y en castellano El inventor de la jungla.  Los dos títulos le van como un guante a este insólito personaje y su ingente y poderosa (y hermosa) labor de constructor indomable. Durante  años Garrell ha ido construyendo auténticas ciudades de madera en medio del bosque. Con cabañas, torres, puentes, laberintos. Lo hacía porque quería, porque era feliz haciéndolo y porque era una forma clara de desafiar al “Hombre civilizado” que una y otra vez se ha empeñado en destruir su obra. El documental utiliza un material extraordinario, las películas del “Tarzan de Arguelaguer” que durante varios veranos filmó un adolescente amigo del arquitecto de la jungla, films llenos de ingenuidad y gracia. Cuando Morató conoce a Garrell, este ya ha destruido su obra dos veces. La primera por la intolerancia y la estupidez de la gente que no entendía lo que hacía y se dedicaban a romper sus construcciones. Al final, harto de todos, fue él mismo el que las quemó. La segunda, una edificación mucho más sofisticada que le valió un documental sobre su obra por parte de una artista norteamericana, tampoco sobrevivió. La construcción de una autopista le obligó a derribar el complejo laberinto de torres que había levantado. La tercera vez,  ya filmado por Morató, la quema de un mundo complejo y único se produce por culpa de la burocracia que todo lo uniformiza. El ayuntamiento decidió que “el laberinto del bosque no tenía salidas de emergencia” y le obligó a cerrarlo a la gente que iba allí a verlo, a jugar con él, a disfrutarlo. Lo que mas me gusta de esta historia es el espíritu con el que este hombre se enfrenta a la construcción y a la destrucción de sus obras. Se trata de hacer sobre la marxa, lo que toque hacer, y disfrutarlo en cada momento. Garrell juega y se lo pasa bien construyendo, pero juega y se lo pasa bien, quemando. El agua fue su primer motor, todo empezó porque quería hacerse una poza para bañarse en el río y construyó una presa que fue creciendo, creciendo. El fuego es su último motor. Todo acaba quemado. Aunque en realidad no podemos decir que se haya destruido, desaparece si, pero renace. La rauxa de vivir sigue siendo  la única razón de seguir sobre la marcha, inventado junglas. Eulalia Iglesia en una crítica define este personaje como héroe herzoguiano. Tiene razón, Werner Herzog debería conocer a Garrell. Están hechos de una pasta parecida. Aunque el “Tarzán de Arguelaguer,” tiene mas sentido del humor.

2
El protagonista de El amor es un crimen perfecto, también es un hombre. Pero ni es viejo, ni es sabio, y tampoco es divertido. Eso si, es un excelente actor. Mathieu Amalric es capaz de darle misterio y ambigüedad al turbio personaje de un profesor de literatura atrapado entre tres mujeres vivas y el fantasma de una mujer muerta. Todo enmarcado en un paisaje blanco y silencioso, unas montañas de cuento de hadas y una universidad que parece sacada de una fantasía futurista.  



(... y termina siempre en el fuego)
(las dos fotos son de Ramon Herreros, tomadas en San Juan en el Valle de Arán)

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