(un jurado feliz paseando por La Concha.
Sara Silveira, Juana Acosta y yo)
La última crónica del festival la voy a
dedicar al cine Latinoamericano. El participar en el jurado de la sección
Horizontes Latinos me ha permitido ver concentrado un buen número de películas
producidas en Latinoamérica. Y de esta visión hay varias cosas que me parecen
interesantes.
Una. La importancia de Europa en el desarrollo
del cine latino. Diez de las 14 películas de la sección eran coproducciones con
Europa. Está claro que el dinero se tiene que buscar en mil sitios y que la
producción ha dejado de ser determinante de la nacionalidad. Son las historias
y sus narradores los que le dan cuerpo a una identidad y en ese sentido,
Argentina es sin duda el país dominante.
Dos. La vitalidad de las historias que
se cuentan. El retrato colectivo que se obtiene de ver estas 14 películas es el
de un continente que está creciendo en todos los sentidos. No solo por la
calidad técnica y narrativa de sus films, sobre todo porque han dejado de ser
miserabilistas. Me acuerdo muy bien los tiempos en que el cine latino estaba dominado
por lo que se llamaba “historias de pobres”. Niños explotados, marginados de
todo tipo, narcos y delincuentes. Ahora
no. Ahora el cine nos cuenta historias de gente que quiere salir adelante. Hay
una evidente diferencia de clase, seguro. Pero una película como la colombiana Gente de bien, de Franco Lolli no se
habría ni siquiera planteado hace unos años. O la preciosa aventura de Ciencias naturales, donde una niña busca
a su padre sin mas deseo que el de conocerle. Esta ha sido una de las sorpresas de este cine en el que esas clases medias
bajas (pero no pobres ni miserables) y esas clases medias altas (pero no
explotadoras ni dominantes) buscan caminos para convivir.
Tres. La presencia dominante de la
figura del padre. En nueve de las catorce películas, la figura del padre era el
motor de la historia. Padre ausente, padre que intenta comprender la vida, padre
que ignora a los hijos, padre que tiene una doble familia, padre tolerante, padre
que venga a su familia, padre que busca a una hija, padre/ogro que nunca se ve,
recuerdo del padre. Seguramente algún psicoanalista podría hacer una lectura de
esta presencia dominante del padre en tantas historias. Yo no me atrevo,
simplemente la constato y me quedo con ganas de saber por qué.
Había muchas buenas películas, pero al final ganó la
mexicana Güeros, de Alonso
Ruizpalacios. De momento no voy a añadir nada mas a lo que argumentamos en la
entrega del premio: "la osadía
formal de su lenguaje cinematográfico y el humor al retratar la ciudad de
México". Ojala algún distribuidor se atreva a comprarla.
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