martes, 2 de febrero de 2016

RIVETTE



La primera vez que vi una película de Jacques Rivette fue en el Festival de Benalmadena. Debía ser el año 1973 o 1974. Recuerdo que nos quedamos clavados en la silla viendo Out One:Spectre, la versión de cuatro horas. Cuando empezamos a trabajar en la Filmoteca Nacional de España, Rivette fue uno de nuestros objetivos. Teníamos que revisar su cine, era imprescindible. La semana del 5 de junio de 1977 en que proyectamos en la calle Mercaders Noroit, Duelle, y Out One:Spectre, coincidía en la sala el Moses und Aron de Straub y el ciclo de Philippe Garrel. No es extraño que esa época se considere la auténtica universidad del cine para muchos cineastas.
Pero yo quiero hablar de Rivette. Rivette fue el más callado y tímido de los directores de la Nouvelle Vague. También el más importante (es una opinión personal) en la evolución de la revista Cahiers du Cinéma. La etapa Rivette/Rohmer, entre 1960 y 1968 es sin duda la mejor de toda la historia de la revista. Rivette, hacía cine, pero no era tan conocido como sus compañeros. Si Rohmer era el cronista, Rivette era el narrador; si Truffaut amaba las mujeres, Rivette amaba la vida; si Godard era el intelectual, Rivette era el humanista. Discreto en todo, sus primeras películas no daban mucho lugar a la polémica, Hasta que llegó Out One, Noli me tangere con sus casi 12 horas de cine/pensamiento. Rivette, a partir de ese momento, dejó de ser el “olvidado” de la NV y pasó a ocupar un lugar de honor en el cine europeo.
Céline et Julie vont en bateau fue un soplo de aire fresco; el díptico Duelle y Noroit una incursión en la aventura; Le pont du Nord, un documental de creación avant la lettre realizado con la complicidad de las dos Ogier, Bulle y Pascale; La banda de las cuatro, un divertido film de suspense y de teatro. El siguiente salto en su filmografía seria La Belle noiseuse en sus dos versiones, la larga y el Divertimento. La Belle noisesuse fue para mí un film revelación. Una de esas películas que de repente te comprometen, te implican, te increpan y a la que tienes que dar respuesta emocional. La vi en Cannes y escribí mucho de ella. En el otro blog cuelgo un artículo que publiqué en el El Observador en 1992 y que para mi sigue estando vigente. Rivette siguió haciendo películas interesantes, bonitas, profundas: las dos entregas de Juana de Arco, Alto, bajo, frágil, Vete a saber, la última, la inclasificable El último verano.
En el año 2003, Rivette vino al Festival de San Sebastián. Histoire de Marie et Julien concursaba en la Sección Oficial. Fue una de las experiencias más duras de mi vida profesional. El pase de prensa de la película, fue un desastre. La crítica la maltrató de una forma inaudita y demostró una enorme falta, no solo de cultura cinematográfica, sino de educación respecto a un cineasta con la trayectoria de Rivette. Fue muy difícil tratar de hacerles entender a él y a Emmanuelle Bèart, la protagonista, que no tenían que hacer caso de esa estúpida reacción. Rivette se marchó de San Sebastián muy dolido y yo me sentí muy avergonzada.
Rivette se ha muerto con la misma discreción con la que vivió. Como decía Guerín en facebook: “Godard se ha quedado solo”. Todos nos hemos quedado un poco solos.



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