Esta
ha sido una semana muy rara. Tan rara que me enfrento al texto de este blog sin
saber exactamente de qué escribir. Se han estrenado 13 películas y ninguna me estimula
suficiente para dedicarle unas líneas. Bueno no es cierto. Hay dos que si lo
hacen. Una es la segunda entrega de Las
1001 noches de Miguel Gomes de la
que hablé la semana pasada y a la que volveré cuando se estrene la tercera
parte el viernes que viene. La otra es Las
amigas de Ágata, un film colectivo escrito y realizado a ocho manos y con
cuatro rostros como protagonistas. Ahora
entraré a hablar de ellas.
Antes
simplemente decir tres cosas. Una que tantas películas estrenadas se hacen daño
una a otras y no es posible llegar a verlas todas. Por ejemplo, Dos buenos tipos, de la que he leído cosas
apetecibles a pesar de ese lamentable título
y que intentaré ver la semana que viene. Dos, hay películas de las que ni
siquiera te enteras que se han estrenado. Caso del documental sobre El Bosco
dirigido por López Linares que he descubierto casi por casualidad que se
estrenaba esta semana y que, y esta es la tercera cosa que quería comentar, no
he logrado hacer encajar en ninguno de los cines y horarios raros donde se
proyecta ya que cambia de cine y dentro del cine de hora cada día.
La
verdad es que ponen las cosas difíciles
para poder seguir la actualidad cinematográfica. Dan ganas de tirar la toalla y
encerrarse en casa a revistar clásicos o descubrir series en Filmin, Netflix o
lo que cada uno tenga más a mano.
(estas podría ser las tres amigas de Ágata)
Bueno,
para centrarnos en Las amigas de Ágata.
Si pueden, véanla. Hay varias razones para hacer de este film ligero, fresco,
veraniego y al mismo tiempo, con aires de fin de etapa un proyecto apetecible.
Y digo proyecto dándole todo el sentido a la palabra ya que es el proyecto de
fin de carrera de cuatro alumnas de Comunicación Audiovisual de la Pompeu que
unieron sus esfuerzos y sus deseos para contar una historia de amistad y de transición.
Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen, contaron con la
complicidad y colaboración de cuatro jóvenes actrices, Marta Cañas, Carla
Linares, Elena Martín y Victoria Serra para hacer este cuento rohmeriano que trata de cuatro amigas adolescentes que siguen viéndose a
pesar de que cada una de ellas ha emprendido un camino distinto al entrar en la
Universidad. Ágata asume el papel de centro, pero podía haber sido cualquiera
de las otras tres, Mar, Ari o Carla. Lo más bonito de este film es la sensación
de estar asistiendo a una metamorfosis. Delante de nuestros ojos se produce ese
cambio tan importante y al mismo tiempo tan sutil en el que un capullo se abre
para dejar salir a una mariposa de su interior. Las cuatro amigas viven los
últimos días de estar en el capullo de la inocencia, la ingenuidad, los sueños,
las alegrías, los riesgos y tras un viaje a la costa, acaban por asumir que cada
una de ellas es una mariposa diferente. Podrán seguir queriéndose, pero ya no
serán amigas. Las amigas de Ágata
señala una situación que pasa varias veces en la vida. Antes de la que ellas
viven, ha estado seguramente la que significa separarse de los amigos del cole;
mas adelante se producirán otras situaciones similares cuando se tengan que
separar de los amigos de la universidad o de los amigos de trabajos que se
acaban o… La vida precisamente se compone de ir asumiendo estas separaciones y
de saber conservar de cada etapa lo que de verdad es importante. Ágata lo
empieza a experimentar ante nuestros ojos y nos deja una sensación de añoranza
por nuestras amigas perdidas. Eso quiere decir que la película funciona. Ojala
puedan seguir todas ellas adelante, juntas o separadas, haciendo cine, contando
historias.
Pedro Costa
Solo unas líneas para recordar a Pedro Costa, el productor
de algunas películas memorable del cine español, que siempre se mantuvo en
segundo plano sin querer acapara titulares, dejando que sus directores se
llevaran el protagonismo. Al leer la noticia de su muerte, me acordé de lo que
había escrito sobre él en el libro que hice con Maribel Verdú. Lo recuerdo aquí
a modo de homenaje:
“No quiero acabar este capítulo sin dejar constancia de una
figura que casi sin que nadie lo haya señalado se erige en un pilar fundamental
de la carrera de Maribel Verdú. Se trata de un productor que ha estado detrás
de tres de los momentos mas importantes de su vida como actriz: Pedro Costa.
Costa era el productor de La huella del
crimen, la serie en la
debutó Maribel con El
crimen del capitán Sánchez; Costa fue el productor de Amantes, la película que hizo que Maribel Verdú se considerara una
actriz, marcando un antes y un después en su carrera; Pedro Costa sería el
productor de La buena estrella, de
Ricardo Franco, donde Maribel volvió a demostrar su talla de actriz dramática
en el que, sin duda, es el segundo gran salto en su filmografía. Curioso que
este antiguo periodista de sucesos, metido a productor, haya estado en las
bambalinas de su debut y en los dos momentos cinematográficos mas importantes
de su vida en los años noventa.”
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