(una
de las “arquitecturas mas inquietantes del cuadro de El Bosco)
La
semana pasada hablaba de que se había estrenado de una forma inusual y
arriesgada el documental de López Linares sobre El Bosco. Ahora lo he visto y
puedo comentarlo.
Lo
primero es destacar el hecho de que el film se haya estrenado como un evento,
un acto, más que como una película. Me parece una buena idea para dar relieve y
distinguir un producto que se debe consumir no como simple entretenimiento, que
lo es, ni tampoco como solo cultura, que también lo es. Es una idea de riesgo
ofrecer el film como si fuera una obra de teatro o un concierto. Pero algo ha
fallado en la comunicación y por eso ha sido difícil verlo. El camino me parece
bueno, pero se tiene que encontrar la forma de que la gente, el público
potencial de este tipo de productos, se entere y vaya a verlos.
Y
ya en materia del documental. Dos cosas.
La
primera es agradecerle a la película las ganas que despierta de ver el cuadro El jardín de las delicias, directamente
o a través de imágenes, de sumergirse en él, descubrir las sirenas, las frutas,
los instrumentos, los animales. Ver las caras y donde miran, las escenas de
amor, intuir su arquitectura interna, las máquinas de anticipación futurista de
ese jardín del edén. El jardín de las
delicias es un cuadro lleno de misterio, de múltiples lecturas, de
ensoñaciones. Es también un retrato de su tiempo, tanto de la vida cotidiana
como de los monstruos y fantasmas que poblaban la imaginación en ese momento de
transición entre la Edad Media y el Renacimiento. También de su sabiduría, las artes ocultas que
empezaban a dejar de serlo como anticipo de las ciencias.
El
Bosco es un personaje de leyenda que merece una novela o muchas novelas, como
dice Salman Rushdie, uno de los que se ponen delante del cuadro y lo miran.
Y
esa es la segunda cosa que me gustaría destacar. El cuadro está ahí para ser
mirado. Desde siempre, desde su creación, desde que se pintó. Y es la mirada la
que completa el cuadro (esto vale para toda la pintura, para todo el arte que
intenta llegar al espectador, no excluirle y considerarle un ignorante incapaz
de entender lo que el artista quiere expresar y que no se entiende a ningún
nivel). El Bosco pintaba para la gente y es la gente la que mira el cuadro y se
queda con una cosa u otra. Y en esta mirada, el que queda retratado es el que
mira, ya que proyecta en el cuadro su inteligencia, su sensibilidad, su
capacidad de emocionarse o de ir mas allá. Esa mirada dice mucho de cada uno de
los que en la película se posicionan delante del cuadro y a algunos, la verdad,
no les hace ningún favor. Lo que la
mirada de la gente ve en este cuadro es a si mismos, afirma uno de los
mejores interlocutores del cuadro. Y tiene razón.
El
Bosco, el documental, es un primer paso de aproximación al cuadro y al pintor,
quizás una aproximación un tanto académica, un poco acotada en la historia.
Pero se siente en la selección de imágenes y en el contrapunto musical, que su
director no es ajeno a ese misterio que emana del cuadro. Y por eso cierra el
film con unas palabras que dan la clave de su propia posición delante del
cuadro. El cuadro quiere atrapar al
espectador, ser entendido, pero no del todo. El autor no quiere que resuelvas
el misterio. Quiere que permanezcas en el misterio.
(estos
pájaros del cuadro El jardín de las
delicias son una buena ilustración para la película de Miguel Gomes)
Este
viernes se ha estrenado la tercera parte de Las
1001 noches de Miguel Gomes. El tercer volumen se llama El encantado y es, de los tres, el más
sorprendente y también el más hermoso. En esta tercera entrega Sherezade
aparece ante nuestros ojos en un largo paseo fuera de la ciudad. Intuye que su
fin está cerca y quiere ver el mundo antes de que el sultán la mande decapitar.
Se encuentra con múltiples personajes, cada uno de ellos susceptible de ser
objeto de una historia. Pero ella sigue. Al final del día vuelve al palacio y
empieza contar la mas extraña de sus narraciones: El embriagador canto de los pinzones. Prácticamente sin hablar, con
los trinos de los pájaros estableciendo un diálogo musical entre ellos y una
serie de letreros semi explicativos, este largo episodio se mueve entre el
documental sobre un submundo desconocido para la mayoría, el de los criadores
de pájaros que también retrato Marc Recha en Petit Indi, y una mirada sobre una zona marginal de la ciudad, de
la sociedad, del mundo.
Esta
semana se pueden ver las tres entregas. Una cada dos días es lo que su autor
recomienda. Si pueden, no se las pierdan. Pocas veces se ve un retrato tan
preciso de la realidad contemporánea a través de una mirada que va de la poesía
a la comedia, de la fantasía al western, del cuento oriental a la broma mas
actual. Y todo con una gran belleza.
LES COWBOYS
De
los estrenos de esta semana, solo quiero destacar uno, Mi hija, mi hermana, del francés Thomas Bidegain. Remake confesado
de Hardcore, de Paul Schrader que a
su vez era un remake confesado de Centauros
del desierto, de John Ford, este film que en su título original se llama Los cowboys, (buen punto de enlace con
Ford) tiene el acierto de convertir el submundo del porno y la droga de la
película de Schrader, en el submundo del terror y el aislamiento del yihadismo
contemporánea. El viaje al fin de la noche de un padre y su hijo tras las
huellas de una niña perdida, es tan terrible por su dilatación en el tiempo
(espléndidas elipsis temporales resueltas con una sola frase) como en su
constatación de que es un viaje sin retorno. Kelly nunca volverá a casa, ni
tendrá, como Debbie en Centauros, una
segunda oportunidad. Estupenda película, debut del guionista de las tres
mejores películas de Jacques Audiard: Un
profeta, De óxido y hueso, Deephan.
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