La
semana pasada murió Wagens, es decir Jorge Wagensberg. Fue un golpe. Primero
porque aún era joven para morir, 69 años, pero sobre todo porque era una
persona inteligente, divertida, brillante, un científico que sabia divulgar y
no aburrir. Ramon le conoció primero, hace mil años, mucho antes de las famosas
jornadas de ciencia y filosofía que montó Wagensberg en Figueras. Desde
entonces fue un amigo más cercano unas veces, más alejado otras, pero siempre
presente. Cuando Ramon hacia una exposición siempre venia. La foto que publico
se hizo en su estudio hace mucho tiempo. Es una foto divertida, con Ramon
riendo y Jorge con cara de aquí estoy yo
para lo que me echen. Recuerdo sus programas en BTV, los espléndidos capítulos
de la serie Einstein a la platja. O
los libros de aforismo científicos que eran lecciones de vida y de filosofía.
Recuerdo que me ayudó mucho cuando quería escribir un cuento sobre un ascensor
al espacio, algo que él tenía plenamente documentado. Recuerdo su extraordinaria
labor al frente de Cosmocaixa, un museo que convirtió en visita indispensable
por sus exposiciones y por su trabajo de divulgación. Wagens se reía mucho y
compartía su energía y su entusiasmo con todos. Lo vamos a echar de menos.
Mucho. Y en muchos sentidos. Pocas personas ha habido en esta ciudad con una
capacidad intelectual y una humanidad como la suya. Es una lástima perderlo.
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