Mujer
1 Els encantats de Elena Trapé
Pongo
Mujer y no Mujeres porque esta historia es un cuento solista. Una partitura de
un solo instrumento que asume todos los movimientos de los vaivenes de su
aventura emocional. A diferencia de sus dos anteriores trabajos, Blog y Las distancias, Els encantats
de Elena Trapé no es un film coral; pero a semejanza de sus dos anteriores
trabajos, sí es un film generacional y sobre todo vivencial. Sin la pandemia,
sin la maternidad, sin el desconcierto contemporáneo que ella ha vivido en
primera persona, no se entiende este film frío y emotivo a la vez, vacío y
lleno de sentimientos. Els Encantas es una montaña de la Vall Fosca, pero
también es una leyenda, la de los seres encantados que permanecen en un limbo.
La película transcurre en su mayor parte en un impresionante paisaje de alta
montaña dominado por el pico del Encantats y es la historia de una mujer encantada,
paralizada, Irene, es decir Laia Costa, el violín que ofrece un recital de
emociones a lo largo de su recorrido. Desde que Irene deja a su hija de cuatro
años con un padre del que no hace mucho se ha separado, su vida se queda sin
sentido. Ni el trabajo, ni los amigos, ni la familia, nada será capaz de llenar
ese enorme agujero que le ha dejado no tener que estar pendiente de su hija. “Tendrás
tiempo para ti”, le dicen sus compañeros de trabajo y ella piensa “¿Y qué hago
con este tiempo?” Irene decide ir a pasar su duelo en un pueblo de montaña
donde vivió tiempos felices de pequeña. Y poco a poco, los movimientos de su
particular partitura la irán conduciendo hasta una catarsis emocional que solo
una actriz de la fuerza de Laia Costa puede asumir. Se insiste en casi todas
las criticas en que Els encantats
parece una continuación de Cinco lobitos.
Pero no es cierto, no lo es. Los conflictos de las dos madres son muy
diferentes y solo tienen en común su protagonista, Laia Costa, a la que por
cierto, me encantaría ver muy pronto en una buena comedia.
Mujeres
2 Secaderos de Rocío Mesa
Aquí
hay muchas mujeres, pero solo dos son protagonistas. Vera, la niña de ciudad
que llega al pueblo de sus abuelos en la Vega de Granada, al pie de Sierra
Nevada, y Nieves, la adolescente que nunca ha salido del pueblo. Son ellas dos
las que conducen por separado una historia en la que hay un tercer personaje
protagonista; el espíritu, el ser encantado que encarna toda la tradición y
toda la sabiduría de esas tierras dedicadas al cultivo del tabaco y condenadas
a desparecer bajo la piqueta inmobiliaria. Vera descubre la libertad de moverse
por el campo y la libertad de imaginar y soñar con ese ser fantástico que la
acompaña y que al principio solo puede ver ella. Nieves sufre el encierro de
esa jaula sin barrotes en la que vive y sueña también con el espíritu de los
campos que al final acabará salvándola. Rocío Mesa mezcla de forma armoniosa el
realismo documental de los secaderos con el realismo mágico de la extraña
figura errante, el monstruo que viene a verlas, el único que las comprende. Y
añade a todo esto un gramo de locura lisérgica que convierte la película en su último
tercio en otro tipo de viaje. He dicho que Vera y Nieves son las protagonistas,
sí, pero hay más mujeres importantes a su alrededor; la abuela que representa
la tradición y el arraigo a la tierra, las dos madres, la madre de Vera que
escogió irse del pueblo, la madre de Nieves que escogió quedarse. Y las amigas,
tanto las pequeñas como las adolescentes. Los hombres están ahí, el abuelo
enamorado, el padre preocupado, el novio que quiere casarse y los niños que
juegan con Vera, pero son ellas y el ser mágico, las que asumen el relato de un
film que podría formar un díptico maravilloso de realismo rural fantástico con El agua de Elena López Riera.
Disidencia
1 Los osos no existen de Jafar Panahi
En
este caso no hace falta explicar nada sobre la disidencia del director iraní. Es
sobradamente conocida su lucha contra la represión que sufre cada día y que le
ha llevado de nuevo a la cárcel. Panahi parece encantado por un sortilegio de
maldad que le prohíbe hacer cine en su país. Pero el director ha encontrado la
manera de romper el encantamiento de su cautiverio y ha conseguido realizar
cinco películas en los últimos años que escapan al control de esta rígida prisión. Panahi ha hecho cinco
películas inconfundibles, rabiosamente personales, pensadas para reflexionar tanto
sobre el hecho de hacer cine, dándole la vuelta a ese encierro y ese silencio
impuesto, como a retratar una sociedad anquilosada por el fundamentalismo
social, religioso y cultural de un poder tiránico. Los osos no existen es en este sentido su película más elaborada,
más compleja. Un director de cine, él mismo, se refugia casi clandestinamente
en un pequeño pueblo de montaña en la frontera con Turquía y desde allí dirige
en la distancia una película que se rueda al otro lado, en una ciudad turca. Él,
mientras tanto, aprovecha para filmar a los habitantes de ese pueblo perdido
que se prestan a que los retrate con una cierta ingenuidad no exenta de
consecuencias. Panahi construye un film de múltiples capas en el que nos cuenta
dos historia de amor: la de la película de ficción que se rueda en Turquía y la
de una joven pareja del pueblo que intenta que su amor sea aceptado por una comunidad
cerrada, masculina y muy religiosa Sin perder nunca de vista el humanismo y el
humor inteligente y sutil que le caracteriza, Panahi hace un film casi feliz,
aunque lo que nos muestra es una tragedia colectiva y privada. La aventura del
director de cine que él interpreta acaba con una amenaza que lamentablemente se
cumplió en la realidad. Poco después de acabar el film, Panahi volvió a ser
detenido, y está en la cárcel desde entonces. Pero su cine, sus osos que si
existen, siguen en libertad.
Disidencia 2: El caso Padilla de Pavel Giroud
Este es un caso de disidencia y de encantamiento muy distinto.
Primero,
los hechos. Heberto Padilla era un joven poeta y escritor que se sumó con
entusiasmo a la revolución de 1959 en Cuba, En los primeros sesenta trabajó en
el diario Revolución y fue corresponsal en la Unión Soviética. Volvió en 1966
un tanto desencantado del comunismo, pero aun fiel a la revolución, aun
creyendo que era el mejor camino para ser libres. Un artículo en defensa de Guillermo Cabrera Infante, considerado como traidor por el régimen, y sobre todo la publicación del
poemario Fuera de juego en 1968, con
el que ganó el Premio Julián del Casal otorgado por la Unión de
Escritores y Artistas de Cuba, le pusieron
en el punto de mira de los inquisidores culturales del régimen de Castro.
Apartado de cargos públicos, pero aun no marginado del todo, Padilla fue
detenido, junto con su esposa la escritora Belkis Cuza, el 20 de marzo de 1971 después
de la lectura pública de uno de sus libros titulado Provocaciones.
Les acusaron de actividades subversivas y contra revolucionarias. Durante 38
días, el matrimonio estuvo retenido en las siniestras y temidas dependencias de
la prisión Villa Marista. Qué pasó allí dentro, no lo sabemos, pero el hecho es
que el mismo día que le soltaron, Padilla convocó una reunión de la Unión de
Escritores Cubanos ante la que hizo una larguísima declaración de Autocrítica.
De esa Autocrítica se sabía lo que unos y otros contaban a media voz. A pesar
de esta vergonzosa autoacusación, Padilla fue enviado al exilio interior en una
lejana granja donde se le permitió escribir, hasta que Castro accedió a dejarle exiliarse de verdad
en Estados Unidos, donde nunca logró ser feliz ni adaptarse.
Segundo,
el documental de Pavel Giroud. Según cuenta él mismo, hace un tiempo recibió
anónimamente un video, en el que se recogía el largo testimonio de Heberto
Padilla en su famosa Autocrítica. Giroud pensó en colgarlo en youtube tal cual
estaba, pero se dio cuenta que sería más eficaz mostrarlo en un documental para
el cine: El caso Padilla. El tronco y
sostén del documental es la larguísima intervención de Padilla ante sus
compañeros y amigos donde reconoció que su obra era contrarrevolucionario,
renegó de ella y se declaró plenamente entusiasta del régimen de Fidel Castro,
incluso llegando a denunciar a sus compañeros a los que pidió que hicieran
autocritica de su comportamiento contra revolucionario. Esa declaración
humillante, dictada por el miedo, deja muy claro lo que era la “libertad de
expresión” para el régimen cubano. Libertad para alabar y seguir las consignas,
represión para los que pensaban distinto. Una profunda censura ideológica que
les conecta con el más siniestro estalinismo soviético (o putinesco), una prueba
de que desde los primeros años de la revolución, Cuba no era un paraíso sino un
infierno para los que tenían ideas propias.
Tercero, nosotros, y en este nosotros englobo a todos los jóvenes rebeldes y luchadores españoles que en esos años creíamos y defendíamos a Fidel Castro. Lo que más me aterra de este documental revelador es recordar que las noticias que nos llegaban de Cuba de amigos y conocidos que viajaban allí, eran de entusiasmo y de entrega absoluta. Lo que me duele de este film no es constatar la crueldad y miseria moral del régimen cubano, sino que nos lo creyéramos y lo defendiéramos cuando no merecía más que un enorme desprecio. El caso Padilla es un documento imprescindible como aviso de navegantes para todos aquellos que se erigen en poseedores de la verdad, la suya naturalmente. Imprescindible para no caer en encantamientos malvados como el que sufre Cuba desde hace más de sesenta años.
El regalo de esta semana me lo han dado a mí. El miércoles 31 de mayo fui nombrada Miembro de Honor de la Academia de Cine Catalán junto con un grupo de grandes amigos. Lola Salvador, Ernest Blasi, Jesús Garay, Lala Goma y Vicki Peña. Fue una tarde muy bonita y llena de reencuentros. !Gracias Academia!
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