(la Anticitera de Arquímedes,
auténtico macguffin del nuevo Indiana)
Indiana Jones y el dial del
destino. James Mangold
Hace 42 años un amigo irrumpió
en mi vida. Indy, Indiana Jones, llegó con un arca perdida y se quedó para
siempre. Desde el momento que vi En busca
del arca perdida en 1980, supe que Indiana era el personaje que yo habría
querido escribir. Cuatro años después, Indiana volvió en un templo maldito. No
fue lo mismo, no estaba Marion y el pequeño Short no me acababa de gustar,
aunque la primera secuencia con los diamantes en Shanghái era espectacular
(como todas las secuencias de los prólogos). En 1989 Indy decidió volver, un
poco más desencantado, pero con el mismo humor y sobre todo con un personaje
que hacía su última cruzada inolvidable, el Dr Jones, su padre encarnado en
Sean Connery que, si no me equivoco debía tener 12 años cuando nació Indiana.
Pero que importa eso, el cine de Spielberg es emoción y humor, y sobre todo
imaginación y acción. Y de eso había muchísima en esa tercera entrega que se
podría pensar sería la última. Pasaron los años, yo revivía los viejos Indiana
y añoraba una nueva entrega. Harrison Ford se hacía mayor y Spielberg se ponía
serio. Fueron 18 años sin nuevas aventuras. Y entonces volvió con una enemiga a
su altura, Cate Blanchett, los dos peleando por una calavera de cristal. Pero
algo no funcionaba del todo. Indy era muy mayor para seguir haciendo de Indy y
se notaba. Fue un regreso interesante pero un tanto fallido. Una despedida que
dejaba un cierto regusto amargo. No se cerraba bien la saga. Faltaba algo. Y
ese algo ha llegado este 2022 en el que me he reencontrado con mi amigo mucho
más viejo, como yo y como casi todos los que le conocimos hace 42 años, pero
igual de sarcástico y de arriesgado y de inteligente. Sin disfraces, (menos en
el prólogo en el tren ambientado en 1945 que digitalmente nos devuelve al
Indiana del arca perdida). Cuando la historia se retoma en 1969, el profesor
Jones es un viejo solitario a punto de jubilarse, no entiende el mundo que le
rodea, esos hippies, esa música, y está completamente al margen del gran
acontecimiento del año: la llegada del hombre a la Luna. Indiana no vive en el
futuro, siempre ha vivido en el pasado. Pero el futuro ya es presente y ahí
entra una nueva compañera-amiga, la estupenda Phoebe Walter-Bridge, una mujer
de ahora mismo, ambiciosa y libre de hacer lo que quiera. Y lo que quiere es
ganar dinero, aunque sea a costa de traficar con lo que Indy más valora: los
objetos perdidos del pasado. A partir de su encuentro, se suceden sin tregua
las persecuciones a caballo, en metro, en coche, en barco, en avión… en
distintas ciudades y en distintos tiempos. El dial del destino es eso, una
puerta a otros tiempos. Indiana/Harrison se divierte liberado de tener que ser
un símbolo sexual. Liberado, también, de tener que ser el mejor en todo. De la
mano de James Mangold, Harrison Ford se dedica a hace guiños de complicidad a
los cuatro Indianas anteriores gracias a la brillante compañía de viejos amigos.
como Shallah, o de nuevos amigos, como ese Renaldo que hace Antonio Banderas. Y
gracias, no hay que olvidarlo, al malo malísimo de turno con el rostro de
piedra tallada de Mads Mikkelsen. Todo me gusta en esta quinta aventura que me
pasa como un suspiro. Entiendo las reticencias de los puristas de la saga
porque Mangold no es Spielberg, es cierto. Pero Indiana si es Indiana y aunque
solo sea por ese epilogo en el que se reencuentra, por fin, con Marion y ambos
recuerdan una de las mas icónicas escenas de toda la serie, vale la pena verla
y disfrutarla. Ahora sí que Indiana/Ford se ha despedido del todo y lo ha hecho
por la puerta grande.
La
Gran Pantalla
El estreno de Indiana Jones y el dial del destino me
sirve muy bien de prólogo para hablar de un festival que se celebra en
Barcelona entre el 4 y el 9 de julio, en los Cines Girona. Se llama La Gran
Pantalla y la referencia a Gran es tanto a las pantallas de cine, como a la
Gent Gran, lo que en castellano llamaríamos La Gente Mayor. Es decir, los
contemporáneos de Indiana Jones. Los mayores, los viejos, los ancianos, nos
pueden llamar como quieran, pero es un
hecho que existen, existimos, y seguimos con ganas de aventuras de todo
tipo, de curiosidad y de estímulos para
entender el mundo. Un concurso de cortometrajes es el núcleo de un festival que
tiene como peculiaridad el eclecticismo de sus propuestas, de la alegría de
vivir de Buena suerte, Leo Grande, a
la dureza de Utama en medio de los
Andes; de la vitalidad de Francesca y el
amor, a la melancolía de Loli
Tormenta; de la emoción de Toda una
vida, a la dulzura de 20.000 especies
de abejas; de la música de Omara
a las canciones en las azoteas. Un abanico de ofertas acompañadas de
presentaciones, master class, mesas redondas y sobre todo participación. Estoy
segura que a Indiana le habría gustado este festival.
Dejo el link para los que
quieran saber más de La Gran Pantalla.
https://lagranpantallafestival.com/es/largometrajes-2023/
Ramon también tiene cuadros
que parecen puertas del tiempo
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