Hay semanas en las que los estrenos no me inspiran
nada. Hay muchas películas nuevas pero, o no las he visto o las que he visto no
me parecen interesantes. Por eso he aprovechado la ventaja de llevar 14 años
escribiendo este blog para hacer un ejercicio de arqueología bloguera y
comprobar qué pasaba en años anteriores la semana de la Verbena de San Juan, la
semana de la noche más corta del año.
Y me he encontrado algunas cosas curiosas
-Por ejemplo, la queja repetida de lo malos o poco
estimulantes estrenos de esta semana de verano, lo que me lleva en varias
entradas a hablar de libros, de series, de anuncios incluso.
-También el recuerdo de Joaquín Jordá que murió el
24 de junio del 2006 y que centra dos entradas, la del 2011, al cumplirse cinco
años de su muerte y la del 2016, al llegar al décimo aniversario.
Me lo he pasado bien releyendo estos textos que
trazan una especie de retrato del cine, de la sociedad y de mi misma, y me ha sorprendido
sobre todo encontrarme con uno en concreto de una actualidad inesperada. Es del
25 de junio del 2017, pero podría estar escrito esta misma semana en la que
estrenamos alcaldes.
Se titulaba
En
la noche más corta del año, también la más sonora y desde luego la más
calurosa, he tenido un sueño. He soñado que todo se solucionaba. Pero lo he
olvidado nada mas despertarme. Es lo que suele pasar con los sueños, se quedan
en ese mundo paralelo en el que vivimos un tercio de nuestra vida. Ese otro
territorio con su geografía, su urbanismo, sus habitantes ¿No tienen la
sensación de que los escenarios se repiten, los espacios son los mismos
aunque las situaciones sean distintas? Yo sueño con una casa que conozco tan
bien como la mía. Sé donde esta cada habitación, lo que hay detrás de las
puertas, hasta donde llega el jardín de atrás que se confunde con un bosque. Es
una casa amiga, aunque a veces me pasan allí cosas que no entiendo. También
sueño con una ciudad. No se parece a ninguna otra. Es una ciudad que he inventado
para mí y en la que me siento segura.
No
sé porque me ha dado hoy por hablar de los sueños. Quizás porque es San Juan y
anoche se celebró en Barcelona la verbena con todo su esplendor de petardos,
castillos de fuegos, y hogueras. Todo muy controlado, todo reglamentado No, la
ciudad en la que sueño no es Barcelona desde luego. Barcelona sigue siendo mi
ciudad. No viviría en ningún otro sitio. Pero no es mérito suyo, es demérito de
la mayor parte de ciudades que conozco, tanto si son más grandes (difíciles para
vivir) como si son más pequeñas (sociedades controladoras). Pero Barcelona no
se parece a mi ciudad soñada. En Barcelona hay demasiadas reglas absurdas
que dificultan la creatividad, la variedad de miradas y de comportamientos.
Todas las terrazas (las pocas que van dejando) tienen que ser iguales. Los
coches son apestados a los que hay que expulsar de la ciudad, aunque nadie se
preocupe de que el transporte público funcione (el jueves fui a la parada del
45, uno de los autobuses que me trae a casa desde el centro, en la pantalla
figuraba que iba a tardar ¡23 minutos!, me fui andando naturalmente). Se puede
decir que la ciudad vela por mi salud y me hace caminar, pero no: la ciudad
quiere que vaya en bicicleta y si no me gusta, no sé o me da miedo, te
fastidias.
Me he ido por las ramas en esta mañana
de San Juan. Debe ser la resaca no de coca y cava, sino de un año agotador. Y
no he hablado del procés. En mi ciudad, en mi casa de los sueños,
el procés no existe. A lo mejor por eso me gusta dormir y
soñar que estoy allí y no aquí.
Un poco
de cine. Una vida no tan simple, de Félix Viscarret
Tenía casi cerrada esta entrada, cuando el viernes leí dos críticas de una película a la que no le había prestado atención, y se me despertó la curiosidad. (Hago un inciso para reivindicar el papel de la crítica de cine que tiene, entre otras muchas funciones, la de provocar el deseo de ver algo que no conocías.) La película es Una vida no tan simple, de Félix Viscarret. Es una comedia dramática, si eso existe, en todo caso, es una comedia de humor sutil con personajes adultos y verosímiles en su comportamiento, en sus reacciones. Los protagonistas son cuatro: Isaías, Miki Esparbé, es un arquitecto un tanto frustrado profesionalmente y en plena crisis personal y profesional. Isaías tiene un socio y amigo, Nico, Alex García, soltero empedernido en una encrucijada personal. Isaías está casado con Ainhoa, la para mi desconocida y estupenda Olaya Caldera, profesora universitaria con la que tiene dos niños pequeños a los que Isaías acompaña al parque donde conoce a Sonia, una madre desencantada y obsesiva. Lo mejor de esta historia no es tanto lo que les pasa y como acaban resolviéndolo de un manera inteligente, y creíble. Lo mejor fue lo que me sugirió. Aunque parezca un poco absurdo, Una vida no tan simple me trajo a la memoria una novela romántica de Goethe que me gusta mucho, Las afinidades electivas, donde los personajes, como aquí, encuentran donde menos lo esperan a las personas que necesitan en ese momento. La casualidad hizo que esa misma tarde viera una vieja pelicula de Eric Rohmer, Cuento de verano, donde sus eternos adolescentes parlanchines viven atormentados por conflictos pueriles, pero en la que hubo una frase que me pareció escrita expresamente para Una vida no tan simple. En uno de esos paseos tan rohmerianos, Margot le dice a Gaspard: “Es más fácil ser tu mismo con una amiga que con una persona de la que estás enamorado”. Pues sí, es verdad, para eso están los amigos y las amigas. Y por eso Isaías y Nico tiene una complicidad a pesar de sus diferencias, y por eso Isaías y Sonia son capaces de compartir tonterías y por eso Nico y Ainhoa son capaces de darse consejos. Una vida no tan simple es muy bonita y muy interesante.
El regalo de esta semana es un
dibujo inquietante y sugerente.
Las pelis que me han gustado más este curso. Creo que no las has visto. Tar, La gran belleza (o l,amandier) y Ti mangio il cuore. Fabulosas
ResponderEliminarUi, ni era la gran belleza, era la gran juventud, título original L,Amandier
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