(por razones obvias, este texto no
lleva imágenes)
Cuando era pequeña, en México, iba al Colegio Madrid. Era un
colegio para los hijos de los españoles republicanos que llegaron allí después
de la guerra civil. Todos los lunes por la mañana, nos alineaban a los niños y
niñas en el patio para rendir honores a las banderas. La
bandera de la
España Republicana , la bandera de México, la bandera de
América y la bandera del colegio. Cantábamos los cuatro himnos de rigor y
desfilábamos ante ellas.
Creo que fue entonces cuando empecé a generar un rechazo
larvado a las banderas y a los himnos. Durante seis años, entre los 6 y los 12,
sufrí esa costumbre (por no llamarla tortura). Ya adolescente, en Barcelona y como militante clandestina
contra el franquismo, me hicieron adoptar otra bandera: la roja con la hoz y el
martillo, que junto como la cubana y el Himno de la Internacional, simbolizaban
la resistencia, mientras se quemaban banderas americanas. Nunca quemé ninguna bandera americana,
y siempre que pude, me resistí a enarbolar la bandera roja y a cantar la Internacional.
Lo siento, pero detesto las banderas. Todas. Detesto los
himnos. Todos. Son símbolos que me parecen excluyentes y diferenciadores, todo
lo contrario de lo que siento personalmente que es la integración en un espacio
común, sin fronteras, sin separaciones.
Reivindico, en cambio, la diversidad que representa la
riqueza de tener varias lenguas, muchas literaturas, músicas diversas, paisajes
y arquitecturas propias, costumbres particulares. Reivindico que haya lugares con personalidad que los distinga y los singularice. En un mundo cada vez mas
globalizado, donde todos vestimos igual, comemos igual, vemos las mismas cosas
y sufrimos los mismos abusos por parte de un poder financiero mundial que solo tiene un objetivo: ganar mas dinero a costa de acabar con todos nosotros, la reivindicación de una nacionalidad, la que sea, una
bandera, la que sea, me parece algo completamente absurdo.
Escribo esto desde el
respeto para todos aquellos que se sienten amparados en una bandera; pero también desde la tristeza que me produce el hecho de que con ello rechazan todo lo que no se
acoge bajo sus colores.
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