martes, 25 de septiembre de 2012

BANDERAS


(por razones obvias, este texto no lleva imágenes)
Cuando era pequeña, en México, iba al Colegio Madrid. Era un colegio para los hijos de los españoles republicanos que llegaron allí después de la guerra civil. Todos los lunes por la mañana, nos alineaban a los niños y niñas en el patio para rendir honores a las banderas. La bandera de la España Republicana, la bandera de México, la bandera de América y la bandera del colegio. Cantábamos los cuatro himnos de rigor y desfilábamos ante ellas.
Creo que fue entonces cuando empecé a generar un rechazo larvado a las banderas y a los himnos. Durante seis años, entre los 6 y los 12, sufrí esa costumbre (por no llamarla tortura). Ya adolescente, en Barcelona y como militante clandestina contra el franquismo, me hicieron adoptar otra bandera: la roja con la hoz y el martillo, que junto como la cubana y el Himno de la Internacional, simbolizaban la resistencia, mientras se quemaban banderas americanas. Nunca quemé ninguna bandera americana, y siempre que pude, me resistí a enarbolar la bandera roja y a cantar la Internacional.
Lo siento, pero detesto las banderas. Todas. Detesto los himnos. Todos. Son símbolos que me parecen excluyentes y diferenciadores, todo lo contrario de lo que siento personalmente que es la integración en un espacio común, sin fronteras, sin separaciones.
Reivindico, en cambio, la diversidad que representa la riqueza de tener varias lenguas, muchas literaturas, músicas diversas, paisajes y arquitecturas propias, costumbres particulares. Reivindico que haya lugares con personalidad que los distinga y los singularice. En un mundo cada vez mas globalizado, donde todos vestimos igual, comemos igual, vemos las mismas cosas y sufrimos los mismos abusos por parte de un poder financiero mundial que solo tiene un objetivo: ganar mas dinero a costa de acabar con todos nosotros, la reivindicación  de una nacionalidad, la que sea, una bandera, la que sea, me parece algo completamente absurdo. 
Escribo esto  desde el respeto para todos aquellos que se sienten amparados en una bandera;  pero también desde la tristeza que me produce el hecho de que con ello rechazan todo lo que no se acoge bajo sus colores.  

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