Ayer fue el dia de
Blancanieves. Sin ninguna duda. Era una de las películas más esperadas del
festival y no defraudó. A nadie. A veces, cuando una película, o un libro o un
cuadro, me gustan mucho, tiendo a ser tan entusiasta que creo expectativas que
luego no se cumplen y la gente se decepciona. Con Blancanieves
no era yo sola la que había creado esas expectativas, eran todos los que la habían
visto. Por eso fue tan emocionante ver la reacción del público del Kursaal, mas
de mil personas aplaudiendo y emocionadas. Pablo Berger habla de la sensación
que le produjo ver Avaricia de Von
Stroheim con una orquesta en directo. Sintió, literalmente, el síndrome de Stendhal,
esa especie de vértigo producido por la belleza absoluta que te quita el
aliento, te deja sin respiración. Ese fue el motor de Blancanieves y creo que,
anoche en San Sebastián, fueron muchos los que lo sintieron.
Blancanieves es
diferente, no se parece a The Artists aunque agradece a esta película que haya
abierto el camino al cine mudo y en blanco y negro. Pero este cuento de
cuentos, este homenaje al cine mudo, este sueño hecho realidad, es mucho mas.
Es una película por la que vale la pena ir al cine y verla en una pantalla
grande y escuchar su banda sonora y emocionarse con esa lágrima y bailar con
esa abuela y correr con el gallo Pepe escaleras arriba siguiendo a Carmencita y
ver torear a Blancanieves y llorar con
Rafita... Y, desde luego, reírse con y
de, esa madrastra terrible y patética a la que Maribel Verdú llena de vida y de
humor.
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