lunes, 24 de septiembre de 2012

SAN SEBASTIAN 3: VOZ EN OFF




Hay una idea muy extendida entre la crítica, y en general entre el público, de que la voz en off “no es cinematográfica”.  Es un tópico como tantos otros que se van repitiendo un año y otro año. La voz en off, como cualquier otro elemento de una película, está bien o está mal según la uses, no en sí misma. Ayer en San Sebastián tuvimos la prueba de que todo depende de como la utilices. En tres de las películas que se vieron aquí, la voz en off es fundamental. En las tres está muy bien y tiene una razón de ser. El recurso narrativo es el mismo, pero el resultado es completamente distinto.Salvajes de Oliver Stone, Dans la maison, de François Ozon y El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo. Las tres utilizan la voz en off. 
En esta puesta al día de Jules y Jim, con doble final y mala de dibujos animados, que es Salvajes, la voz en off es la de la narradora. Es ella la que nos introduce en la historia y nos deja desde el primer momento con la duda de qué pasará. La narración en pasado es el recurso más habitual del cine, pero Stone le da una tono de cuento (en realidad Salvajes es un cuento con bruja, princesa y príncipes) que la llena de sentido: “había una vez …”
El film de Ozon es diferente. Aquí la voz en off no es narrativa, sino que forma parte de la historia, mejor dicho, ES la historia. Claude, un alumno callado que siempre se sienta en la última fila, escribe como ejercicio en la clase de literatura un relato sobre cómo consigue entrar pasolinianamente en casa de un compañero de clase y trastornar la armonía familiar. El relato lo lee su profesor y la película lo visualiza para el espectador. Al margen de lo bien usado que está el recurso, este último trabajo de Ozon es una carga de profundidad contra la esa pequeña burguesía intelectual que se cree por encima de la clase media “normal”.
En cuanto al uso de la voz en off en El muerto y ser feliz, el experimento audiovisual que Rebollo ha montado en Argentina con la complicidad de José Sacristán, solo puedo decir que es absolutamente inesperado.  Aquí no estamos ante el narrador omnisciente, pero es cierto que hay un narrador; no estamos ante el relato visualizado, pero está claro que hay un relato. Estamos más bien ante una voz que es un personaje sin rostro. Alguien que mira, describe, anticipa, que mezcla tiempos, que altera situaciones, que adelanta diálogos y nos coloca en el asiento de atrás de ese enorme coche que conduce Santos hacia la muerte anunciada. La voz es lo primero que “vemos”, antes de conocer a Santos, la tenemos ahí, sentada a nuestro lado describiéndonos esa plaza donde un hombre viejo se dispone a emprender un último viaje. El muerto y ser feliz no es una película fácil, pero si es divertida. El público se siente descolocado ante esa voz y esa manera de contar. Es lógico. Sin embargo, desde aquí y en la medida que puedo, me gustaría  impulsar a ver esta película tan distinta (que bien ver cosas distintas¡¡¡), que habla de la vejez y la muerte desde una perspectiva completamente libre y que tiene en Santos/Sacristán un atractivo único. Escucharle cantar con esa voz inconfundible es una de la razones que justifican recomendar este film.

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