Hay una idea muy extendida entre la crítica, y en general
entre el público, de que la voz en off “no es cinematográfica”. Es un tópico como tantos otros que se van
repitiendo un año y otro año. La voz en off, como cualquier otro elemento de
una película, está bien o está mal según la uses, no en sí misma. Ayer en San
Sebastián tuvimos la prueba de que todo depende de como la utilices. En tres de
las películas que se vieron aquí, la voz en off es fundamental. En las tres
está muy bien y tiene una razón de ser. El recurso narrativo es el mismo,
pero el resultado es completamente distinto.Salvajes de Oliver Stone, Dans la maison, de François Ozon y
El muerto y ser feliz, de Javier Rebollo. Las tres utilizan la voz en off.
En esta puesta al día de Jules y Jim, con doble final y mala de dibujos
animados, que es Salvajes, la voz en off es la de la narradora. Es ella la que nos introduce en la
historia y nos deja desde el primer momento con la duda de qué pasará. La narración
en pasado es el recurso más habitual del cine, pero Stone le da una tono de cuento
(en realidad Salvajes es un cuento con bruja, princesa y príncipes) que la
llena de sentido: “había una vez …”
El film de Ozon es diferente. Aquí la voz en off no es
narrativa, sino que forma parte de la historia, mejor dicho, ES la historia.
Claude, un alumno callado que siempre se sienta en la última fila, escribe
como ejercicio en la clase de literatura un relato sobre cómo consigue entrar
pasolinianamente en casa de un compañero de clase y trastornar la armonía familiar.
El relato lo lee su profesor y la película lo visualiza para el espectador. Al
margen de lo bien usado que está el recurso, este último trabajo de Ozon es una
carga de profundidad contra la esa pequeña burguesía intelectual que se cree por encima de la clase media “normal”.
En cuanto al uso de la voz en off en El muerto y ser feliz,
el experimento audiovisual que Rebollo ha montado en Argentina con la
complicidad de José Sacristán, solo puedo decir que es absolutamente
inesperado. Aquí no estamos ante el
narrador omnisciente, pero es cierto que hay un narrador; no estamos ante el
relato visualizado, pero está claro que hay un relato. Estamos más bien ante
una voz que es un personaje sin rostro. Alguien que mira, describe, anticipa,
que mezcla tiempos, que altera situaciones, que adelanta diálogos y nos coloca
en el asiento de atrás de ese enorme coche que conduce Santos hacia la muerte
anunciada. La voz es lo primero que “vemos”, antes de conocer a Santos, la
tenemos ahí, sentada a nuestro lado describiéndonos esa plaza donde un hombre
viejo se dispone a emprender un último viaje. El muerto y ser feliz no es una
película fácil, pero si es divertida. El público se siente descolocado ante esa
voz y esa manera de contar. Es lógico. Sin embargo, desde aquí y en la medida
que puedo, me gustaría impulsar a ver
esta película tan distinta (que bien ver cosas distintas¡¡¡), que habla de la
vejez y la muerte desde una perspectiva completamente libre y que tiene en
Santos/Sacristán un atractivo único. Escucharle cantar con esa voz inconfundible
es una de la razones que justifican recomendar este film.
No hay comentarios:
Publicar un comentario