Hemos estado en París cuatro días por una cuestión de
trabajo. Nunca había ido a París en el mes de agosto y me he llevado algunas sorpresas.
Sorpresa 1
París en agosto es un desierto cultural como Barcelona.
Siempre había pensado que la idea de que el arte y la cultura no son para el
verano, era algo muy nuestro. Pues no. También en París las galerías de arte
están cerradas, los museos sin grandes exposiciones (eso, si lo que se anuncia
para el otoño pone los dientes largos), los cines con los mismo estrenos que
Barcelona, en teatro poca cosa. En fin que está claro que agosto no es para los
turistas culturales.
Sorpresa 2
París en agosto es muy caluroso. MUCHO. Hace muchísimo calor
en todas partes. Pero mas que en ninguna otra, en el metro que no tiene ni un
soplo de aire acondicionado y casi, casi ni un soplo de simple aire. Los
restaurantes, los bistrots, todo carece de ese invento fantástico cuando la
temperatura ambiente de la calle es de 33 grados. Si además le sumamos la manía
de poner las minúsculas mesitas pegadas unas a otras, la sensación de agobio al
comer puede ser mareante.
Sorpresa 3
Que no lo es tanto. El Louvre en agosto es impracticable.
Hay miles y no exagero, miles de gentes pululando por las salas, haciendo fotos
y oyendo un teléfono que algo les cuenta, pero casi nadie, viendo los cuadros.
Si a la muchedumbre le añadimos una instalación de Pistoletto que ha llenado
las salas de pintura italiana de espejos deformantes donde la gente se encanta
como en el Tibidabo, el resultado es de salir corriendo. Pero no hace falta
irse a la calle. Basta
con subir un piso para ver Poussin, Corot, sin que haya nadie, absolutamente
nadie.
Sorpresa 4
En la Gare de Lyon, donde llegan los trenes de España
(estupendo el viaje por cierto), no hay ni un solo sitio dónde sentarse. Ni una
miserable silla, ni un miserable banco. Hay tres bares, dos repletos y uno (casi
escondido) donde se puede conseguir una mesita rodeado de palomas y acompañados
por el ruido ambiente de la explosión de maletas abandonadas que la policía no
duda en lanzar por los aires en cuanto las ve.
Pero París es siempre París y a pesar de estas tres
sorpresas sigue siendo una ciudad preciosa.
-Para pasear en los muchos parques que hay por todos los
barrios. Parques llenos de árboles verdes y frondosos, césped que invita a
tumbarse al sol, paseos donde igual te encuentras una pirámide que un lago. Un
placer que en invierno es menos disfrutable
sin duda. Especialmente el Bois de Vincennes, un descubrimiento
veraniego.
-Par ir a los pequeños museos que hay por todas partes. Como
el de Jacquemart-André o el de Delacroix. Preciosos lugares con piezas
escogidas, todas ellas buenas, donde te puedes quedar rato y rato sin que nadie
te moleste.
-Para pasear por sus calles, en la acera sin sol si es
posible, viendo las casas, las tiendas de quesos, de frutas, de flores.
Compartir con la gente la vida de barrio con calma y sin prisas.
Ha sido un viaje bonito, tranquilo, hemos hecho lo que
teníamos que hacer y hemos tenido una visión distinta de la ciudad. Sigo pensando
que a París le sienta bien el frío, el gris y la lluvia. Pero
agradezco estos días largos de sol y de verde que permitían estar en la calle y
en los parques.
No hay comentarios:
Publicar un comentario