sábado, 10 de septiembre de 2016

EXPECTATIVAS


A veces, cuando tienes muchas ganas de ver una película o leer un libro, la realidad te decepciona. Las expectativas son tan grandes que te quedas un poco mustio si no llega a lo que tú pensabas. Por eso, cuando la película o el libro, no solo responden a las expectativas sino que incluso las superan, la sensación es una de las mejores que se pueden sentir. Eso me ha pasado esta semana con una película y este verano con un libro.



(En cualquier calle de cualquier ciudad hay un bar donde se cuecen tardes para la ira, pero también para el amor, la amistad, la charla, la compañía. Este es el que hay en mi calle)
La película es Tarde para la ira, de Raúl Arévalo. Arévalo es un actor atípico, capaz de hacer de bueno y de malo, de feo y de guapo, sin dejar nunca de ser él mismo. Forma parte de una generación que está renovando el cine español, un grupo de gentes de cine que integran una especie de “gran familia” en el que podemos encontrar a Daniel Sánchez Arévalo (que le dio su primer papel importante), Alberto Rodríguez (que le consagró con La isla mínima), Juan Cavestany o Isaki Lacuesta (con los que ha compartido proyectos suicidas) o Antonio de la Torre (compañero en muchas de las películas que ha hecho). De todos ellos ha aprendido Arévalo, observando y sintiendo.  De todos ellos ha sacado experiencias que le han servido para enfrentarse a una primera película que no parece una ópera prima.
Por el contrario, hay en Tarde para la ira un control de la narración, una seguridad en los tiempos, en la posición de la cámara y en los movimientos que muchos veteranos no consiguen jamás. Pero si eso ya sorprende, lo que es más interesante en este film es la puesta al día y en clave contemporánea del universo del western. Empieza con un asalto muy violento a una joyería (podía ser un banco en un film del oeste). Pasa después a un bar  (un saloon) donde encontramos la típica fauna de bar de barrio. Con una excepción, el hombre callado, serio, aislado de todos, un hombre que mira y escucha, un hombre que sin que lo sepamos tiene un objetivo. Hay una chica que trabaja en el bar; hay un hombre que sale de la cárcel; hay una venganza. Hay coches en lugar de caballos, hay casas de pueblo en lugar de ranchos, hay violencia muy contenida.
Tarde para la ira es un western perfecto, impecable. Raúl Arévalo demuestra que no solo ha aprendido de sus directores y amigos, también ha visto mucho cine. Cine clásico, cine de sentimientos que no se muestran pero circulan por debajo de la historia impulsando a los personajes hacia un final quizás esperado, pero nunca previsible.



El libro es la saga inmensa de Stephen King: La torre oscura. Son siete libros, casi 5000 páginas, un viaje a un mundo (muchos mundos) que me ha ayudado a escapar de este tediosos y caluroso verano. King empezó a escribir la primera parte de La torre oscura, La hierba del diablo, en 1970. Tenía 23 años. La publicó en 1982 cuando ya era un escritor más o menos conocido gracias a Carrie. King construyó este mundo paralelo o mundos paralelos, a lo largo de 34 años. El volumen séptimo de La torre oscura se publicó el año 2004. Ramon, mi marido que fue el primero en interesarse por la literatura de King y descubrir que era uno de los grandes escritores  del siglo XX, compró los cuatro primeros libros de la saga en el año 2006. Yo entonces no quise leerlos. Más tarde, leí el primero y el segundo, pero aunque me gustó, el hecho de no tener los siete volúmenes me echó para atrás. Este verano los he reunido todos y los he leído casi sin respirar.
Es imposible contar todo lo que sucede en este libro que es western (Clint Eastwood, Sergio Leone, John Sturgess); es aventura medieval (el rey Arturo y sus caballeros), es mundos fantásticos (Tolkien no está lejos), es melodrama romántico, es historia de amistad i lealtades, es terror en estado puro, es crónica contemporánea a su tiempo de gestación lo que la convierte en lección de historia reciente. Roland Deschain, de Gilead, es el máximo protagonista, el guía, el organizador, el que busca la Torre. Eddie Dean, de Nueva York, Jake Chambers, de Nueva York, Susannah Dean, de Nueva York, son sus tres acompañantes. Sin olvidarnos de Acho, el bilibrambo, uno de los mayores hallazgos de la narración.
La torre oscura está llena de ideas brillantes –como la raedura, un sonido que abre una brecha en el aire y produce un sonido insoportable, o los arrunados, niños a los que se les ha robado el alma–; de personajes apasionantes, Susan Delgado, el padre Callahan… y descripciones inesperadas e insólitas de paisajes y ciudades. Hay puertas entre los mundos, hay rosas rojas y negras, hay un Rey Carmesí malvado y hay un escritor, el propio Stephen King, que forma parte de la narración y se convierte en una de las claves para que el viajero/lector llegue a la Torre y consiga salvar al mundo, a los mundos, que se han movido y corren peligro de caer en la oscuridad. Pero sobre todo hay una historia que si te engancha, no te deja respirar hasta que, desgraciadamente, se acaba.
(Tengo que confesar que al leer este libro de libros he sentido una extraña sensación de proximidad. En Solsticios, la primera parte de mi novela La piedra negra, escrita en 1981, ya hay un campo de rosas negras, puertas que comunican mundos y un Nueva York que tiene en Central Park un escenario fundamental para la historia).



1 comentario:

  1. Gracias por la recomendación de la película de Arévalo, no me la perderé.
    Y llega también la nueva de Alberto Rodríguez, sobre el fascinante Paesa.
    Buenas semanas para el Spanish cinema, parece.

    "La torre oscura", tan extensa, me da algo de reparo, aunque tal como cuentas tiene una pinta fantástica. De Stephen King lo último que he leído es su novelón sobre el asesinato de Kennedy, entre otras cosas, que compone una original perspectiva sobre el tema del "time travel": "22/11/63".

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