sábado, 9 de abril de 2016

JULIETA Y OTROS NOMBRES


(una posible Julieta dibujada por Ramon)
Julieta tiene un nudo en el estómago y una lágrima en el corazón. ¿Tiene Almodóvar un nudo en el estómago  y una lágrima en el corazón? No lo sé. El nudo puede que sí, siempre ha vivido angustiado; la lágrima espero que no. Me lo pregunto porque Almodóvar siempre está hablando de sí mismo, su biografía se construye con sus películas. Él siempre es el protagonista, travestido o no, de sus historias. Por eso me inquieta esta Julieta de la que se ha dicho hasta la saciedad que es la más contenida, la más austera de su cine. Es cierto, pero no estoy segura que eso sea bueno. Hay cosas en este nuevo Almodóvar que me parece bien que ya no estén. Me alegra que no haya tramas paralelas que distraen, enredan, molestan a su historia central: me parece bien que no aparezca ese humor tan suyo, ¿o era de Chus Lampreave? Pero me sabe mal que no tenga esta Julieta ni uno solo de esos momentos de calma, de paz, de sosiego que eran las canciones, no la música, siempre excelente, de Alberto Iglesias. Echo en falta las canciones que daban un respiro en La Flor de mi secreto, que detenían el melodrama en Volver, que jugaban narrativamente en La ley del deseo. Esas canciones/diálogo que aquí no están. Y también echo de menos los colores. Hay mucho rojo en este film de mujeres de rojo como son habituales en su cine, pero no hay color. Es una película en grises. Como es gris la vida e incluso el dolor de esa Julieta que cuando es feliz es azul, y cuando está hundida es beige. No comparto su culpa, no me gusta el macguffin, no entiendo las reacciones de los personajes. Aunque si entiendo el silencio, ese silencio de las cosas no dichas, de las cosas no habladas, de las cosas que se van posando como capas de piedras en un rio hasta ahogarlo. El silencio es la clave de todo. Ese silencio que un Almodóvar asediado por los ruidos (1) desea más que nada en el mundo. Ese silencio que flota en la película donde escuchamos mas los pensamientos que las palabras. 
(1)
“Junto a las migrañas, tengo ahora otra dolencia que es directamente de ciencia-ficción: tengo pitidos que son como niños gimiendo en mi pecho; se llama broncoespasmo. Y otra más que se llama acúfenos o tinnitus, y que es un pitido muy intenso que al parecer no existe y que genera tu cerebro. Yo, encima, lo tengo en el oído bueno y es como una chicharra agudísima que te impide escuchar al de al lado. No son dolencias orgánicas, ni psicosomáticas; son muy misteriosas y, desde luego, te pueden fastidiar directamente la vida…” (Almodóvar. La cita esta en la conferencia Chicas en familia, que hice el año pasado en El Escorial. La conferencia entera está colgada en el otro blog en una entrada del 22 de julio del 2015)




(así está de manoseado mi ejemplar del mítico libro de entrevistas)
Recojo aquí lo que dije de Hitchcock/Truffaut cuando la vi en San Sebastián: “Hitchcock/Truffaut, de Kent Jones. Lo mejor que he visto en Donostia. Una lección de cine en toda regla. Oír la voz de Hitchcock en las cintas que grabó Truffaut para su mítico libro, es un regalo para cinéfilos y no cinéfilos. Un film imprescindible que debería verse en todas las escuelas, las de cine por supuesto, pero en las otras también. Un documento que deja huella.”
Este film desmonta varias teorías sobre las entrevistas: 1. No es imprescindible hablar el idioma del otro para hacer una buena entrevista. Lo que es imprescindible es saber que preguntar y tener una gran traductora. 2. No hay que tener miedo al entrevistado. Lo que hay que tener es respeto a su trabajo. 3.Una buena entrevista es cosa de dos: el que pregunta y sabe conducir la entrevista más allá del guión prefijado en función de las respuestas; el que responde cuando se da cuenta que las preguntas se salen de lo trillado y esperado. Tres lecciones que sirven para cualquiera que haga entrevistas de cine o de lo que sea. Un buen entrevistado nunca contesta diciendo: “me alegro que me haga esa pregunta” una y otra vez. Un buen entrevistador sorprende al entrevistado con un punto de vista inesperado.



(Chema Prado, Marta Esteban y yo en algún momento de los primeros noventa)
No quiero acabar esta entrada sin dedicarle un recuerdo a Chema Prado en el momento de su jubilación. Chema ha sido el alma de la Filmoteca Española durante casi cuarenta años. Chema era la Filmo. A ella dedicó toda su vida, su energía, la colocó en el mundo, hizo de la institución algo imprescindible. Chema no se acomodó al cargo. Tenía un objetivo y no paró hasta conseguirlo: la Ciudad de la Imagen, auténtico espacio de conservación del cine español de todos los tiempos. Chema y yo nos conocemos desde que los dos empezamos a trabajar en la Filmoteca, él en Madrid, yo en Barcelona, en el lejano año 1976. En los años setenta, Chema y Ramon Herreros sentaron las bases de una nueva Filmoteca abierta a las tendencias más nuevas sin olvidar nunca el cine clásico. Ramon y yo dejamos la Filmoteca cuando se convirtió en Filmoteca de la Generalitat; Chema siguió en la filmo española en distintos cargos. Desde hace 26 años, era el director, pero era algo más que eso. A veces estar tantos años en el mismo puesto produce un acomodo, un abandono de la iniciativa. Les ha pasado a muchos políticos y a muchos profesores. Pero Chema no cayó en ese abismo rutinario. Y nunca fue un freno para la incorporación de gente nueva en las distintas áreas de la Filmoteca. Chema se ha jubilado y muchos lo lamentaremos. Aunque tal como están las cosas en el mundo de la cultura y del cine, quizás es lo mejor que podía hacer. !!!Feliz jubilación Chema.¡¡¡




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