(una
posible Julieta dibujada por Ramon)
Julieta
tiene un nudo en el estómago y una lágrima en el corazón. ¿Tiene Almodóvar un
nudo en el estómago y una lágrima en el
corazón? No lo sé. El nudo puede que sí, siempre ha vivido angustiado; la
lágrima espero que no. Me lo pregunto porque Almodóvar siempre está hablando de
sí mismo, su biografía se construye con sus películas. Él siempre es el
protagonista, travestido o no, de sus historias. Por eso me inquieta esta
Julieta de la que se ha dicho hasta la saciedad que es la más contenida, la más
austera de su cine. Es cierto, pero no estoy segura que eso sea bueno. Hay
cosas en este nuevo Almodóvar que me parece bien que ya no estén. Me alegra que
no haya tramas paralelas que distraen, enredan, molestan a su historia central:
me parece bien que no aparezca ese humor tan suyo, ¿o era de Chus Lampreave?
Pero me sabe mal que no tenga esta Julieta ni uno solo de esos momentos de
calma, de paz, de sosiego que eran las canciones, no la música, siempre
excelente, de Alberto Iglesias. Echo en falta las canciones que daban un
respiro en La Flor de mi secreto, que
detenían el melodrama en Volver, que
jugaban narrativamente en La ley del
deseo. Esas canciones/diálogo que aquí no están. Y también echo de menos
los colores. Hay mucho rojo en este film de mujeres de rojo como son habituales
en su cine, pero no hay color. Es una película en grises. Como es gris la vida
e incluso el dolor de esa Julieta que cuando es feliz es azul, y cuando está
hundida es beige. No comparto su culpa, no me gusta el macguffin, no entiendo
las reacciones de los personajes. Aunque si entiendo el silencio, ese silencio
de las cosas no dichas, de las cosas no habladas, de las cosas que se van
posando como capas de piedras en un rio hasta ahogarlo. El silencio es la clave
de todo. Ese silencio que un Almodóvar asediado por los ruidos (1) desea más
que nada en el mundo. Ese silencio que flota en la película donde escuchamos
mas los pensamientos que las palabras.
(1)
“Junto a las migrañas, tengo ahora otra
dolencia que es directamente de ciencia-ficción: tengo pitidos que son como
niños gimiendo en mi pecho; se llama broncoespasmo. Y otra más que se llama
acúfenos o tinnitus, y que es un pitido muy intenso que al parecer no existe y
que genera tu cerebro. Yo, encima, lo tengo en el oído bueno y es como una
chicharra agudísima que te impide escuchar al de al lado. No son dolencias
orgánicas, ni psicosomáticas; son muy misteriosas y, desde luego, te pueden
fastidiar directamente la vida…” (Almodóvar. La cita esta en la conferencia Chicas en familia, que hice el año pasado en El Escorial. La conferencia entera está colgada en el otro blog en una entrada del 22 de julio del 2015)
(así
está de manoseado mi ejemplar del mítico libro de entrevistas)
Recojo aquí lo
que dije de Hitchcock/Truffaut cuando la vi en San Sebastián: “Hitchcock/Truffaut, de Kent Jones.
Lo mejor que he visto en Donostia. Una lección de cine en toda regla. Oír la
voz de Hitchcock en las cintas que grabó Truffaut para su mítico libro, es un
regalo para cinéfilos y no cinéfilos. Un film imprescindible que debería verse
en todas las escuelas, las de cine por supuesto, pero en las otras también. Un
documento que deja huella.”
Este film desmonta
varias teorías sobre las entrevistas: 1. No es imprescindible hablar el idioma
del otro para hacer una buena entrevista. Lo que es imprescindible es saber que
preguntar y tener una gran traductora. 2. No hay que tener miedo al
entrevistado. Lo que hay que tener es respeto a su trabajo. 3.Una buena
entrevista es cosa de dos: el que pregunta y sabe conducir la entrevista más
allá del guión prefijado en función de las respuestas; el que responde cuando
se da cuenta que las preguntas se salen de lo trillado y esperado. Tres lecciones
que sirven para cualquiera que haga entrevistas de cine o de lo que sea. Un
buen entrevistado nunca contesta diciendo: “me alegro que me haga esa pregunta”
una y otra vez. Un buen entrevistador sorprende al entrevistado con un punto de
vista inesperado.
(Chema Prado, Marta Esteban y yo en algún momento de
los primeros noventa)
No quiero acabar esta entrada sin dedicarle un
recuerdo a Chema Prado en el momento de su jubilación. Chema ha sido el alma de
la Filmoteca Española durante casi cuarenta años. Chema era la Filmo. A ella
dedicó toda su vida, su energía, la colocó en el mundo, hizo de la institución
algo imprescindible. Chema no se acomodó al cargo. Tenía un objetivo y no paró
hasta conseguirlo: la Ciudad de la Imagen, auténtico espacio de conservación
del cine español de todos los tiempos. Chema y yo nos conocemos desde que los dos
empezamos a trabajar en la Filmoteca, él en Madrid, yo en Barcelona, en el
lejano año 1976. En los años setenta, Chema y Ramon Herreros sentaron las bases
de una nueva Filmoteca abierta a las tendencias más nuevas sin olvidar nunca el
cine clásico. Ramon y yo dejamos la Filmoteca cuando se convirtió en Filmoteca
de la Generalitat; Chema siguió en la filmo española en distintos cargos. Desde
hace 26 años, era el director, pero era algo más que eso. A veces estar tantos
años en el mismo puesto produce un acomodo, un abandono de la iniciativa. Les ha
pasado a muchos políticos y a muchos profesores. Pero Chema no cayó en ese
abismo rutinario. Y nunca fue un freno para la incorporación de gente nueva en
las distintas áreas de la Filmoteca. Chema se ha jubilado y muchos lo
lamentaremos. Aunque tal como están las cosas en el mundo de la cultura y del
cine, quizás es lo mejor que podía hacer. !!!Feliz jubilación Chema.¡¡¡
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